domingo, 16 de junio de 2019

VENCEJOS



Ahora que los campos de trigo y cebada están para mirarlos, y pasar las horas muertas en su contemplación, conviene recordar que los cordeles, ligaduras o ramales, a veces de esparto, que sirven para atar las mieses reciben el nombre de vencejos. Era una palabra de uso extendido todavía en los años cincuenta y así la recogieron Manuel Alvar, Gregorio Salvador y Antonio Llorente en su monumental Atlas lingüístico etnográfico de Andalucía. También García Yebra escribió muy bien al respecto. El vencejo es, además, una criatura del cielo que hace prodigiosos alardes de potencia y agilidad en su vuelo. Decía Sebastián de Covarrubias, a inicios del XVII, que es "ave peregrina, que se va a otra region los inviernos, y buelve los veranos" y la asociaba con las ataduras antes citadas "porque tiene los piezecillos cortos, pero las uñas muy largas, y lo que aprieta lo tiene fuertemente". No puedo decir si tiene o no mucho fundamento esta explicación pero es una maravilla y eso basta. Además, en el Diccionario de Autoridades (1739) se afirma que, en lenguaje de germanía, a la pretina también se le da el nombre de vencejo. Aquí, en la altura de mi observatorio, si se está callado y atento, se escucha, como un regalo, el roce de sus alas cuando pasan cerca.