domingo, 4 de octubre de 2015

DON ALFONSO O LA CONVENIENCIA DE LA TEMPLANZA


Don Alfonso de Vico, mozo soltero, vecino de Huelma, en Jaén, fue condenado por incontinencia en 1690 "a que sirbiese a Su Magestad quatro campañas en la parte donde elijiese dandole un año de termino para su prebencion". Supongo en don Alfonso una naturaleza rijosa, inmoderada e incorregible. Personas sensatas pensaron, no sin razón, que una temporada de vida campamental, en cualquier presidio lejano, y algún que otro hecho de armas, podrían apaciguarlo. La Justicia, sin embargo, se tomaba su tiempo y en 1694 todavía estaba Vico, joven libertino de pueblo, campando por sus respetos, aunque quiero creer que un poco más templado y un tanto menos soliviantado. Mal panorama acechaba al señorito con el suelo por cama, la pitanza mal sazonada, la galleta dura como peñones y la vida en almoneda, aparte de otros notorios inconvenientes del oficio castrense. Trataba de ajustar, el muy ladino, "la paga de otra persona [...] hasta ser cumplidas las dichas cuatro campañas". O lo que es lo mismo, que otro cumpliese por él la pena a cambio de una gratificación. Don Alfonso era un pájaro de cuenta.

10 comentarios:

  1. Cuando hice el servicio militar había gente con dinero que pagaba para que otros le hicieran las guardias, algo parecido al casquivano señorito.
    Un saludo.

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    1. Eran los descendientes espirituales de don Alfonso.

      Un saludo, don Cayetano.

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  2. Bueno, las incomodidades no las podría evitar, pero no creo que en compañía de sus conmilitones refrenase, donde anduviere, sus pasiones.
    Un saludo.

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    1. Es más, en esos acuartelamientos no debía de prevalecer la castidad conventual sino que, en los permisos y licencias, no faltarían ocasiones de diversiones poco edificantes.
      Saludos, señor DLT.

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  3. Doña Carmen Forján envía este oportuno y bien escrita comentario que yo, con notable torpeza, he suprimido sin quererlo ni darme cuenta:

    Ay, qué pillo don Alfonso. No me cae del todo mal el zagal a pesar de su libertinaje. Astucia no parecía faltarle...
    Saludos

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    1. Don Alfonso era, seguramente, un sinvergüenza.

      Saludos, doña Carmen.

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  4. Si el mozo era tan rijoso, sus posibles compañeros de armas estuvieron de enhorabuena si pagó a otro para que sirviese en su lugar. Porque imaginemos al interfecto, una noche después de haberse puesto ciego de vinacho despertándose preso de su afición irreprimible entre un centenar de cuerpos indefensos. Quite, quite…

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    1. Ya se defenderían los del barracón, no le quepa a usted duda alguna.

      Saludos, doña Ana María.

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  5. ¿Buscarle método de encauzar a tamaño libertino? Poco sabían sus jueces de su ingenio para librarse de su condena.
    Un saludo

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    1. No faltarían gentes que coincidirían con su juicio, doña Carmen. a esos tipos suelen ser incorregibles.

      Saludos.

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