JIFEROS, CORTADORES Y OTRA GENTE DEL MATADERO
Eran unos tipos jaques, echados para adelante, comprendidos dentro de lo que se llamaba gente del trueno. Habituales de la madrugada y devotos del aguardiente a palo seco, se dedicaban al oficio de matar, cortar y pesar reses en rastros y carnicerías. Cultivaban un estilo bronco, con marcada afición por las palabras descompuestas y el vocerío. Juraban cien veces al día. Tenían poco aguante y menos paciencia. Esto explica que aparezcan con relativa frecuencia en los legajos de los escribanos acusados de ruidos, quimeras y pendencias. Estos espejos de ejemplar ciudadanía redondeaban sus salarios con trampas y fullerías. Sustraían o compraban, bajo cuerda, carnes que después vendían a precios superiores a los establecidos por la tasa. Con las deficiencias existentes en los abastos, pues los asentistas debían de ser también de cuidado, tenían la ganancia asegurada. Conozco, en este aspecto, datos referidos a Jaén. En 1639 su concejo advirtió a todos estos dependientes que serían multados con 10.000 maravedíes y expuestos a la vergüenza pública si cometían desafueros de este pelaje. Poco efecto tenían estos requerimientos pues siglo y medio después, por lo que he visto en los archivos, seguían con las mismas malas costumbres.
Lo anteriormente expuesto queda reflejado en un personaje singular: Alonso Sánchez, conocido en su gremio como El Goro. En 1767 fue denunciado por el diputado del Común y fue a parar, durante un tiempo, al calabozo. Es seguro que no empleó el retiro en la lectura del Emilio de Rousseau. Digo yo que, entre siesta y siesta, lo único que leería serían los naipes. Al ser tan necesario el arte del Goro para el bienestar público salió pronto en libertad, aunque bajo fianza de cárcel segura. Era de urgencia que acudiese a su oficio en tiempo de matanza. El Goro era único, el mejor de los pesadores.
Lo anteriormente expuesto queda reflejado en un personaje singular: Alonso Sánchez, conocido en su gremio como El Goro. En 1767 fue denunciado por el diputado del Común y fue a parar, durante un tiempo, al calabozo. Es seguro que no empleó el retiro en la lectura del Emilio de Rousseau. Digo yo que, entre siesta y siesta, lo único que leería serían los naipes. Al ser tan necesario el arte del Goro para el bienestar público salió pronto en libertad, aunque bajo fianza de cárcel segura. Era de urgencia que acudiese a su oficio en tiempo de matanza. El Goro era único, el mejor de los pesadores.
Poco hemos cambiado desde entonces. En esta España nuestra, los pícaros, los estraperlistas, las tahúres, los estafadores, los aprovechados y demás truhanes siempre han proliferado como setas.
ResponderEliminarUn saludo.
Y los santos, los caballeros y los labradores honrados, don Cayetano. España es así. Como un retablo.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y saludos.
Me encantan sus historias antiguas y como las cuenta.
ResponderEliminarFeliz domingo.
Gracias a usted por su cortesía.
ResponderEliminarSaludos.
Una España de pillos y pícaros aquella del Barroco, todo valía para sacarse unos cuartos y evitar el hambre.
ResponderEliminarUn saludo.
Me gusta mucho ese léxico antiguo que usted recupera, junto con esas vidas de otrora.
ResponderEliminarCordiales saludos.
Suerte que tuvo el hombre. Pero la verdad que sigue habiendo los mismos pillos. Con los siglos cambian las tecnicas, pero poco más.
ResponderEliminarFeliz tarde de domingo
Bisous
Y tanto, Carolus II. Eran tiempos de penuria.
ResponderEliminarGracias por su comentario y saludos.
Muchas gracias don José Miguel. Son unas palabras y unos giros casi perdidos ya, aparecen por aquí y por allá en obras de la época y papeles de archivo, como usted bien sabe.
ResponderEliminarSaludos.
Tiene razón señora. Tampoco se haría rico El Goro con esas agencias y travesuras. Eran sinvergorzonerías de poca monta vistas con los criterios actuales pero, en la época, por la escasez de todo, no carecían de cierta importancia.
ResponderEliminarReciba mi agradecimiento y mis saludos.
Bonito y bronco retablo de estos oficios de importancia, relacionados con poner al pan algo más de puro aire.
