viernes, 28 de diciembre de 2018

NAVIDADES EN TIEMPOS DE FERNANDO VII


España estaba quebrantada, las colonias perdidas sin remedio y la Real Hacienda acogotada. Conspiraban los liberales y los realistas tramaban venganzas. Fernando VII imponía, sobre todos y sin creer demasiado en nada, su taimada voluntad y su mal gobierno. A pesar de todo, las Pascuas llegaban y los madrileños, transeúntes y estantes se permitían algunos lujos y legítimos esparcimientos.
Los españoles de esos años desayunaban café con tostadas y molletes con manteca del país o de Flandes, también huevos con jamón o torreznos y, si venía a cuento, una copa de aguardiente.  Al mediodía, acudían a cafés, botillerías, fondas y figones. También, cuando era oportuno, a las acreditadas tiendas de ultramarinos de la Villa  para avituallarse con motivo de las fiestas navideñas. No reinaba la abundancia en días tan de capa caída pero algo había. En el Café del Sol -Horno de la Mata, 13-  se servían, en esas fechas, fiambres de jamón dulce y quesitos helados. La clientela podía, incluso, jugar al billar y refrescarse, entre carambolas, con unos espléndidos vasos de leche asorbetada adornada con huevo hilado. Sorbetes y helados se preparaban, a pesar del frío y como cosa en especial, durante los días de Pascua. Una botillería de la calle Fuencarral, frente a los Agonizantes, servía pastel de ternera, jamón dulce, salchichón y butifarra. La fonda de Perona, en la calle de Alcalá, disponía de salmón, gallinetas, sopa de mariscos, chirlas, almejas, ostras, chipirones y langosta. En los ultramarinos de Francisco Pérez, en la Red de San Luis, se vendía merluza a quince cuartos la libra. Los aficionados al congrio escabechado lo podían adquirir en el puesto de un gallego, llamado Juan González, a cuatro reales la libra.  En una salchichería de la calle de San Alberto, se ofrecían barriles pequeños de ostras además de escabeches de lenguado, rodaballo y besugo. Las botillerías y cafés más afamados confeccionaban leche de almendras -a dos reales el cuartillo- para cocinar una sustanciosa sopa. Los quesos más celebrados eran los de El Cebrero y los asturianos. En la Fonda de los Dos Amigos, frente a la Aduana despachaban chacolí rojo y unos vistosos capones de Vizcaya. En la Hostería de la Aurora, en la calle de Toledo, se preparaban pavos rellenos a 22 reales la unidad. Galdós en La Fontana de Oro menciona un establecimiento en el que se asaban, por Navidad, hasta cuatrocientos pavos y se vendían empanadas de perdiz y de liebre. Los jamones dulces gallegos, cocidos en vino, y los de Candelas eran muy renombrados. Un vecino de Lagartera vendía, en un puesto -armado en la calle de Toledo- chorizos, cecina de Extremadura, morcillas y lomo.
Eran días de privilegio para las galguerías. El público podía llevar a sus casas turrones de mazapán, canela, Berbería, Portugal, fresa, Alagón, Granada, frutas, limón, yema, manteca de nieve, guirlache y  crema de Chanttilly. Mesonero Romanos menciona los turrones traídos desde Toledo, Zaragoza, Jijona, Alicante, Valencia, Vitoria y Barcelona, además de los de Madrid. Los turrones de Zaragoza costaban entre cuatro y nueve reales la libra.  En una confitería de Cuchilleros se vendían confituras, almíbares  y dulces de guindas, fresas, cabello de ángel, borrajas, melocotón, grosella, membrillo, calabaza, batata de Málaga, perada, ciruela, albaricoques y cidra “a precios muy arreglados” y en frascos de vidrio.  También elaboraban limoncillos de Valencia y,  para comprar los famosos chocolates de Guayaquil y de Caracas, era aconsejable acudir a un local de la calle del Estudio. Eran también muy afamados los elaborados en Zaragoza y Aranjuez. En la lonja de la calle de la Abada vendían café fresco de La Habana.
Para vinos, licores y otros brebajes era obligada la visita a Los Andaluces donde se podía adquirir legítimo ron de Jamaica, vino de guindas, manzanilla de Sanlúcar, “tintilla añeja” de Rota y Pedro Ximénez junto a vinos de Jerez –pajarete, seco, lágrima y moscatel- Málaga, Burdeos y Champaña. Esta casa también comerciaba con aguardientes, nacionales o extranjeros, y ginebra. En una lonja de ultramarinos de la Puerta del Sol, se vendía la botella de champán a 36 reales, el triple de lo que se pagaba por una de Jerez seco. En una botillería de Preciados, se servía vino caliente. En la calle de la Luna había un almacén en el que se vendían, además de aguardiente de Francia y marrasquino, vinos de Cariñena y Peralta, Oporto y Madeira.

jueves, 6 de diciembre de 2018

UN DIPLOMÁTICO ESPAÑOL EN PEKÍN (1868)




“Paréceme que estoy viendo á. V.M. al lado de su augusto esposo y acaso rodeado de toda su Real Familia, leyendo estos garrapatos de su leal Quevedo, escritos a tantos millares de leguas de distancia y con tantas regiones y mares intermedios”. Así comenzaba la carta, enviada a Isabel II, de don Heriberto García de Quevedo, ministro residente del Reino de España en China, con representación además en Japón y Cochinchina. Escribía a inicios de junio de 1868 y lamentaba la muerte del general Narváez. Hombre de convicciones moderadas y monárquicas, alababa desmedidamente a González Bravo entonces nombrado presidente del Consejo de Ministros: “este hombre público reúne a una grande iniciativa, una de las mayores inteligencias de nuestra patria”. Aunque don Heriberto pensaba que “estar en China es poco menos que estar en el limbo”, no carecía de información veraz sobre los malos tiempos que se avecinaban para el Trono.  Proclamaba ante la Reina que “si bien conozco mi pequeñez e insuficiencia; pero en las convulsiones que pueden sobrevenir, un súbdito leal y decidido nunca está de más y sobre todo mi corazón me arrastra hacia allí y jamás me consolaré de no haber estado cerca de V.M. si su Real Persona o la Dinastía corren algún peligro”. A Doña Isabel debieron de parecerle estas palabras tan agoreras como, pasado el tiempo, clarividentes pues tres meses más tarde partía camino del destierro. Sin embargo, continuaba don Heriberto, bien valía la pena la lejanía si se podían prestar servicios en China, Japón y la Cochinchina, útiles para la presencia española en Filipinas “y a otros muchos de los dominios de V. en ambos mundos”. Aquí comenzaba el diplomático, a narrar los problemas de la representación española en Extremo Oriente. No deja de producir cierto asombro que se padeciesen estas carencias cuando España contaba con intereses de primer orden en la zona, debido a sus posesiones en Filipinas y en el Pacífico. Conviene tener todo esto muy en cuenta para explicar la modesta política exterior española del siglo XIX. Los achaques padecidos eran “del tipo y modelo que los franceses llaman intenables, lea V.M. insostenibles”. El primero era la falta de una residencia en propiedad para la legación española en Pekín. Era imperdonable, afirmaba,  que se tuviese que habitar una casa de alquiler, en comparación las legaciones de Francia, Inglaterra, Prusia y Rusia que contaban con magníficas sedes. Bien podría comprarse una “aunque sea muy modesta”, decía, pues “China toda persona decente vive en casa propia y redunda en desprestigio de la Representación de V.M el vivir en casa alquilada”. Además, pronto habría que ceder el inmueble, por razones que no precisa en la carta, ante la inminente llegada de los representantes de Estados Unidos, sin que hubiese en Pekín otra medianamente aceptable para alquilar. Otro obstáculo que produce asombro era el desconocimiento del idioma por parte de la representación española. García de Quevedo recordaba con cierto pesar lo padecido  en una visita del Príncipe Kong, nada menos que Presidente del Consejo de la Familia Imperial y del Consejo de Ministros, dignatario de gran poder en la política del Imperio, acompañado por dos miembros de su gabinete. El Príncipe, como era de esperar, no sabía una sola palabra de español y don Heriberto estaba en igual situación respecto al chino ya que reconocía: “yo ignoro completamente este idioma”. Por la fotografía que se adjunta se podría decir que el Príncipe Kong no debía de ser hombre de muchas bromas ni especialmente llano en el trato. Obtenga el lector sus propias conclusiones.

Tuvieron que recurrir a un intérprete. Sólo Dios sabe de dónde saldría y qué traduciría. Tampoco sabía chino, justo es decirlo, el predecesor de García de Quevedo, llamado don Sinibaldo de Mas y a pesar de sus numerosos años de servicio en el Imperio del Centro. García de Quevedo era tajante al denunciar esta situación: “aquí no hay ni en la Legación ni en los consulados un solo español que entienda debidamente esta difícil lengua”. Menciona a un señor llamado Aguilar, cónsul general en Macao que “apenas puede chapurrearlo” y al que desenmascara sin piedad pues “causa en verdad maravilla que por tanto tiempo haya traído engañado al Gobierno con sus pretendidos conocimientos del idioma chino. A mi me consta que aun tienen al señor Aguilar en el Ministerio por eminente sinólogo y es positivo que ni siquiera puede leer el chino” y citaba a don Francisco de Quevedo “si quieres saber el griego, di que lo sabes y es probado”.



