martes, 30 de abril de 2024

MENUDENCIAS DEL SANTO OFICIO

No todo eran grandes autos de fe y condenados a la hoguera. El Santo Oficio tenía que resolver, con frecuencia, casos de poca monta originados por opiniones y afirmaciones arriesgadas, formuladas por gente corriente, que podían considerarse heréticas. En estos casos, las penas impuestas por los inquisidores solían ser leves, aunque con dolorosas consecuencias, y consistían en penas de destierro, cárcel, multas y azotes. En ocasiones, todo acababa con una reprensión y con el miedo metido en el cuerpo de por vida.

Cabe pensar que, en la mayoría de los casos, se trataba de afirmaciones pronunciadas a la ligera, de manera temeraria y ante un público impresionable y no siempre bien intencionado. El Santo Oficio, sin embargo, hilaba fino en estas cuestiones pues, como bien indica Julio Caro Baroja, en el siglo XVI no era necesario haber leído o tener noticia de Lutero para opinar igual que él, en ciertos aspectos, y había que evitar la normalización de tales opiniones en el ámbito cotidiano.

Al leer algunos ejemplos de lo anterior, correspondientes al Santo Oficio de Córdoba, sucedidos alrededor de 1575, cabe pensar que la libertad de costumbres y de palabra era mayor de lo que a veces se ha considerado. Así, encontramos a segadores, criados, menestrales, mujeres del pueblo y gentes de muy modesta condición que, con imprudente desenvoltura, ingenuidad y voz demasiado alta, hicieron afirmaciones, en el trabajo o en la calle, que no cayeron  en saco roto y llegaron a oídos de la Señora de la Vela Verde.

Comenzamos con Andrés Martínez, lencero de Montilla que tuvo que dar explicaciones por “aver dicho que no es pecado la simple fornicación, pagándolo”. Un tal Juan, asturiano y en Montilla, aseveró que no era pecado “tener quenta con una muger como echar unas gavillas [en] día de fiesta”. En la misma villa, Diego Sánchez Delgado, de oficio labrador, aseguró que “tener quenta con una muger del mundo, no volviendo más a ella, no es pecado”. En la misma villa, Lucía Sánchez, hornera, dijo “que no es pecado estar amancebados los esclavos porque lo bea Dios y todo el mundo” y, para arreglarlo, añadió “que no van al infierno sino los que desesperan”. Juan Ruiz, de Córdoba, hombre del campo y criado de un canónigo declaró, poniendo en un embarazoso compromiso a su señor,  que “no es pecado estar un clérigo amancebado”. En Priego, Isabel Alonso, mujer de un sastre, afirmó que “tratando de unos amancebados dixo Dios quiso que se juntasen aquel moço y aquella moça y pues Él lo quiso [y] se servía con ellos y diziéndole que era heregía dixo: yo digo la verdad”. Hay que precisar que los amancebamientos, perseguidos por la jurisdicción episcopal, estaban muy extendidos, incluso entre los clérigos, y da la impresión de que no escandalizaban demasiado a nadie.

Más peligroso era opinar sobre verdades de fe y sacramentos. De esta forma, dos mujeres de Aguilar fueron llamadas a capítulo acusadas “de aver dicho que a solo Dios se an de dezir los pecados y no al confesor”. En la misma villa, Luisa de la Cruz, tuvo que enfrentarse a la acusación de haber declarado “que no ay infierno, que lo dicen por espantar”. En La Rambla, un individuo no identificado fue acusado de afirmar “que los confesores no podían absolver los pecados” y en Montilla, un trabajador llamado Juan Muñoz dijo “que los frailes eran ruines”. Todo esto lo podría haber firmado, sin cambiar una coma, cualquier luterano. En Priego, Francisca Alonso había comentado que “Dios no avía muerto por los malos sino por los buenos” y en Montilla, a María Muñoz la oyeron decir “que Dios no sabía lo porvenir”. El licenciado Cuevas, teatino que vivía en Priego, opinaba que "vale más una ruyn beata que una buena casada". Merecen también destacarse los fervores monárquicos de un individuo apellidado Dueñas, en Priego, “que tratando del poder del Rey avía dicho tanto se a de adorar y reverenciar al Rey en la Tierra como a adorar los ángeles a Dios en el cielo y siendo reprendido avia respondido que como era Dios en el cielo así era el Rey en la Tierra”.



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