lunes, 16 de marzo de 2020

LOBOS RELLENOS DE PAJA

Hubo un tiempo en el que el lobo era enemigo natural del pastor y del caminante. Ahora se concibe todo de otra manera y, sin desear el perjuicio de los ganaderos, nos alegramos de que este animal vuelva a nuestras sierras. Pero no era así antes. El lobo es una figura fascinante y amenazante, arquetípica incluso. No es casualidad que los lobos pueblen los romances, los escudos de armas y los cuentos o que, como escribió el sabio antropólogo Manuel Amezcua, a las criaturas de poca edad se les enseñase a cantar aquello de “Cinco lobitos tuvo la loba”. Luis González Ripoll, cuenta en sus Narraciones de caza mayor en Cazorla, el caso de un lobo cazado, mucho antes de la guerra de España, y que fue entregado al padre de unos críos que habían dado cuenta de su presencia. ¿Qué se podía hacer con un lobo muerto?. Pues bien, fue desollado y la piel, adobada y rellena de paja, la llevaron por los pueblos, aldeas y cortijos para pedir una gratificación a los ganaderos, que eran muchos. Ésta consistía, en ocasiones, en la entrega de una res: “el uno una borrega, el otro una chota. Cada cual lo que tenía voluntad”. Los afortunados zagales juntaron, por este medio, un hato de cuarenta reses. Un buen punto de partida para no pasar tantas penurias y para convertirse en un pequeño ganadero. Esta costumbre de presentarse en los concejos con patas, orejas o pieles de lobo para pedir donativos, no era, por supuesto, exclusiva de estas serranías del sureste español.

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