________________________________

 *La carta se conserva en el Archivo de la Real Academia de la Historia, está fechada a seis de junio de 1868.

lunes, 26 de noviembre de 2018

MORTAJAS DE CABALLEROS

A veces, cuando iban a amortajarlos, bajo los tafetanes y los paños finos encontraban cilicios y estameñas que, en silencio, habían vestido durante años. Así, don Juan Manuel, señor de Belmonte de Campos, guarda mayor de Juan II, mandó en 1459 ser enterrado con el hábito dominico “que trage toda mi vida”.
__________________
 Un extracto de su testamento en Documentos sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, eds. M.A. Ladero Quesada y C. Olivera Serrano, Universidad Carlos III de Madrid, 2016.

domingo, 11 de noviembre de 2018

SAN MARTÍN

Día grande del santoral medieval, último cobijo, con su veranillo, antes de los rigores de la estación, paso obligado en el camino hacia la Nochebuena. Su día iniciaba, antes de la reforma del calendario y según algunos estudiosos, la Cuaresma invernal, un período de purificación que terminaba en Navidad. Somos devotos de San Martín por su cortés acción de compartir su capa con un pobre, aterido de frío por hielos de otro tiempo. En su gesto está marcado el camino a seguir por todo caballero cristiano.

jueves, 8 de noviembre de 2018

NOVIEMBRE DE 1636

Escribía Quevedo, desde La Torre de Juan Abad al duque de Medinaceli, el 24 de noviembre de 1636:

"Aquí hace tiempo ciego, que es menester luces á mediodía, Ni han sembrado ni pueden, ni ay pan, los más lo comen de cebada y centeno; cada día traemos pobres muertos de los caminos, de hambre y desnudez. La miseria es universal y ultimada".

miércoles, 31 de octubre de 2018

DE ILUSTRADOS Y SEPULTURAS



En 1792 se editó en Pamplona, en la imprenta de Ezquerro, una obra titulada Nueva instancia a favor de los cementerios contra las preocupaciones del vulgo, escrita por el capuchino Ramón de Huesca, calificador del Santo Oficio y socio de mérito de la Real Sociedad Aragonesa. Se sostenía en sus páginas la necesidad de construir cementerios fuera de las poblaciones para mayor beneficio de la salud pública y, de esta manera, dejar de enterrar a los difuntos en los templos y demás espacios sagrados dentro de los cascos urbanos “sin perder de vista la disciplina de la Iglesia, el respeto y decoro debido a los cadáveres y la comodidad de los fieles en los sufragios y oficios de caridad que prestan a sus hermanos difuntos”. El autor alegaba, a su favor, diferentes autoridades y precedentes históricos, aparte de las razones derivadas de la Ciencia, las Luces y el espíritu de su tiempo. 

Decía el padre capuchino: “todos hemos experimentado en las Iglesias en que son frequentes los entierros un ambiente desapacible al olfato en vez de la suavidad de los inciensos y aromas ofrecidos al Altísimo” y “tanto es el hedor a veces que la hace inaccesible é inhabitable [...] respiramos en ellas un ayre impregnado de efluvios fétidos que exalan los cadáveres expuestos a la vista de todos antes de enterrarse”. Acompañaba lo expuesto con una generosa relación de detalles macabros que no reproduciré por no ser morboso ni cenizo. Según fray Ramón, de estos aires infectos procedían todo tipo de fiebres y enfermedades “no pocas veces epidémicas y contagiosas”. 

Cita casos concretos para fundamentar su tesis. Como el ocurrido en 1792, con motivo de una misión de los padres de la Congregación de San Vicente de Paul en Huesca, en San Lorenzo, una iglesia “honda, húmeda, rodeada de casas y poco ventilada” y “donde son freqüentes los entierros”. En esa ocasión hubo muchos desmayos cuya causa fue atribuida a las sepulturas y “día hubo que llegaron a veinte, y muchos de ellos al principio y a mitad del sermón quando no podían atribuirse al terror concebido de oir exemplos espantosos”. Se produjo incluso la muerte de una doncella de dieciocho años llamada Manuela Otto y administraron la Santa Unción a muchos en la misma iglesia o en casas vecinas. Médicos, físicos “y sugetos ilustrados” de Huesca coincidieron en que estos percances y desgracias se debieron a “las emanaciones cadavéricas que con el calor del gentío debían fermentarse y exhalar con abundancia”. Nada sabían entonces de bacterias ni de virus o de las causas reales de la muerte mencionada. 

Las polémicas fueron muy enconadas entre los partidarios de enterrarse a la antigua, los grandes reaccionarios en materia funeraria, y los modernos, partidarios de enviar a extramuros a los difuntos. Hay, tras todo esto, un cambio en la actitud ante la muerte. El mundo tradicional, el viejo orden, tiraba todavía mucho y el propio autor mezclaba posiciones de indudable modernidad con otros anclados en la tradición. Así, frente al temor de no ser enterrado en sagrado, el capuchino desmentía rumores y garantizaba que los nuevos cementerios serían también tierra bendecida “donde gozan los cuerpos de la misma seguridad contra los espíritus malignos, y las almas de todos los sufragios que se ofrecen por ellas, no menos que aquellas cuyas cenizas descansan junto al altar”.


domingo, 21 de octubre de 2018

SOLEDADES Y PASTOREO

"La independencia del pastor -hijuela de la sobriedad- engendra su sed de mando, su afán de señorío o, por circuitos misteriosos, el misticismo ascético, los anhelos de eternidad. Porque si es verdad que el pastor -aunque necesite poco-no renuncia gustoso a la presa inmediata, ni supera abnegado la fruición de la rapiña, ni aplaca la ferocidad propia de los combates donde recogiera botín, no es menos cierto que el pastor nómada, llevándolo todo consigo vive insociable o solitario, desligado del suelo, del curso de las horas y el trato de los hombres".

Ramón Carande, "La economía y la expansión ultramarina bajo el gobierno de los Reyes Católicos", en 7 estudios de Historia de España, 1969

domingo, 14 de octubre de 2018

DE CAZA CON EL BARÓN DE CORTES

En 1876 el barón de Cortes publicó Recuerdos de caza: apuntes de cartera, bosquejos, descripciones, chascarrillos, peripecias, emociones, jactancias y consejos trasladados a la ligera, de la memoria al papel. En esta obra describió algunos episodios cinegéticos acaecidos durante los últimos años del reinado de Isabel II. Para el autor, unas jornadas de caza que estuviesen en gloria, con veinticinco o treinta cazadores, necesitaban los siguientes efectivos: entre treinta y cuarenta “escopetas negras” o cazadores de oficio, otros tantos ojeadores, suficientes perreros para las rehalas, leñadores para suministrar combustible a cocinas y lumbres, cocineros de estado con sus correspondientes pinches y galopines, rancheros para preparar las migas y cochifritos del personal subalterno, un hombre ducho en coser las mataduras de los perros, varios constructores de chozos, arrieros -encargados de suministrar cada día víveres frescos- mozos de cuadra para acémilas y caballerías y, por supuesto, no podían faltar “los pulidos, lustrosos y presumidos ayudas de cámara “ que acompañaban al señorío. Los cazadores, si no había mejor acomodo, dormían en tiendas de campaña. El Barón recordaba, en particular, una muy suntuosa, propiedad del marqués de Salamanca en la que podían desayunar, departir y almorzar hasta veinte cazadores con toda comodidad. Los chozos de factura antiquísima -de piedra, ramas y juncos- ubicados a cierta distancia, cobijaban a  la gente modesta, serreños y criados de escalera abajo. Cerca, las piezas abatidas colgaban de los árboles. Más cómodo, sin discusión, era ir de caza con alojamiento en buena casa de cal y canto,  pabellón o palacio. Prim organizó memorables monterías en su castillo de Retuerta de Bullaque. Estaba situado en la dehesa de El Cerrón, de 13.000 hectáreas,  comprada durante las desamortizaciones por la familia de su mujer, según Mariano Calvo y María Luz González. El viaje, desde Madrid a la finca, costaba tres días de camino. El Barón describe en su libro una de estas cacerías, celebrada tras la campaña de África. El General encargó a un pintor que reprodujese, sobre algunos lienzos, distintos momentos de aquella cacería y pidió a Milans del Bosch que escribiese una crónica sobre lo acaecido durante esos días de campo y caza. A la vuelta de los ojeos, recordaba el barón de Cortes, los cazadores disfrutaban de unas estupendas veladas para conversar, comentar aventuras y hasta, es muy posible, planear futuras operaciones políticas. Las cenas tenían lugar en un comedor “inmenso y cómodo” con una mesa “capaz de cuarenta cubiertos”, alumbrada con más de doscientas bujías. Después, decía, “nos íbamos a tomar el café y a fumar a la clásica cocina manchega, cuyo hogar estaba en el centro de una sala circular, rodeada de anchísimos y confortables divanes”. Eran tiempos de ostentación, riesgo y prosperidad en la España isabelina. Contaba el pabellón de caza, según los citados Calvo y González, con una bodega que albergaba más de trescientas botellas de vino, en su mayoría francés, que Prim mandó vender en 1866 para financiar sus actividades conspirativas. En las jornadas citadas por Cortes participaron O´Donnell, Ros de Olano, Milans del Bosch, el marqués de Campo Sagrado, Madoz y Carriquiri, entre otros. A lo largo de los años el castillo de Prim alojó asimismo a Castelar, Cánovas, Ruiz Zorrilla, Pavía, Sagasta y Romero Robledo. Una buena parte de la elite militar y política de su tiempo. Un detalle marcial: en ocasiones, el general Prim tocaba la corneta y su hijo el tambor para despertar, al rayar el día, a sus huéspedes.
_________________________
*Este artículo, escrito por el autor de este cuaderno, fue publicado en otro medio, ya desaparecido, hace unos cuatro años.



