domingo, 5 de junio de 2011

LOS MAYORALES DE LAS REALES DILIGENCIAS

Hace tiempo tuve ocasión de escribir unas líneas sobre los escopeteros de las Reales Diligencias. Figuras singulares, sin duda, pues en tan largos y penosos viajes era asunto de primer orden contar con un mayoral competente y formal. Según el reglamento de las Reales Diligencias de 1835 correspondía al mayoral conducir el carruaje con las riendas en la mano, sin abandonarlas en ningún momento, y conseguir que los viajeros, sus equipajes y los efectos a él confiados llegasen, sin novedad, a su destino. Antes de iniciar el viaje debía revisar con esmero el vehículo y comunicar a la Compañía cualquier deficiencia para su debida reparación. Una vez en el camino su mantenimiento era responsabilidad exclusiva del mayoral. Obligación ineludible era untar de sebo el carruaje. Debía hacerse esta enojosa operación, al menos, una vez por la noche. Para tal cometido podía recurrir a la ayuda de postillones, mozos de posada o de otras personas dispuestas. Todo mayoral debía revisar, con celo, tornillos y ejes y no olvidar la conveniencia de refrescar, en el momento pertinente, con agua el vehículo, en especial los cubos de las ruedas pues, con el roce, podían incendiarse. Además debía reparar todas las averías, siempre que no fuesen de mucha importancia e ir bien abastecido de cordelería de cáñamo para componer las ruedas deterioradas en la ruta. Al regresar a Madrid, el maestro de coches recibiría la correspondiente información del estado del carruaje para su arreglo y puesta a punto. El mayoral lo mantendría, además, bien limpio, por dentro y por fuera, con las colgaduras en buen estado, correctamente lustrados los correajes y a buen recaudo durante la noche. Al final de cada jornada le quitaría el barro y evitaría cualquier rigor inncesario cuando fuese obligado castigar a las caballerías. En caso de viaje nocturno tendría bien dispuestas bujías, velas y hachones de viento, extremando las precauciones. Más todavía si los viajes se hacían en "los tiempos de barros".

En las paradas el mayoral tendría especial cuidado en que el enganche y desenganche se realizase con la mayor diligencia, tarea que correspondería a los postillones. Éstos, junto a los zagales, los cuarteadores  y el escopetero estaban bajo su férreo  e indiscutible mando. El mayoral debía llevar sus cuentas claras, las tarifas oficiales siempre a mano, para evitar quejas infundadas, y una hoja de tránsito en la que constaban los nombres de los viajeros. A cada uno se le daba un asiento con su correspondiente número. Prohibiría, sin excepciones, que hubiese individuos en la baca, destinada a equipajes y otras cargas. Los viajeros estaban bajo su protección y debía velar por su seguridad y  buen acomodo en las posadas, tanto en la mesa como en los dormitorios.

El mayoral debía ser  "honrado, fiel y aseado", atento y correcto en el trato al tiempo que firme para evitar desbarajustes. Los mayorales negligentes, fulleros o groseros podían ser objeto de diferentes sanciones, desde la pérdida del salario al despido con malos informes. Los pundonorosos, rectos y cumplidores  tenían un alto porvevir pues "serían empleados en los viajes de preferencia, como son los de los Señores Ministros, Serenísimos Señores Infantes y SS.MM.", cuando hubiese ocasión. Y por supuesto serían favorablemente recomendados para ocupar plaza en las Reales Caballerizas además de merecer "el aprecio de sus Gefes y de todos los Socios de la Compañía".

16 comentarios:

  1. Muy trabajoso este oficio y con muchos riesgos y demasiadas responsabilidades, pues no sólo había que atender al carruaje y a las cabalgaduras sino también a los viajeros y sus equipajes. Además había que ofrecer una imagen decente y aseada. Y eso sin contar posibles percances en el viaje, incluyendo posibles accidentes y asaltos. Algo en exceso estresante. Me imagino que muy pocos y escogidos serían los que llegarían a esa categoría de mayorales privilegiados.
    Un saludo.

