domingo, 28 de agosto de 2016

MÁS SOBRE COCHES DE CABALLOS



En junio de 1637, el conde duque de Olivares puso en danza ochenta mulas para ir de Madrid a Loeches. El viaje era de ida y vuelta en el día, dos horas para cubrir cuatro leguas. Algunos coches  iban tirados por seis mulas. Este convoy fue visto por muchos como una muestra de ostentación. Los coches levantaban siempre polémicas. Para unos daban ocasión a todo tipo de inmoralidades y derroches. Para otros, empleaban irresponsablemente un elevado número de mulas y caballos que se podían dedicar a la labranza y a la guerra. La misma crianza de las mulas, decían, destinadas a los coches ponía en peligro la disponibilidad de caballos para los ejércitos católicos. Y, por si fuera poco, la nobleza abandonaba el ejercicio ecuestre entregándose a la vida muelle y desidiosa. La Corona tomó medidas, para reducir el número de coches, que no sentaron bien. Después de tantos gastos y desvelos, pensaban los poseedores de los carruajes, se les prohibía su uso. En 1612, las Cortes presentaron un memorial opuesto a las restricciones a la circulación de los coches. En dicho escrito se afirmaba que había hasta 3.000 propietarios de carruajes de viaje y paseo y que, de continuar la prohibición de los coches, se ha “de advertir la soledad tan grande en que esta Corte quedará sin ellos y la novedad que causará a los extranjeros que a ella vinieren dexando tanta multitud de coches que adornan y lustran todas las demás cortes de Europa”*. Entre los afectados se encontrarían, en porcentaje de consideración, los propios procuradores de Cortes. No carecían de razón. Los coches eran caros, surtían de boñigas, hoyos y trabajosos surcos las calles pero la Villa y Corte -cabeza de la Monarquía y de un imperio- pedía bullicio, vocerío de cocheros, cascabeleo de guarniciones, querellas protocolarias en los atascos, agravios en los pasos y, ante todo, mostrar el empaque del señorío. Lo demás eran tristezas y cicaterías.
___________________________________
* El memorial en Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 88, documento 454 - 1055R.

7 comentarios:

  1. Sólo de pensar en un atasco a finales de agosto a la entrada de Madrid se me abren las carnes XDDD.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Debía de ser cosa tremenda, doña Consuelo. Además entre gente tan irritable y de tan poca correa como los del XVII.

      Muchas gracias por su comentario.

      Eliminar
  2. Teresa, una amable lectora me envía su valioso comentario, que es el siguiente:

    "Pintoresco, interesante y divertido artículo, genial : "pedía bullicio, vocerío de cocheros, cascabeleo de guarniciones, querellas protocolarias en los atascos, agravios en los pasos y, ante todo, mostrar el empaque del señorío. Lo demás eran tristezas y cicaterías.", el escritor D. Umberto Eco se hubiera reído también con este fragmento. Gracias por dejar tan costumbrista artículo. Saludos Cordiales. Teresa.


    ¡Y que no se nos olvide...mostrar el empaque del señorío!"

    No lo puedo reproducir por el medio habitual por un error en la edición del blog. Aquí está, a pesar de todo. No es posible renunciar, estimada doña Teresa, a reflexiones tan precisas y tan bien escritas, ni dejar de agradecer tanta generosidad por su parte.

    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a Usted por su Generosidad en mostrarnos tan Gratos, Hermosos e Inteligentes artículos, disfrutamos con ellos. Saludos Cordiales.

      Eliminar
    2. También para usted. Y espero, doña Teresa, que le sigan interesando mis escritos. Un cordial saludo.

      Eliminar
  3. Y veían los coches como un lujo cuando para un hombre de hoy día sería una tortura. Cosas de ver el pasado con la lupa del paso del tiempo.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Claro, ciudad sin ajetreo no puede presumir de grande, o importante.
    Un texto delicioso.
    Saludos.

    ResponderEliminar