lunes, 8 de octubre de 2018

MERCED COMO ESPERA DE SUS REALES MANOS

Don Diego de Monroy fue regidor de Madrid y caballero de Santiago. Vivió durante el reinado de Felipe IV. Fue movilizado, al igual que otros hidalgos entre 1638 y 1642, para participar en distintas guerras. Don Diego empuñó las armas, en el fatal año de 1640, en la campaña de Cataluña, montado y armado a su costa y sin sueldo alguno “ayándose en todas las ocasiones de más riesgo como consta de sus certificaciones y aprovación de sus superiores”. En 1642, cuando seguía la Monarquía rodeada de enemigos y en guerra con media Europa levantó una compañía de infantería española “con gran gasto de su hacienda”. Hombre de linaje y poca hacienda se vio con hábito y pobre, por lo que pidió el favor del Rey. Ante otros, estos españoles del siglo XVII, se dejaban morir de hambre pero no ante su señor natural. 

Comenzó por solicitar una encomienda de la Orden de Santiago o, si no podía ser, una plaza de caballerizo real con sus gajes, un corregimiento u “otra cualquier cosa que Vuestra Magestad fuere servido con que remediar la necesidad que padece que es muy grande que, demás de ser obra de la grandeza de Vuestra Magestad, recibiera onrras, merced como espera de sus Reales manos”. Para dar más fuerza a su pretensión, don Diego recordó en su memorial los méritos de sus mayores y que, tanto él como su padre en el ejercicio de sus regidurías, habían votado a favor de la concesión de servicios y demás cargas “que fueron muchos y muy considerables” para financiar los grandes gastos de la Monarquía. No todos los regidores y caballeros veinticuatro habían sido tan obedientes y hubo cabildos municipales, como el de Jaén, a los que costó mucho convencer y doblegar para que transigiesen con más tributos. A veces se utilizaban las presiones y a veces también las mercedes para doblegar voluntades. Don Diego recordó al Rey que, a diferencia de otros caballeros, ellos nada habían recibido “y el suplicante padece gran necesidad”. No era cosa de conveniencia el seguir callado. No se lleve, sin embargo, el lector a engaño. Tras la supuesta pobretería de nuestro hidalgo es posible que no hubiese otra cosa que aprietos, deudas, bienes hipotecados con censos, falta de dinero en metálico y dificultades para llevar el estilo de vida que se consideraba apropiado para un noble. La pobreza era y es, siempre, relativa. Además, en la España del siglo XVII no se consideraba vergonzosa ni incompatible con la hidalguía. Los calvinistas, a los que lo de la hidalguía les importaba poco, pensarán de otra manera como es sabido. A cada cual lo suyo. El prestigio procedente del linaje permanecía mucho tiempo en la España de Velázquez, a pesar de los altibajos y los días de mejor o peor fortuna. 

domingo, 30 de septiembre de 2018

MERCADURÍAS JAPONESAS



El doce de noviembre de 1868 se formalizó un tratado de amistad, comercio y navegación entre España y Japón, a inicios de la Era Meiji. En el texto del tratado, aunque ratificado por el general Serrano como regente del Reino, constan como soberanos Isabel II, ya destronada, y el Tenno del Japón. Se firmó en Kanagawa. El plenipotenciario español fue don José Heriberto García de Quevedo que, además, representaba a España en el Imperio de China y en el Reino de Amman. La relación de honores y condecoraciones de este diplomático es digna de citarse: gentilhombre de Cámara con ejercicio, caballero Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, caballero de primera clase de la Real y Militar Orden de San Fernando, Gran Cruz de las del León de Zabringen de Baden, de la Orden de San Miguel de Baviera y de Federico de Wurtemberg y oficial de la Legión de Honor de Francia. Los plenipotenciarios japoneses eran Kuze Chiujo, Vice Chiji en el Ministerio de Negocios Extranjeros y oficial de 3ª Clase e Isaki Sai-yemon Hanji, también oficial de 3ª clase. No nos llevemos a engaño; en la simplicidad de estos títulos pueden residir los más altos honores pues cada mundo tiene su idea del protocolo y de los rangos. El primer artículo del tratado establecía: “habrá paz y amistad perpetuas entre S.M. La Reina de las Españas y S.M. El Emperador (Tenno) del Japón, sus herederos y sucesores así como entre sus respectivos dominios y súbditos”. No entraremos en más detalles sobre el acuerdo. Al menos por ahora, lo que nos atrae más del documento es lo relativo a los mercancías que se podían exportar o importar de Japón. Quedan establecidos en una tablas con los correspondientes derechos a los que estaban sometidos. La lista nos recuerda a las novelas de Joseph Conrad, que tanto apreciamos y de las que tanto hemos aprendido. Las mercancías, de las que sólo citamos una selección, no eran desconocidas para los navegantes españoles o portugueses. Es justo recordar que España todavía mantenía, desde los puertos de Filipinas, un consolidado y antiguo comercio con Oriente. Dejamos a juicio del lector la valoración y el estudio de la aplicación de estos artículos. 

Según el tratado, los españoles podían introducir en Japón: guincamp, gambier, gutagamba, goma de benjui, goma de sangre de drago, mirra, incienso, marfil y colmillos de elefante de todos los tipos, laca en barras, nuez de betel o areca, plumas de alción o pavo real, narval o dientes de unicornio marino, piedras de chispa, pieles de búfalo o vaca, pieles de tiburón, cascos y uñas de mamíferos y taféchalas.

Asimismo, los españoles podían comprar en Japón y cargar en sus buques, entre otras maravillas, las siguientes mercancías: aletas de tiburón, algas cortadas o sin cortar, awabi, conchas de awabi, alcanfor, casia (cañafistola o en flor), setas de todas las clases, cuernos viejos de ciervo, camarones y “langostines” secos y salados, cera vegetal, cera de abejas, corteza de peonia o botampí, chinang o ichío, huevas de gusano de seda, cair y filamentos de coco, papel para escribir, zarzaparrilla de china o bukrio, jibia, saki “o vinos y aguardientes del Japón”, seda en filadiz, capullos horadados de seda, capullos no horadados de seda, desechos de seda y capullos, soya o “salsa aromática de Japón”, té, té bautcha “siendo exportado de Nagasaki solamente”, tabaco en hoja, tabaco cortado o preparado, fideos y maderas de diversa naturaleza.


Estaban exentos de derechos el oro y la plata acuñados aunque los no acuñados, junto al cobre, eran monopolio del Estado japonés que se reservaba su venta mediante subasta pública. No se podían extraer del Japón cereales o harinas, tampoco salitre, fundamental para la fabricación de pólvora. Estaban sometidos a unos derechos del 5 % ad valorem los “artículos de París”, las armas y municiones de guerra, los corales, las piezas de cuchillería, los relojes y las cajas de música: también los telescopios e instrumentos científicos, las pasas de Málaga, el carey, el nácar y los nidos de pájaros.  Quedaban exentos de derechos, anclas, cadenas, cables y cordelería de abacá; también los recipientes para secar té y los cestos, los cereales y harinas, el carbón, los vestidos para extranjeros y el plomo para las cajas de té.  Se prohibía rigurosamente el comercio del opio.

domingo, 23 de septiembre de 2018

LA COSTUMBRE ESPAÑOLA



El rivalizar era entonces para dejar la derecha a los superiores, o la delantera al cruzar un paso o atravesar una calle. Al llegar a casa era obligado -como pide aún la costumbre española- invitar a todos los acompañantes a entrar en ella, a beber algo, lo que los demás debían rechazar con toda cortesía; entonces era forzoso acompañarles un poco más, todo entre corteses resistencias.

(Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media, 1ª Ed., española, 1930).

martes, 18 de septiembre de 2018

VOCABULARIO DE LA TRASHUMANCIA

Según Jules Klein, se llamaba ganado chamorro al que compraban los pastores trashumantes en sus largas rutas para venderlo en los mercados del camino. Estas reses eran de carne fina y lana basta. Se le daba también el nombre de ganado marchaniego cuando era propiedad del ganadero y no formaba parte, en sentido estricto, de los rebaños encomendados a los pastores. Covarrubias afirma, además, que chamorrar es esquilar burros, asnos y demás caballerías, tarea que se solía hacer por el mes de marzo.

martes, 11 de septiembre de 2018

DE LA CORTESÍA DEBIDA AL CLERO (1817)

En el tratado de urbanidad de Santiago Delgado de Jesús, editado en 1817, se enumeran las cortesías debidas a los sacerdotes. Siempre se les cederá en la vía pública, el mejor puesto o asiento y, por supuesto el lado derecho o la acera. Si el sacerdote iba acompañado de dos seglares se le reservaba el lugar central. Al hablar con ellos era obligado se mantener la cabeza descubierta hasta que el sacerdote, con insistencia, concediese la debida licencia para ponerse el sombrero. Se considera correcto besarle la mano siempre que lo permitiese. No es admisible tolerar, en ausencia de un sacerdote, palabras que lo desacrediten o desprecien o "contra el estado en general y sus establecimientos, leyes y autoridad; sobre ser descortesía general, se hace sospechoso en la fe". Se trata de un texto editado en pleno reinado de Fernando VII y esta última advertencia no es ninguna broma.

sábado, 8 de septiembre de 2018

EL MARQUÉS DE VALDEGAMAS Y LA DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL

El moderantismo español mantuvo una posición crítica hacia las desamortizaciones. No se opuso frontalmente a estos procesos pero tendió a templarlos y a obstaculizar su aplicación. En algún caso, desde las propias filas moderadas, hubo un rechazo abierto a estas medidas, como ocurrió con don Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas. Las desamortización eclesiástica, conocida como la de Mendizábal, en opinión de dicho personaje, fue funesta para los labradores y en general para los más pobres. Así lo expresó en su “Discurso sobre la situación de España”, el 30 de diciembre de 1850, que, según Julio Burell, contribuyó a derribar un gobierno. Donoso Cortés, reaccionario al fin y al cabo, idealizaba el pasado pero no dejaba de tener razón en buena parte de su análisis. La puesta en manos privadas de un enorme cúmulo de bienes raíces provocó, entre otras consecuencias, el hundimiento y la proletarización de una clase de labradores que habían sido, durante generaciones, arrendatarios de tierras de la Iglesia.  Fue el final de los censos, de un coste ínfimo para los labradores, y su sustitución por unos arrendamientos mucho más elevados que no todos podían pagar. Desapareció o se vio severamente reducida , en gran medida, una clase entera: la del labrador acomodado, también el pequeño propietario que alternaba la explotación de una modesta hacienda con el cultivo de una finca arrendada. Los desahucios y la ruina de muchos labradores originó el aumento de la mano de obra disponible con el consiguiente descenso de los jornales. Este hecho, es curioso, no suele reflejarse en los estudios de la España del XIX, quizás por el absurdo temor -después de casi doscientos años- a parecer condescendiente con el Antiguo Régimen. La expansión del latifundismo y el aumento de jornaleros pobres, tantas veces atribuido a las estructuras sociales llamadas -con cierta ligereza- feudales, se debió paradójicamente a la desaparición del viejo orden. Las reformas liberales eran necesarias y legítimas frente a un sistema que había claudicado frente a Napoleón pero no siempre se llevaron a cabo, en una España inmersa en la guerra carlista, con la rectitud y la serenidad debidas. Otra consecuencia, perniciosa para Donoso Cortés, fue la desaparición de muchas instituciones titularidad eclesiástica destinadas a la caridad y a la asistencia de los más desgraciados. La supresión de las órdenes religiosas fue, según su criterio, un duro golpe para los pobres pues, como afirmaba, no sin cierta exageración: “¿qué mendigo no tenía un trozo de pan estando abierto un convento?”. El cierre por decreto de hospicios, asilos, hospitales, hospitalillos y conventos, en los que se socorría mal que bien a la pobretería, fue un trágico disparate ya que no se había creado, previamente, una  beneficencia capaz de cubrir tal vacío. El desamparo de tantos dejados de la mano de Dios debió de ser pavoroso. El marqués de Valdegamas denunció también, como efecto de los procesos desamortizadores, la miseria padecida por buena parte del clero, el deterioro de la solemnidad debida a los oficios religiosos y el cese en la construcción de templos y demás edificios religiosos que había aportado, durante siglos, un medio de vida para muchos artífices y trabajadores.

domingo, 2 de septiembre de 2018

HACE DOS DÍAS

"De repente, sin pensarlo acaso, una brisa, una simple brisa, se ha llevado el verano. Y se lo ha llevado en plena estío, el último día de agosto."

Edgar Neville, "Una brisa de nada".

miércoles, 8 de agosto de 2018

LOS MAL PAGADOS TOROS DE DON VICENTE PERDIGUERO



Don Vicente Perdiguero era vecino de Alcobendas y ganadero de reses bravas cuando la invasión francesa. Vendió quince toros al Ayuntamiento de Madrid en 1808 “para obsequiar a S.M. Imperial y Real, el Emperador de los Franceses y Rey de Italia”. El precio total de las reses ascendía a 25.500 reales, a razón de 1.700 reales cada una. Era intendente de Madrid el marqués de Perales. Si bien, al final no hubo festejo en honor a Napoleón, los toros se emplearon en los regocijos por la proclamación de Fernando VII, entre el 26 y 28 de agosto de 1808. Todos estos datos los recogió en su día, así como los que siguen,  el estudioso y taurómaco don Higinio Ciría y Nasarre. No sabemos como se portaron los toros pero sí que su cobranza le supuso a don Vicente pesadumbres y quebraderos de cabeza sin fin. Mil gestiones, idas y venidas, escritos y súplicas, tuvo que poner en danza nuestro ganadero para recibir lo que, en justicia, era suyo. Exponía, además, que había sido expoliado por los franceses que le habían arrebatado las mulas de su labor, así como un número indeterminado de vacas y carneros. Un desastre. Por si no era bastante aportó -supongo que a regañadientes- tres toros más para unos festejos en homenaje a Napoleón por la Virgen de Agosto de 1815. Los concejos siempre habían pagado tarde y mal, desde hacía siglos, y cuandio la supervivencia de España estaba en juego, bien podía esperar el que había vendido, de buen o mal grado, toros para celebrar a los Bonaparte. Sepa, sin embargo, el lector que al final le pagaron en mayo de 1815.

martes, 31 de julio de 2018

OFICIOS PERDIDOS

Sobre oficios y paisajes sonoros perdidos. En 1791, año de muchas convulsiones en Francia, los caballeros veinticuatro de Jaén recibieron el ofrecimiento de un vecino de Alcalá la Real, y natural de Alfacar, en el Reino de Granada, para ejercer de clarinero o tamborilero en solemnidades y ceremonias. Contar con este adorno era algo que siempre quedaba bien. En poblaciones más modestas bastaba con una trompetilla de pregonero pero Jaén, cabeza de reino, obispado y con voto en Cortes, tenía que aspirar a otra cosa de más empaque. No sabemos si fue recibido por el Cabildo para desmostrar su arte a los regidores giennenses. Los imaginamos sentados en sus bancos, pelucas en sus graves cabezas, espadín al cinto juzgando imparciales los redobles y clarinazos.

lunes, 30 de julio de 2018

CADUCIDAD

Sobre la afición barroca por lo macabro. Sor María Jesús de Ágreda, monja famosa y consejera de Felipe IV, abría todos los días un arca, donde estaba depositado el cadáver de su madre. Así, meditaba sobre la muerte y la caducidad de las cosas del mundo.

domingo, 15 de julio de 2018

PLAGAS, DEVOCIONES Y EXVOTOS


Entre 1670 y 1673 hubo grandes plagas de langosta en España. Si bien, el santo protector especializado contra este flagelo era san Gregorio Ostiense, cada ciudad, villa y pueblo recurría a la advocación que consideraba más eficiente en caso de apuro. Citaré el caso del Santuario de Nuestra Señora de Alconada, en Tierra de Ampudia, en el corazón de Castilla. En esos pagos, durante los años mencionados, la langosta se presentó “cubriendo innumerables exercitos della los campos, dexandolos secos y agostados”. A pesar de todo, el entorno cercano a dicho santuario quedó libre de males. Para los naturales de allí, este hecho se debió a la intercesión de la Virgen de Alconada. En el libro del jesuita Juan de Villafañe, editado en 1740, del que tomo esta noticia, se describen los exvotos existentes en el templo en el que se venera esta advocación mariana, como prueba de la devoción que suscitaba, así cita: “la multitud de cuerpos, piernas, brazos, cabezas, ojos, pechos de plata, y cera, lamparas, alhajas, vestidos, retratos, y otros adornos que ya penden de sus sagradas paredes, ya se guardan y sirven assí para vestir, y adornar la Santa Ymagen como para el ministerio de los Altares”.


viernes, 13 de julio de 2018

LA PREGUNTA

"Y discurriendo por todos los estados, decía: Mujercica, ¿cómo puedes vivir sin oración? Labradorcico, ¿cómos puedes vivir sin oración?".
___________________
Fray Luis de Granada (1504-1588), Vida del venerable maestro Juan de Ávila.

domingo, 8 de julio de 2018

CHULERÍA DEL SIGLO XVII



Una nota sobre individuos irascibles y violentos del siglo XVII. No siempre se trataba de fanfarronerías, se recurría a la espada o a la daga por una una mirada descarada,  por una palabra de más o por un gesto de dudosa interpretación. La paciencia no era virtud admirada o aplaudida en ciertos casos. En El Bayle del zapatero y el valiente, de Francisco de Monteser, publicado en Zaragoza, en 1676, aparece un valiente que advierte a un zapatero:

