sábado, 8 de septiembre de 2018

EL MARQUÉS DE VALDEGAMAS Y LA DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL

El moderantismo español mantuvo una posición crítica hacia las desamortizaciones. No se opuso frontalmente a estos procesos pero tendió a templarlos y a obstaculizar su aplicación. En algún caso, desde las propias filas moderadas, hubo un rechazo abierto a estas medidas, como ocurrió con don Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas. Las desamortización eclesiástica, conocida como la de Mendizábal, en opinión de dicho personaje, fue funesta para los labradores y en general para los más pobres. Así lo expresó en su “Discurso sobre la situación de España”, el 30 de diciembre de 1850, que, según Julio Burell, contribuyó a derribar un gobierno. Donoso Cortés, reaccionario al fin y al cabo, idealizaba el pasado pero no dejaba de tener razón en buena parte de su análisis. La puesta en manos privadas de un enorme cúmulo de bienes raíces provocó, entre otras consecuencias, el hundimiento y la proletarización de una clase de labradores que habían sido, durante generaciones, arrendatarios de tierras de la Iglesia.  Fue el final de los censos, de un coste ínfimo para los labradores, y su sustitución por unos arrendamientos mucho más elevados que no todos podían pagar. Desapareció o se vio severamente reducida , en gran medida, una clase entera: la del labrador acomodado, también el pequeño propietario que alternaba la explotación de una modesta hacienda con el cultivo de una finca arrendada. Los desahucios y la ruina de muchos labradores originó el aumento de la mano de obra disponible con el consiguiente descenso de los jornales. Este hecho, es curioso, no suele reflejarse en los estudios de la España del XIX, quizás por el absurdo temor -después de casi doscientos años- a parecer condescendiente con el Antiguo Régimen. La expansión del latifundismo y el aumento de jornaleros pobres, tantas veces atribuido a las estructuras sociales llamadas -con cierta ligereza- feudales, se debió paradójicamente a la desaparición del viejo orden. Las reformas liberales eran necesarias y legítimas frente a un sistema que había claudicado frente a Napoleón pero no siempre se llevaron a cabo, en una España inmersa en la guerra carlista, con la rectitud y la serenidad debidas. Otra consecuencia, perniciosa para Donoso Cortés, fue la desaparición de muchas instituciones titularidad eclesiástica destinadas a la caridad y a la asistencia de los más desgraciados. La supresión de las órdenes religiosas fue, según su criterio, un duro golpe para los pobres pues, como afirmaba, no sin cierta exageración: “¿qué mendigo no tenía un trozo de pan estando abierto un convento?”. El cierre por decreto de hospicios, asilos, hospitales, hospitalillos y conventos, en los que se socorría mal que bien a la pobretería, fue un trágico disparate ya que no se había creado, previamente, una  beneficencia capaz de cubrir tal vacío. El desamparo de tantos dejados de la mano de Dios debió de ser pavoroso. El marqués de Valdegamas denunció también, como efecto de los procesos desamortizadores, la miseria padecida por buena parte del clero, el deterioro de la solemnidad debida a los oficios religiosos y el cese en la construcción de templos y demás edificios religiosos que había aportado, durante siglos, un medio de vida para muchos artífices y trabajadores.

2 comentarios:

  1. Cuanto tiempo necesitara la historia para hacer su justicia. No solo no es absurdo sino que ya es tiempo de enfatizar el bien que el antiguo orden hizo. Enhorabuena por su entrada don Ángel

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    1. Los liberales tenían mucha razón en buena parte de sus objetivos y aspiraciones pero las desamortizaciones, tal y como se plantearon, constituyeron un disparate y un apaño nada limpio. Un cambio en el régimen jurídico de la propiedad era necesario pero no de esa manera. Los que más perdieron fueron las órdenes religiosas, los concejos y los más pobres. Así lo veo.
      Muchas gracias, don Miguel Ángel.

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