ResponderEliminarY El Goro, ¿después de San Martin volvió a la cárcel?.
Un saludo.
La entrada bien se podría comenzar, en vez de con un "ERAN...", con un "SON..." y es que creo que todavía no han desaparecido, desgraciadamente. La picaresca existirá siempre.
ResponderEliminarUn saludo!
Desconozco si después volvió a la sombra. Me da la impresión que no.
ResponderEliminarMuchas gracias don Eduardo y saludos.
Desde luego señor Aparicio, pero reconozcamos el casticismo del Goro. Quizás eso ya se ha extinguido.
ResponderEliminarSaludos y gracias por su comentario.
Los personajes de baja estofa encandilan por sus fullerías, sus desafueros y coraje en una sociedad marcada por el miedo. Tanto los nobles como estos maestros del pillaje esquilmaban sin piedad a los menos advertidos. Y cuando la Justicia quería echarles mano desaparecían como por ensalmo.
ResponderEliminarSaludos
Personajes de este pelo los hay hoy en día también, algunos llevan corbata de seda y otros no, pero son de la misma familia, embaucadores, mal pensados y de aviesas intenciones.
ResponderEliminarMe gusta la descripción que usted les hace "gente del trueno. Habituales de la madrugada y devotos del aguardiente a palo seco"
Gracias por hacernos conocer un poco más sobre estos personajes de épocas tan lejanas y a la vez tan cercanas...
Un saludo.
Eran los que poblaban los romances de cordel. Y causaban, como usted bien afirma, fascinación en todos los sectores sociales.
ResponderEliminarSaludos y muchas gracias doña Carmen.
Las cosas siempre cambian muy poco.
ResponderEliminarMuchas gracias a usted, señor de Mingo.
Saludos.
Los pícaros antiguos tienen un sabor menos amargo. Es cierto que España es un retablo muy curioso. Y la picaresca es una de sus inmortales lacras. No olvidemos qeu dio lugar hasta un género novelesco inolvidable y autóctono.
ResponderEliminarUn placer leerle, como siempre.
saludos.
Es muy acertado lo que usted dice, doña Olga. Además los pícaros de ayer tenían frecuentemente la suma pobreza sobre sus talones. No era tanto la codicia como la supervivencia lo ue les movía a buscarse la vida.
ResponderEliminarMuchas gracias por su generosidad y su comentario. Reciba mis saludos.
Bueno, quizás tener que matar animales acaba por embrutecer, no sé si puede ser un atenuante, Don Retablo, es por ver una razón a ser pendenciero y malón. Lo de hablar mal (ya me explicará Vd. por qué los carreteros tenían esa fama) está ahora muy extendido y se lleva hasta a gala. Siempre un placer leerle, lo paso en grande.
ResponderEliminarEs muy interesante su comentario (como siempre). Eran tipos muy endurecidos, de eso no cabe la menor duda. Respecto a hablar mal. Antes las palabrotas estaban muy mal vistas. Y con razón.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y su benevolencia hacia mis trabajillos doña Aurora.
He estado ausente unos días y después de comentar el último de sus artículos he visto que me quedo éste por medio. Una pequeña joya, como todas las suyas.
ResponderEliminarSi que sería bueno en lo suyo El Goro para que lo pusieran en la calle. Eso, o tenía buenos amigos, que puestos a hablar de trapicheos, picaresca y corruptelas, de todo se podría hablar. Un saludo.
No es improbable que algunos caballeros veinticuatro de Jaén estuviesen ya influidos por el casticismo que tanto apreciaron algunos aristócratas dieciochescos. El Goro debió de ser un pájaro de cuenta.
ResponderEliminarMuchas gracias por su generosidad señor Desdelaterraza.
Esta entrada es una maravilla, no sólo por la información que proporciona, sino por como está escrita, es literatura y da gusto leerlo, un recreo. Está claro que hoy en día, con esta sociedad tan pasiva, tan amodorrada, tan pendiente la interné y el feisbu, se echa de menos estos tipos pintorescos, con personalidad cierta, dibujada, capaces de cantarle las cuarenta a cualquier, se echan de menos pero sólo un poco claro. Enhorabuena por su retablo de la vida antigua. Un diez.
ResponderEliminarQuedo muy agradecido por su generosidad. Y es verdad que, con todos los defectos que pudieran tener, estos tipos antiguos tenían personalidad.
ResponderEliminarMis saludos don Alcides.