" Ni se ve, no se lo han dicho, / que soy jaque jubilado, / y que compré un ciminterio / para enterrar lo que mato".
_________________
*Quedan cerrados y aplazados los valiosos comentarios de los lectores hasta que pasen estos calores y acorten los días. Tiempo tendremos, si Dios quiere, de reanudar tan ilustrada tertulia.

domingo, 1 de julio de 2018

TENSIÓN EN EL ESTADIO

No entiendo nada de fútbol, quede claro. Referiré, dentro de nuestra colección de antiguallas, el relato de lo ocurrido en un par de encuentros, cuando el fútbol era un exponente de modernidad y poetas surrealistas o escritores de distinta obediencia les dedicaban poemas y ensayos. A finales de septiembre de 1916 hubo en Madrid un partido entre el Atlhetic -supongo que se refiere al de Bilbao- y el Sporting de Gijón. Los primeros fueron derrotados por dos goals a cero. Sin embargo todo quedó ensombrecido, según un cronista deportivo de Gran Vida que narró lo siguiente:

 "un espectáculo lamentable presenciamos la tarde en que se celebró este partido,y de ellos son culpables los que no saben ocultar su apasionamiento. Parte del público estaba en contra del referée y se oían voces que dejaban muy mal parada la educación. Estas voces fueron contestadas por los contrarios más groseramente y poco faltó para que lo que se anunció como un partido de fútbol se convirtiese en una batalla campal, o en un match de boxeo. No les vendría mal a algunos señores tomar antes de ir a presenciar los partidos una taza de tila. No digamos ahora que son los GOLFOS [con mayúsculas en el original]  los que arman broncas. No, son gente bien vestida la que promueve estos escándalos y no estaría de más que el Director de Seguridad enviase los días de partido algunos agentes para evitar estos incidentes"*.
______________
*Gran Vida, 1-10-1916: La misma revista, el 1 de enero de 1917, relataba otro encuentro entre el Racing y el Atlhetic en el que al final hubo "su miaja de boxeo".

_________________________
*Gran Vida, 1-10-1916.

domingo, 24 de junio de 2018

COMER COMO UN POBRE DEL 98

Lo que se aprende con la lectura de Pío Baroja: había fondas en las que se servían pucheros hechos con huesos de incierta procedencia. A los huesos se les raspaba la poca carne que conservaban y se mezclaba con tomate. Los garbanzos* se ablandaban con bicarbonato aunque a veces estaban duros como perdigones. Había también figones de mendigos donde servían tajadas de bacalao y gallinejas. Nada que objetar. En las tabernas se podía disponer de un plato de cocido por unos pocos reales. También estaba la posibilidad de recurrir al rancho sobrante de los cuarteles.
___________________
* Con el paso del tiempo he escrito varias entradas en las que aparecen los garbanzos.

jueves, 21 de junio de 2018

JUNIO



Y escuchamos a los faunos que reñían a Proteo
       entre el olor a heno en los olivares,
Y a las ranas croando a los faunos, 
       en la media luz.


(Ezra Pound, Canto, II.)*
_____________________________

Traducción: José Vázquez Amaral.

martes, 19 de junio de 2018

DON JUAN DE HOURCADA (1809)

El señor don Juan de Hourcada* era de origen francés. Había llegado a Jaén hacia 1760, con pocos años. La emigración francesa fue muy frecuente en la España de los siglos XVII y XVIII. Muchos de este origen consiguieron, mediante el honrado comercio y el ejercicio de diferentes ocupaciones, acceder a una posición desahogada y respetada. Éste fue el caso de nuestro personaje pues se labró una vida apacible durante la relativa prosperidad de los años de Carlos III y Carlos IV.  

No debió de recibir con alegría el inicio de la guerra contra Napoleón. Naturalmente, no faltaron afrancesados entre los de esta procedencia pero no vemos a don Juan de Hourcada como un peligroso agente bonapartista. Su situación quedó muy comprometida al ser “comprehendido en la Real Orden que manda se custodien y aseguren los nacionales franceses”. O lo que es igual: había que vigilarlo y tenerlo a buen recaudo por ser su naturaleza francesa. Su hijo, don Pedro Hourcada, un cura español de 1809, un señor párroco de Huelma, escribió a la Junta Territorial de Jaén, postrado a sus pies, con lógica preocupación. Comprendía el clérigo la medida

“animado de los justos sentimientos de que lo está mi amada Patria, venero tan sabia resolución, pero me es imposible aogar en mi pecho la inevitable aflicción, que causa a su hijo ver a su inocente padre en tan triste situación”. 

Pero no era pertinente aplicar tales rigores a su padre, del que reivindicaba su trayectoria personal, con más de cuarenta años de residencia en la ciudad de Jaén, donde estaba la sepultura de su abuelo y de la que, además, “había recibido todos los beneficios para sostener una numerosa familia”. Contaba el sospechoso con más de sesenta años -lo que se consideraba una avanzada edad- estaba casado, tenía tres hijas doncellas y no estaba muy sobrado de hacienda. Garantizaba nuestro párroco, por supuesto, que su padre era “un fiel vasallo que llora conmigo la desgracia de nuestra Patria; que está convencido de la tiránica opresión que intenta nuestro enemigo”. Desconozco lo que fue de don Juan Hourcada, es posible que la Junta de Jaén atendiese el ruego del hijo y que no aplicase con severidad la disposición ya que, en el momento de escribir tal ruego, estaba en libertad. 
______________

*Una apreciación más, en especial para los estudiosos de las antigüedades giennenses: estos Hourcada deben de ser los Forcada que, en el siglo XIX, emparentaron con los Bonilla, una familia muy principal en la ciudad, sobre todo durante el período de la Restauración.

viernes, 15 de junio de 2018

ESCIPIÓN AL ALBA


Tito Livio escribió sobre Escipión y recordó que, desde que vistió la toga viril, lo primero que hacía todos los días era “dirigirse al Capitolio y una vez dentro del templo, sentarse y pasar el tiempo allí retirado, ordinariamente a solas”*. Atribuían a afectación lo que era meditación y oración.
__________________
Historia de Roma, XXVI, 5-6.

miércoles, 13 de junio de 2018

DE LA COMUNIÓN FRECUENTE EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

En los siglos XVI y XVII no siempre se veía con buenos ojos la comunión diaria. Fue una práctica desaconsejada, entre otros, por san Juan de Ávila. Con tres o cuatro veces al año, decía, era más que suficiente para la gente corriente y advertía con claridad: "no les suelte la rienda a comulgar quantas vezes quisieran; que muchos comulgan más por liviandad que no por devoción y reverencia". También mantenían gran reserva al respecto las Constituciones Sinodales de Jaén de 1624. Recibir la comunión con demasiada asiduidad, sin ser clérigo, podía ser indicio de erasmismo, iluminismo, quietismo e incluso luteranismo. O, sencillamente, de tomarse demasiado a la ligera lo más alto.  San Ignacio de Loyola recomendaba en sus Ejercicios Espirituales la comunión frecuente - cada ocho días- aunque no sin un riguroso examen de conciencia y una estricta disciplina de los sentidos y potencias del alma. Estas prudentes recomendaciones no le evitaron cuarenta y dos días a la sombra y tres interrogatorios del Santo Oficio, durante su estancia en Alcalá de Henares, entre marzo de 1526 y junio de 1527. Y estar bajo la vigilancia de los señores inquisidores no era broma de muchachos ni asunto para tomar a risa. Constantino de la Fuente, acusado de luteranismo, también defendía la frecuencia en la comunión. Marcel Bataillon menciona, además, la inclusión en el Índice de 1559 de unos manuales de comunión frecuente. Ya a finales del XVII, Miguel de Molinos, perseguido y encarcelado por sus proposiciones quietistas, recomendaba en su Guía Espiritual la comunión diaria para alcanzar la paz interior y la perfección pues es "medicina que sana los defectos y aumenta las virtudes".

jueves, 17 de mayo de 2018

RAYOS DE METAL Y TREMENDISMO BARROCO

Sor Martina de los Ángeles y Arilla, fue una monja aragonesa, que vivió entre  1573 y 1638. Antes de tomar estado como religiosa "buscaba cuerdas para disciplinarse". Pasado el tiempo, esto le parecía poco y "algo mas crecida usó de cadenas que llevaba ceñidas a la carne; de rallos de metal, ajustados al pecho, con que se atormentaba, y afligia sin piedad". Después, ya en la vida conventual, se hizo de otros artilugios espantosos y se aplicaba unas mortificaciones que "se erizaban solo de oirlas las religiosas". Sus hermanas de orden y claustro, imagino, estarían acostumbradas a asperezas de toda naturaleza, pero lo de sor Martina debía de sobrepasar lo conocido por ellas. Así lo recogió fray Andrés de Maya, en la hagiografía que escribió sobre la monja y que se publicó en Madrid, imprenta de Juan de Villanueva, en 1712. No caigamos, sin embargo, en intepretaciones grotescas, propias de folletín anticlerical, subido de tono y de mal gusto. La mentalidad de sor Martina parece precursora de las extravagancias devocionales y excesos barrocos que tanto proliferaron en el siglo XVII y en buena parte del XVIII.

