jueves, 17 de mayo de 2012

MORATÍN Y LA HIDALGUÍA


El número de hidalgos disminuyó en España durante el siglo XVIII no tanto por la extinción de los linajes como por el desinterés de no pocos por mantener su rango. También debió de ser notoria la escasa predisposición de muchos a iniciar costosos pleitos cuando se les negaba o ponía en entredicho su condición nobiliaria. Las razones prácticas para sostener un estatus noble desaparecían con la abolición de los servicios ordinario y extraordinario en 1797, sólo pagados por los pecheros, y la caída en desuso de la tortura judicial reservada a los miembros del estado general, abolida en la práctica antes de su supresión definitiva por iniciativa de los liberales. La idea de la utilidad pública, la creciente consideración de la acción del ciudadano honrado y las virtudes derivadas de la reputación individual, del ahorro y de la laboriosidad sustituyeron a los criterios que determinaban el rango de la persona según la condición noble o llana de sus ancestros. Poco que ver con las actitudes y las mentalidades vigentes en el siglo XVII.

Leandro Fernández de Moratín en su correspondencia aporta un ejemplo al respecto. En mayo de 1816 escribió a doña María Fernández de Moratín: "en el último rebusco de papeles que he hecho, ha salido esa copia de la información de hidalguía de nuestra familia Moratinesca; y más he querido que la tengas tú, que rasgarla con los demás papeles inútiles". A esto añade, no sin ironía: "Por ella verás la alta y generosa estirpe de que desciendes; y remitiéndote a los documentos legalizados [...] podrás asegurar que eres hija de algo: cualidad apreciabilísima, que juntándola con mucho dinero, buena salud, pocos cuidados, larga y alegre vida, puede servirte muy de provecho".  En conclusión, consideraba que la hidalguía, sin más, poco significaba si no iba acompañada por la fortuna y otros atributos. Además le recomendaba leer a solas "el papelón", aprender los apellidos de abuelos y abuelas "para lucirlo cuando llegue el caso, y apestar con tu genealogía y tus entronques a cuantos tengan paciencia de oirlo". No deja de ser, sin embargo, llamativo el hecho de que no destruyese "el papelón" y dudo que no tuviese en alta consideración sus orígenes hidalgos. A nadie le desagradaba ser considerado de familia linajuda y, hasta después de las grandes convulsiones del siglo XX, la aristocracia tendrá una función de primer orden en Europa. Moratín era, sin embargo, consciente de que todo había cambiado pues había visto y vivido mucho.

10 comentarios:

  1. Eso dice mucho de la clarividencia de Moratín, sabía que se hallaba ante el nacimiento de un nuevo orden social y sin embargo, no despreciaba el valor de un símbolo tan presente duranten siglos en la sociedad española.

    Saludos.

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  2. Además cayó mucho la hidalguía, porque ya no se estilaban "los hidalgos de bragueta" de la época de los Austrias, esos que recibían el título solo por tener un montón de hijos varones seguidos, carne de cañón para las guerras del imperio.
    Un saludo.

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  3. Debía de ser Moratín hombre de gran lucidez y sentido histórico. Su epistolario aporta más sobre el final del Antiguo Régimen que muchas aburridas monografías.

    Saludos doña Amaltea.

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  4. La hidalguía fuede una elite que gobernó un Imperio. Y no se le puede negar su función histórica. No fue además una casta sino que, en términos relativos, fue relativamente abierta. Da para escribir mucho.

    Saludos don Cayetano.

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  5. Le envío yo también mis más cordiales saludos doña María de los Ángeles.

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  6. Interesante. Una observación, la llamada hidalguía de bragueta no era más que una exención de pechos, nunca un privilegio de hidalguía. Basta con leer la ley que la regula en la Novísima Recopilación.
    En cuanto a la pérdida de interés en el siglo XVIII, sería bueno saber el número de pleitos en las Chancillerias.. Mañana lo pondré.

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  7. Por otra parte, precisamente en el siglo XVIII se establecieron condiciones rigurosas para entrar en las escuelas y colegios militares, pidiendo pruebas de nobleza, en la Armada hasta de los cuatro abuelos. Por tanto, ser o no hidalgo tenía muchas importancia.

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  8. El comentario a la afirmación de Moratín parte de dos reflexiones. La primera procede de la lectura, ya antigua, de algunos estudios de Antonio Domínguez Ortiz sobre el XVIII.

    Afirma dicho autor, y creo que con razón, que el número de hidalgos disminuye en España durante dicho siglo y alega diferentes motivaciones, entre éstas la relativa pérdida de interés por la obtención de la simple hidalguía en comparación a la tendencia generalizada en el siglo XVII por obtenerla.

    La segunda reflexión, que me lleva a comentar el testimonio de Moratín, parte de mi modesta experiencia en la investigación directa en los archivos y en el caso de Jaén. Un campo muy limitado, naturalmente pero que puede aportar algunas pistas.

    Por ejemplo, en dicha ciudad, aparecen muchos menos hidalgos en los padrones, menos familias nobles en el Cabildo municipal y en los lugares de su jurisdicción. Hay quizás una creciente valoración social para aquellos vecinos que, de extracción no enteramente noble, o incluso, del estado general, que por su fortuna y, sobre todo, por su formación.

    Es algo propio de cualquier sociedad compleja, no exenta de movilidad social y geográfica, como ya o era la España de Carlos III y Carlos IV. El caso de Inglaterra, por ejemplo, es muy ilustrativo al respecto. Y Tocqueville también lo analizó brillantemente para el caso de Francia.

    Por otra parte creo que el endurecimiento de las condiciones para acceder a la carrera militar, en cuanto a requisitos nobiliarios, no indica necesariamente la salud del sistema estamental sino lo contrario. Y no era una decisión muy sensata. Inglaterra tenía al frente de su Armada a un personaje de modesto origen, nada aristocrático, como fue Nelson, y Napoleón abría sus ejércitos al mérito y no les iba nada mal.

    Respecto a la importancia de la condición nobiliaria es evidente que se mantuvo en toda Europa hasta la Primera Guerra Mundial pero la consideración de noble se reserva, en la práctica y en la opinión de la sociedad, para los que tienen un título o están estrechamente con titulados. La simple hidalguía quedará limitada a la tradición familiar, a la consideración de los convecinos en algunos casos y al estudio de los eruditos.

    Su comentario me parece también de gran interés y puede ser el inicio de un fructífero cambio de impresiones.

    Reciba usted, don Manuel, mis saludos y mi agradecimiento por su escrito.

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  9. Donde dice: "o están estrechamente con titulados" quiero decir "o están estrechamente emparentados con titulados".

    Saludos.

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