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  2. Sin duda muy pocos llegarían a las Reales Caballerizas. Que eran unos personajes clave en los viajes no me cabe la menor duda. Eran, a su manera, como capitanes de barco.

    Gracias por su comentario y reciba usted mis saludos, don Cayetano.

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  3. Monsieur, qué texto encantador sobre una de esas profesiones ya perdidas. Era un puesto de gran responsabilidad, por lo que imagino que estaría muy bien pagado y que habría bofetadas por conseguirlo.

    Feliz tarde

    Bisous

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  4. Lógicas y razonables todas las exigencias que sobre estos personajes recaían, teniendo en cuenta que de un servicio público se trataba. Y se me estaba ocurriendo al hilo de lo leído que, además de su salario, recibirían también los más atentos propinas generosas, si acaso ese tipo de gratificación era corriente en el mundo antiguo. Un saludo.

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  5. Una labor fundamental la suya. Eran un especie de mecánicos de la época pero siempre disponibles en cualquier hora del viaje para solucionar cualquier altercado técnico o de otro tipo. Debían ser personas de extrema confianza por lo noble de las personas a las que debían servir en el viaje.

    Un regio saludo.

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  6. Hombre respetable se pedía para ejercer el oficio, cosa muy propia de la época. Y como ahora en los autobuses, mucho celo debían poner los mayorales (ahora conductores o choferes) tienen toda la responsabilidad sobre el medio de transporte; tanto no han cambiado los tiempos en costumbres, sí en maquinaria. Saludos.

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  7. Que cosas nos descubre usted Retablo, olvidadas y desconocidas para el común de los mortales.
    Curioso que ya en aquella época los asientos fueran numerados.
    Un saludo afectuoso.

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  8. Me imagino a uno de estos cajones con ruedas echando chispas e incendiándose o desancajándose tuercas y tornillos por un mal bache. Debían de ser frecuentes los accidentes en aquellos cachibaches incómodos, fríos en invierno y calurosos en verano.

    Saludos

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  9. En las ordenanzas que he leído no se dice nada del sueldo. Indudablemente, los más dados a la picaresca, podían aumentar sus ingresos llevando paquetes en la diligencia al margen de la empresa.

    Saludos y muchas gracias Dame Masquée.

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  10. Es más que probable. Y tendrían sus pequeños negocios en sus recorridos por los caminos.

    saludos, señor DLT. Y gracias.

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  11. Y con grandes recursos, resueltos y enérgicos. No valdría cualquiera para el oficio.

    Saludos ymuchas gracias Carolus Rex.

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  12. Sí me han recordado a los conductores de autobuses, como usted bien refiere, señor Hidalgo. Con todo, estaremos de acuerdo en que sus condiciones de vida eran mucho más duras. En cuanto a riesgos habría que contrastarlo y sería un buen tema para debatir.

    Muchas gracias y saludos.

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  13. Pues sí es interesante lo de las plazas numeradas. Y además se insiste mucho en que cada uno ocupase su sitio. Otra cosa es la práctica entre tantos individualistas celtibéricos, seguro que los mayorales tenían bastante manga ancha al respecto.

    Saludos y gracias don Lorenzo.

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  14. Imagine usted, doña Carmen, esas tediosas paradas y la lentitud de las reparaciones. Su concepto del viaje debía de ser, necesariamente, distinto.

    Saludos y gracias.

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  15. Encantador relato el suyo, de tiempos no tan lejanos, recuerdo a mi abuelo hablarme de cuando pasaba la carreta del correo por mi pueblo, una vez cada quince días, una carreta tirada por mulas hacía un recorrido por media Castilla y hacía noche en las posadas convenidas.
    Lástima de oficios desaparecidos aunque usted los ha traido magistralmente de nuevo a nuestro recuerdo.

    Un abrazo.

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  16. Es usted muy considerado, señor de Mingo. Y su comentario vale para una estupenda entrada.

    Reciba mis saludos.

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