lunes, 7 de mayo de 2018

ESTRADOS

El Diccionario de Autoridades (1739),  definía el estrado como “el conjunto de alhajas que sirve para cubrir y adornar el lugar o pieza en que se sientan las señoras para recibir las visitas que se compone de alfombra, taburetes o sillas bajas”. Existía también la costumbre de que las mujeres se sentasen a la morisca, sobre grandes cojines. Cuando la estación lo requería, el suelo se recubría de esteras de junco como las que había, según Galdós, en Palacio, en la antecámara de las habitaciones de Fernando VII. Al entrar el otoño, las salas se recubrían de tapices. En el Entremés de la hidalguía, de Francisco de Monteser (1620-1668), se menciona el estrado como estancia propia de señoras principales. Trata la obra sobre un casamiento desigual entre una hidalga y un labrador rico. No debieron de ser raros en la España del siglo XVII y XVIII. El autor defendía, con criterios muy conservadores, que cada uno enlazase con los de su estado y se evitasen confusiones estamentales que no traían nada más que suspicacias, desabrimientos y desdenes. La hidalga exigía, para el mantenimiento de su rango y lustre, contar con dueña, esclava, enana, monillo, chocolate, tocador y, por supuesto, estrado para recibir visitas de cumplido y merendar en honesta conversación.

jueves, 3 de mayo de 2018

AMARGAS DULZURAS



"Acá en este mundo cien mil desventuras,
cuidados, fatigas, trabajos y daños,
robos y muertes, maldades, engaños,
passiones, tormentos, pesares, tristuras,
plazeres amargos, amargas dulçuras,
descontentamientos y desesperanças,
falsas firmezas de varias mudanzas,
deleytes que cuestan cien mil amarguras"

Juan del Enzina, "A la dolorosa muerte del Príncipe Don Juan, de gloriosa memoria, hijo de los muy católicos Reyes de España, Don Fernando el quinto, y Doña Ysabel, la tercera desde nombre" (465-472)

domingo, 29 de abril de 2018

EMPANADAS

Nuestros antepasados eran muy aficionados a las empanadas. Las había de distinta calidad y de los más variados ingredientes. Inspiraban, sin embargo, desconfianza por la naturaleza de su relleno, que bien podía proceder de acémilas y de otras reses nada apropiadas para el consumo humano. También de despojos pasados de fecha. No entremos en detalles innecesarios. En El entremés de los coches de Sevilla, se mencionan unas empanadas elaboradas en una venta con carne de borrico que hacían pasar unos venteros sinvergüenzas por ternera o lamprea. La adobaban generosamente con sal, orégano y pimienta y, así, la camuflaban y endosaban con impunidad al pobre viajero. El desaprensivo ventero decía: “y aunque un viernes dixe / que eran/ de lamprea de Vizcaya/ rebuznaron las lampreas”. Doble pecado el suyo: además de engañar a los clientes, rompía la vigilia que, en aquellos días, se cumplía rigurosamente. En tan desaconsejable establecimiento, entre otras villanías, se recurría con alegría a la carne de grajo -que debe de ser de horrible calidad- para cocinar empanadas que servían, y cobraban, como si fuesen de perdiz o palomino. En la segunda mitad del siglo XVII,  Martínez de Mata, en sus memoriales acusaba a los franceses que ejercían de bodegoneros, figoneros, salchicheros y regentaban casas de trato, mesones y ventas, de servir a los huéspedes y clientes “las carnes muertas que hallan en los campos y muladares de todos los animales inmundos”. El arbitrista, como es sabido, sentía gran hostilidad hacia los del reino vecino con los que, además, estábamos los españoles en guerra. Otra noticia más: en 1636 murió en Madrid el marqués de Jabalquinto, en día y medio tras cenar unas empanadas, beber “muy frío” -vino o agua helados con nieve- y “sobre esto habiendo tenido parte con una su amiga”. Dejémoslo ahí y que Dios lo haya perdonado.

jueves, 26 de abril de 2018

SOBRE PASTORES Y TRASHUMANCIA

Siempre fui muy aficionado a las cosas del pastoreo y al mundo de la trashumancia. Tengo yo recuerdos muy lejanos al respecto, de cuando llegaban los rebaños a la dehesa de mi abuelo, a Navalcardo,  procedentes de las sierras de Cuenca, Teruel y Guadalajara. Eran los años sesenta y los primeros setenta. Me sentaba yo con ellos, cabe la lumbre, en un escabelillo de corcho. Eran muy serios y de expresión grave. Pocas veces he estado, a lo largo de mi vida, en mejor compañía. Afuera, en navas y collados, invernaban las ovejas, resonaban las esquilas y husmeaban los lobos. Ahora, la prestigiosa Fundación Joaquín Díaz, tiene a bien publicar, en su Revista de Folklore, un artículo que he escrito sobre pastores trashumantes en Vilches, provincia de Jaén, entre los siglos XVII y XIX.  Atentos a sus nombres, fueron testigos de la España antigua. Les dejo el enlace por si les interesa.
https://funjdiaz.net/folklore/pdf/rf434.pdf

miércoles, 25 de abril de 2018

SANTA TERESA Y LAS PLUMAS BIEN CORTADAS (1577).

Ni la santidad tiene que estar relacionada con el desaliño y los lamparones, ni el escribir sobre las más altas y profundas cuestiones impide elegir bien el material de escritorio. En 1577, estante en Toledo, santa Teresa, escribía lo siguiente a su hermano, don Lorenzo de Cepeda, entonces en Ávila:

"Antes que se me olvide, como otras veces, mande vuestra merced a Francisco que me envie unas buenas plumas cortadas, que acá no las hay buenas, y me hacen disgusto y trabajo".

lunes, 16 de abril de 2018

MIRLOS

“A mí me parece que el canto del mirlo libre, chantre en la catedral de la Naturaleza, es tan sonoro musical y solemne, que, en España sólo al del ruiseñor cede en belleza. Es imposible describirlo con meras palabras escritas. Debe oírse y escucharse, sobre todo por la mañana temprano y al atardecer, en parques y jardines, o mejor aún en el campo.”

(Valentín García Yebra, El buen uso de las palabras, 2003).

Aquí los tienen ustedes, gracias a Carlos de Hita.



jueves, 12 de abril de 2018

DE COCINA DECIMONÓNICA (1826)

Don Mariano de Rementería y Fica precisó en el Manual del cocinero, cocinera y repostero (1826) el tiempo de conservación de diferentes piezas de caza. Recomendaba, con buen sentido, que tuviesen siempre el menor contacto posible con el aire, el calor y la humedad. Otra cuestión eran los períodos en que podían estar colgadas en alacenas y cocinas antes de ir al puchero, la sartén o el horno. Estos períodos eran más cortos en verano y más dilatados en invierno. No me atrevería yo a apadrinar tales sugerencias pues parecen muy largos buena parte de los plazos propuestos por don Mariano, a pesar de lo fríos que fueron los inviernos del siglo XIX. Así, dice que los gallos monteses (¿urogallos?), podían conservarse entre seis y catorce días; los jabalíes, entre seis y diez días; el ciervo, entre cuatro y ocho días; las liebres, de tres a seis y las perdices, de dos a ocho días. Aconsejaba, además, eviscerar las piezas y rellenarlas de trigo, cubrirlas con dicho cereal y no desplumar las aves. Para la conservación de las criadillas sugería una engorrosa técnica sólo justificada por una probada afición a la casquería: envolverlas en papel encerado, depositarlas en un puchero de barro, guardarlas en sitio fresco y aquí viene lo incómodo: "siendo preferible la cueva o el fondo de un pozo". Aunque siempre era posible mandar a un criado, mozo o propio a realizar esta misión. Es lo que probablemente habría hecho el señor Pickwick que vivió en esos años. Don Mariano recomendaba, además, las ancas de rana para cocinar “caldos y sopas para los enfermos y convalecientes” y otros platos “si no hubiese un natural disgusto por estos animales lagunosos”.

lunes, 9 de abril de 2018

LOS RECORTES DE LOS PROGRESISTAS (1848)

"Los acreedores del Estado que ven absorbidos los cuantiosos productos de las contribuciones y rentas en el abismo de las enormes obligaciones corrientes dejando tras sí un espantoso déficit anual, continuamente acumulado, presagio de una bancarrota cada día más cercana. Jamás podrá la nación echar de sus hombros la carga de la deuda que la agobia, si no empieza por reducir sus excesivos gastos".

(No es de Hayek o de Milton Friedman, sino de un manifiesto de la izquierda liberal española, en concreto del Partido Progresista. Fue publicado en La Nación en agosto de 1848.)


viernes, 6 de abril de 2018

ENCARGO DE UN ÓRGANO (1610)

Manuel López Molina recoge en sus investigaciones * un contrato entre los agustinos de Jaén y Martín Alonso de Aranda, vecino de Córdoba. Era éste un reputado maestro de hacer órganos. El encargado por los frailes tenía que medir siete palmos y ser “de tono natural y ajustado con los instrumentos de los ministriles y ha de llevar cinco mixturas que son: flautado y octavas abiertas; y de medio juego para arriba dos cañones de las dichas octavas por punto, y otra mistura de docenas y otra de quincenas duplicadas, y otra de flautas” y, todas estas mixturas, “con los registros partidos”. Además, además se montaría la caja del órgano con “madera seca, enjuta y fuerte, con sus puertas y llave con que se encierre todo. Y el secreto sería de madera enjunta de borne”. Queden para los expertos y conocedores las conclusiones que puedan establecerse con estos detalles que sospecho valiosos. El órgano sería fabricado en Córdoba y se debía entregar a los agustinos cuatro meses después de la firma de la escritura que tuvo lugar el cuatro de mayo de 1610 ante el escribano Francisco Cachiprieto. Tenía que estar a punto para el día de San Agustín, a finales de agosto, con el objeto de dar esplendor y solemnizar un día grande para la Orden. El precio ajustado fue de 100 ducados. Junto a esta suma, el artífice recibiría un realejo -un órgano pequeño y manual- que era de los frailes agustinos.
_________________________
*Los datos, junto a otros referidos a órganos, en el libro de Manuel López Molina, que yo tuve la fortuna de prologar,  Vida y mentalidades en el Jaén del siglo XVII, Jaén 2005.

lunes, 2 de abril de 2018

VOLUNTARIOS (1895)


Son oficiales del Ejército Español en la Guerra de Cuba. Sirvieron en la 3ª Compañía del 1º Batallón de Cazadores de Cárdenas. Su aire, serio, recuerda a otros tiempos, muy anteriores al final del siglo XIX. Hay gestos que expresan actitudes que se creían olvidadas. Están ahí, soterradas, y aparecen cuando menos se espera. En el fondo, nada se pierde del todo.


Sus nombres: capitán, don Leandro Ruiz; primeros tenientes, don Ramón Díaz y don Pedro Hoz; segundos tenientes, don José Mier y don Eugenio Bango.
____________________
Fotografía: de JG Busto, Cárdenas. Procede de los fondos de la Biblioteca Nacional de España. Sujeta a una licencia Creative Commons.

jueves, 29 de marzo de 2018

EL CULTO A LA AGONÍA DE LA MADRE (UNAMUNO)

“Hay en mi patria española, en mi pueblo español, pueblo agónico y polémico, un culto al Cristo agonizante; pero también le hay a la Virgen de los Dolores, a la Dolorosa, con su corazón atravesado por siete espadas. Que no es propiamente la Pietá italiana. No se rinde culto tanto al Hijo que yace muerto en el regazo de su Madre, cuanto a ésta, a la Virgen que agoniza de dolor con su Hijo entre los brazos. Es el culto a la agonía de la Madre.”

Miguel de Unamuno, La agonía del Cristianismo, 1924.

domingo, 25 de marzo de 2018

SOBRE LAS PALMAS DEL DOMINGO DE RAMOS EN EL SIGLO XVII

En los libros de fábrica del archivo parroquial de Vilches, en la provincia de Jaén, consta el pago de las palmas para las procesiones del Domingo de Ramos. Se recogen dieciséis años, entre 1658 y 1694. El coste total fue de 898 reales. Las partidas corresponden a períodos de cuatro o cinco años, las más bajas fueron de 213 reales y las más elevadas llegaron a los 375. En resumen, unos 55 reales por año. No estaba mal ni era poco. Salvo en 1662, en estas partidas no se incluyen los ramos de olivo que quizás eran regalados por los labradores o cada uno lo aportaba por su cuenta.

viernes, 23 de marzo de 2018

BOTAS, ODRES Y BOTILLOS

La bota va y viene por el área de España y por los espacios de la Historia, decía Azorín, que escribió sobre curtidores, zurradores, guarnicioneros, talabarteros, boteros, odreros, guadamecileros y pellejeros. Gracias a sus páginas sabemos que los pellejos de mayor capacidad eran las odrinas y los de menos el botillo. Azorín encontraba esta explicación al uso y difusión de las botas, odres y demás:

"España es un país quebrado, montuoso. Hay en España caminos reales, o carreteras, y hay caminos vecinales  y caminos de herradura. Por los de herradura sólo pueden transitar las caballerías aisladas o recuas. Oficio también nacional es el de recuero, trajinero o cosario. Ninguna vasija más apropiada para ser conducida a lomos de macho, por quebradas y puertos, por cotarros y caminejos torcidos y pedregosos que la vasija de cuero."

Y sigue: "Quedamos, pues, en que la bota es utensilio eminentemente nacional. Se encuentra, como en su propia casa en mesones, paradores y ventas, y es llevada y traída en las barjuletas de los carros y en las seras y serones de los arrieros".

martes, 20 de marzo de 2018

LA MONTERA Y LAS ESTACIONES.

En el muy ilustrado blog Indumentaria y vida cotidiana en España, del que tanto aprendemos, consta que las monteras, con la que se cubrían las molleras nuestros antepasados, tenían la copa más o menos alta dependiendo de la estación. Nos preguntamos cuáles serían las medidas adecuadas, para no desentonar en estrados y paseos a partir de fechas como la de hoy, cuando entra la primavera. Respecto a esta prenda, en Jaén hay un dicho muy antiguo, que roza lo herético: “Cuando Jabalcuz trae montera llueve quiera Dios o no quiera”. Jabalcuz es un monte de unos 1.600 metros de altura, cercano a ciudad, y la gente antigua le daba el nombre de montera a los nubarrones que entraban por sus cumbres, procedentes del suroeste y cargados de aguas como las que diluvian sobre tan ilustre concejo. Desconozco si el Santo Oficio tomó alguna vez cartas en el asunto por la afirmación, casi herética, del refranillo. Por afirmaciones más moderadas se vieron algunos en un auto de fe.

domingo, 18 de marzo de 2018

LOS GUSANOS DE SEDA Y EL ORDEN DEL MUNDO


Contemplar los gusanos de seda tenía algo de estampa del Japón: “En los que crían / gusanos de la seda / hay algo antiguo”. Lo escribió uno de sus poetas hace ya muchos siglos. Sin sospecharlo ni ser aficionados por entonces a japonismos, por San José, abríamos las cajas de cartón y con ceremonia desplegábamos un trapo. Y allí estaban, milagrosamente, recién nacidos, los gusanos de seda. Después venía su callado quehacer, hasta que labraban los capullos y se enclaustraban dentro para transmutarse, resplandecientes como resucitados, en modestas mariposas. Lo siguiente, entre las tareas que Dios les había encomendado desde el origen de los tiempos, era dejar segura a su futura descendencia y así, en la oscuridad de su recogimiento, contribuían a sostener el orden del mundo. 

sábado, 10 de marzo de 2018

DON CELESTINO VIAJA A INGLATERRA

Don Celestino del Piélago y Fernández de Castro era teniente coronel del cuerpo de Ingenieros en 1844. Fue enviado por el Gobierno a Francia, Inglaterra, Prusia y Bélgica. Debía obtener información sobre academias, acuartelamientos, arsenales, fortalezas y otros aspectos de la vida militar de esos países. Una vez de vuelta, publicó su Relación del viaje a Francia, el Rhin, la Bélgica e Inglaterra (Madrid, Imprenta Nacional, 1847) en la que dio cumplida cuenta de lo que había visto. Gran parte de sus observaciones –y que me abstendré de mencionar- son áridas y de carácter técnico. Otras, en cambio, tienen todos los rasgos propios de un libro de viajes.
En esta breve incursión mencionaré algunas consideraciones que escribió sobre Inglaterra. Visitó, entre otros lugares, Woolwich, acompañado por el coronel Wylde, veterano de la primera guerra carlista. En su Academia de Artillería e Ingenieros -observó nuestro teniente coronel- los cadetes ingresaban a los quince años con su ejemplar de la Biblia y su libro de oraciones. Vivían como colegiales, se les enseñaba a leer y a escribir en el más correcto inglés además de aritmética, álgebra, geometría -según el primer libro de Euclides- y francés. También traducían a Julio César, estudiaban Historia, en especial la de Inglaterra, y practicaban el dibujo de contornos y paisajes. Jugaban a la pelota y se fortalecían en un gimnasio. Antes de comer –asado, patatas y pasteles- se leía algún pasaje de la Biblia. El comedor de oficiales del cuartel de Artillería de Woolwich, dejó escrito don Celestino, estaba lujosamente amueblado: “tienen vajilla de plata muy bien surtida, y con ella me hicieron notar un gran candelabro del mismo metal que les fue regalado por el rey Jorge IV”. Los artilleros disponían, también, de una rica biblioteca, con servicio de préstamos, y de una sala de lectura. Nuestro viajero no dejaría de comparar dichas comodidades con las austeridades de los cuarteles españoles de su tiempo, instalados en destartalados caserones y conventos desamortizados. En Greenwich estuvo en el Hospital de Inválidos, vio la casaca de Nelson “en una caja de caoba con tapa de cristal” y, más adelante, visitó el Victory -“objeto de la veneración inglesa”- en Portsmouth. Reconocía y comprendía el respeto demostrado a tan gran marino pues “por todas partes levanta Inglaterra monumentos a este hombre” y afirmó que el culto a Nelson garantizaba la soberanía marítima británica.
Mostró su asombro ante la capital de Inglaterra: “la impresión principal que deja Londres en el ánimo es la de su desmesurada grandeza” pues “en ninguna parte se siente con tanta fuerza como allí la insignificancia individual”. Las calles concurridas a más no poder, el tráfico de los carruajes, la vitalidad de la City “adonde todo hombre de negocios acude durante el día”, la actividad en los docks, el ir y venir de los buques, todo lo citado, “llenan el ánimo de un extranjero de envidia y admiración”. Elogió los grandes puentes sobre el Támesis, cuya perfección técnica valoraba como ingeniero militar y autor de tratados sobre ingeniería. Sin embargo, a veces y sin renunciar a su sequedad castrense, don Celestino del Piélago se abandonaba un poco a la nostalgia pues: ”en medio de este torbellino [el viajero] alza los ojos al cielo y no lo ve, y echa de menos el sol, el aire transparente, el cielo estrellado de su patria y suspira por ella con nuevas ansias de pisar su suelo”.
____________________________

*Publiqué este artículo en Neupic hace algo más de cuatro años.

domingo, 4 de marzo de 2018

MÁS SOBRE ARRIEROS


Baile entremesado de los carreteros de don Juan de Matos (1608-1689) es un entremés del siglo XVII, hay una referencia a los de este oficio, indispensable para el mantenimiento de los abastos y comunicaciones. Un buen arriero debía ser hombre bragado, bregado y de recursos. Acaba con una advertencia: “nadie llegue à meterse / con los arrieros; / que son hombres que al diablo / se dan por tercios". El que aparece en la ilustración, vara en mano, es de finales del XVIII.

miércoles, 28 de febrero de 2018

LAS GRANDES AGUAS DE 1739

Se llamaba don Miguel Jerónimo Ponce de León, Messía, Quesada, Toledo, Mendoza, Benavides, Bazán, Zuazola y Loyola. Era conde de Garcíez, vizconde de Santo Tomé, señor de la Torre de Don Rodrigo, de La Bajada y de las Ilustres Casas de Florenga, natural de Baeza y vecino de Jaén, en la colación de El Sagrario, con casas principales en la plaza de Santa María. Alguna vez he mencionado al Conde. También a su tía monja, a la que abasteció de chocolate, por vía testamentaria y de manera vitalicia. Hoy, que es día de grandes aires y lluvias, nos ocuparemos del quebranto sufrido por la hacienda condal en 1739, año en el que diluvió por la campiña de Jaén. El Conde dejó por escrito en 1763: "Declaro que el año pasado de mil setezientos treinta y nueve, con sus muchas aguas y crecidas de los ríos, fueron muchos y considerables los daños que causaron en las presas y molinos de mis estados de Garcíez, Santo Tomé y Menxibar". Para pagar las reparaciones que desembolsar nada menos que 9.000 pesos. Un cuarto de siglo después recordaba con dolor -como una dolorosa puñalada- el gastazo provocado por las aguas "porque solo un pie del portón de Menxibar tubo de costa más de seis zientos ducados: y en Garciez se hicieron diferentes murallas en la caxa del río para contenerlo". Compadezcamos al Conde en sus malos ratos, imaginemos su tribulación cuando su mayordomo le remitió el cargo de los alarifes. En vez de dedicar ese dineral a adquirir porcelana de Sajonia, perros, caballos o escopetas finas -entre otros empleos honestos chispeantes y festivos- tuvo que destinarlos a pagar jornales, cal, canto, ladrillos y piedra. Quedaron tan maltrechas sus cuentas que se vio obligado a imponer un nuevo censo sobre sus ya hipotecados bienes.

miércoles, 21 de febrero de 2018

PROTESTANTES DE EL CENTENILLO

Los ingleses explotaban las minas de plomo de El Centenillo, a pocos kilómetros de La Carolina, ya en Sierra Morena. Allí estaba instalados los Haselden, una familia inglesa, que corrió aventuras y trabajos en el pueblo y la comarca. Entre sus componentes podemos recordar a Arthur Haselden. Don Arturo, conocido así por el paisanaje, fue secuestrado en 1874 por unos facinerosos que obtuvieron un cuantioso rescate de 5.800 libras. En esos tiempos, Andalucía podía ser un lugar peligroso. Su hija, Mary Ethel Haselden, llamada por los del pueblo "doña Eze", según leo en Luis García Sanchez-Berbel, hacía proselitismo protestante entre los mineros, acompañada por una criada española llamada Flora y previamente catequizada. Llegó a existir en el poblado una iglesia de esta obediencia. Allí, los ingenieros ingleses y algunos mineros convertidos cantarían los domingos sus himnos como si estuviesen en Gales o en el Yorkshire. Entre los neófitos destacó un vecino llamado Raimundo Parrilla, de oficio practicante. Le puso a sus hijos los siguientes nombres: Federación, Borney, Democracia y Progreso. Parece evidente que Parrilla era librepensador además de protestante. Los católicos más conservadores no dudaban de la estrecha relación de una cosa con la otra. Éste era el caso del famoso Muñoz Garnica, lectoral de Jaén, que escribió al respecto y del que me ocuparé a no mucho tardar. Progreso, uno de los hijos de Parrilla, pasó de El Centenillo a Inglaterra y allí llegó a ser pastor protestante aunque no puedo precisar si era anglicano, presbiteriano o de otra obediencia.

lunes, 19 de febrero de 2018

ATUNES (1356)

Hubo grandes controversias en el pasado sobre si el atún rompía o no las vigilias cuaresmales, fue también un pescado apreciado por Santa Teresa y del que hizo mención en sus cartas. Las almadrabas del duque de Medina Sidonia fueron célebres en su tiempo además de punto de encuentro de la flor de la picaresca de nuestros siglos habsbúrgicos. Siglos antes, el canciller López de Ayala en sus Crónicas dejó escrito que Pedro I El Cruel “mandó armar una galea para ir a folgar e ver facer la pesca que se facía en los atunes en las almadrabas”. Era el año 1356. Llegó, para tal fin, el Rey con los suyos a Sanlúcar y allí pasaron unos días. Fue en aquella ocasión cuando, de paso, Don Pedro mandó tomar unos bajeles de genoveses y catalanes. Los había mandado el rey de Aragón para ayuda del Rey de Francia que estaba metido en guerras con el de Inglaterra.

domingo, 4 de febrero de 2018

FRÍOS DEL SIGLO XVIII


El viejo orden acabó entre inviernos rigurosos. Uno de los más ilustres fedatarios de ese mundo perdido, Chateubriand, recordaba los campos cubiertos de escarcha de su juventud. Observaba, tras los cristales helados del castillo de Combourg, la partida del marqués de Monlouet y del conde de Goyon-Beau –envueltos en mil pleitos con linajudos e irritantes parientes- camino de Rennes, a caballo, con pistolas en el arzón, cuchillo de monte y acompañados por un lacayo. En su Historia de los cambios climáticos (Rialp, 2011) José Luis Comellas analiza el empeoramiento del clima a partir de 1780. Unos años antes, en 1776, hubo un invierno muy duro en Francia. Mandó, entonces, María Antonieta buscar unos trineos olvidados en las cocheras palaciegas. Habían pertenecido al Delfín, padre de Luis XVI. Estaban, al parecer, un poco anticuados y ordenaron fabricar uno nuevo para la Reina. Evocaba Madame Campan en sus memorias aquellos trineos, gobernados por lo más brillante de la Corte, el sonido de las campanillas y cascabeles de los arneses y la elegancia de sus penachos blancos. Según el conde de Mercy, María Antonieta en 1774 ya paseaba en trineo por las cercanías de Versalles, el bosque de Boulogne e incluso por las calles de París. Mercy consideraba arriesgadas dichas diversiones por el suelo helado y la poca costumbre de los franceses en la correcta conducción de tales vehículos. Otros veían con hostilidad estos paseos por considerarlos una imperdonable influencia austriaca. No faltaban, según Mercy, los que criticaban el poco boato que acompañaba a la Reina en estas salidas pues la gente estaba “acostumbrada a ver a sus soberanos siempre rodeados de una pompa fastuosa”. Confesaba el Conde que, en honor a la verdad, no podían compararse, en grandeza y esplendor, con las organizadas en Viena. Emile Bouant en Les grands froids (1888) da cuenta de la dureza del invierno francés de 1783 y 1784. Las aguas arrastraron los puentes, faltaron los alimentos y los lobos devoraban a los caminantes. Luis XVI, compadecido, dispuso que se repartiesen cargas de leña y se encendiesen hogueras por las calles de París. La pobretería parisién erigió, en honor del Rey Cristianísimo, una escultura de nieve que acabaría por fundirse tras varios días. Mal presagio para la Monarquía de Francia. El invierno de 1788-1789 dejó también una ingrata memoria. Nevó de noviembre a marzo aunque hubo cierto respiro en febrero. Grandes bloques de hielo flotaban en el Canal de la Mancha. El pan, escaso y caro, parecía hecho de carámbanos y había que exponerlo al fuego para poder cortarlo. El Ebro permaneció helado quince días. Tras un viaje por los Altos de Barahona en 1787, Leandro Fernández de Moratín escribía a Juan Ceán Bermúdez desde Montpellier: “en mi vida he visto peor mes de enero, ni más nieve, ni más inmediato peligro de quedar sepultados en ella el coche y mulas y cofres y cuanto llevábamos. ¿Qué podía esperarse caminando entre Reyes y San Antón, por una tierra tan fría, tan castigada de la naturaleza y tan abandonada de los hombres?".
________________________________
 *Artículo publicado, hace ya unos años, en Neupic.