martes, 9 de junio de 2015

APUNTES SOBRE MUÑOZ GARNICA



Don Manuel Muñoz Garnica nació en Úbeda en diciembre de 1821. Estaba emparentado con los marqueses de Navasequilla y con los condes de Belascoain. Fue lectoral en Jaén, se alineó con el influyente círculo integrista que rodeaba a Isabel II desde los años del Bienio Progresista. Figuró como redactor en el periódico El Conciliador, fundado y dirigido por Balmes, también escribió en La España, financiado por el duque de Riánsares, esposo de Doña María Cristina de Borbón. En 1849 escribió un opúsculo Dos palabras sobre las últimas revoluciones, carta dirigida al Excmo. Sr. Marqués de Valdegamas.  Destacó por sus dotes en oratoria sagrada y fue predicador en la Corte de Isabel II como capellán de honor de la Real Capilla de Palacio. En abril de 1857 pronunció un elocuente sermón en el oficio religioso celebrado en la inauguración del Hospital de la Princesa, en Madrid. Estuvieron presentes los Reyes y la Princesa de Asturias, además del Patriarca de Indias, el ministro de la Gobernación y otros personajes. Rendían honores los alabarderos y piquetes de la Infantería de Línea. Menéndez y Pelayo elogió su biografía de san Juan de la Cruz y su Estudio sobre la elocuencia sagrada, dedicada en gran medida a los místicos españoles. La lectura de sus obras, eso sí, no es ejercicio muy ameno. Fue, además, comendador de las órdenes de Carlos III e Isabel la Católica.

Acompañó al Obispo de Jaén, Monescillo, cuando las Cortes Constituyentes de 1869. Hostil a los políticos del Sexenio Revolucionario, escribió Sermones varios con motivo de las presentes calamidades (1872). No es aventurado pensar que, como tantos del ala más reaccionaria del moderantismo, tuviese sinceras  simpatías hacia el carlismo. La Esperanza, órgano de los leales a Don Carlos, no dejaba de dedicarle cumplidos. Muñoz Garnica sentía, además, abierta admiración por el tradicionalismo de los vascongados y desaconsejaba la  supresión de sus fueros. También era de su agrado el rechazo a la modernidad que, según sus notas de viaje de 1863, percibió en las Provincias Vascas. Viajó asimismo por tierras de Bretaña.

Opuesto de manera declarada a la unificación de Italia, asunto al que dedicó varios artículos estuvo, al menos, dos veces a Roma, una de ellas como consultor teólogo en las sesiones del Concilio Vaticano I. Vivió, entre la resignación y el espanto, los años del Bienio Progresista y todo lo acaecido desde 1868. Tanto desde sus libros y su capellanía como desde su aburrido rincón provinciano -era director del Instituto de Segunda Enseñanza de Jaén- no dejó de clamar contra protestantes y liberales a los que consideraba estrecha y siniestramente asociados. Murió el 14 de febrero de 1876.

11 comentarios:

  1. Lo que podríamos denominar un hombre "chapao a la antigua", docto pero intransigente con las nuevas corrientes políticas liberales (tanto en España, como en la Italia de la unificación) que parece le aborrecían. Al final todos estos avatares parece, según nos cuentas, debieron acercarle al tradicionalismo de los carlistas vascongados, quizás la mejor solución para aquella España que él imaginaba y que se derrumbaba ante sus ojos.

    Un saludo

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    1. Era un tradicionalista isabelino. Imagino que habría visto con muy buenos ojos la alianza matrimonial de las dos ramas borbónicas que, al final, fracasó.

      Saludos, Carolus Rex.

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  2. O sea, todo un ejemplo de tolerancia y modernidad.
    Un saludo.

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    1. Muñoz Garnica era muy reaccionario. Ya comentaré algunos aspectos más de sus ideas.
      Gracias, don Cayetano.

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  3. Se le podía adscribir perfectamente a los moderados de la antigua reina regente, un ala de la política que conspiraba desde Francia, lugar de residencia del exiliado matrimonio, para que la voz de la reina madre se hiciera oir en los corrillos palatinos dominados por Narváez. Que los carlistas le quisieran atraer hacia su causa por motivo de la defensa de sus fueros no era extraño, pues necesitaban de púlpitos que clamaran en favor de sus intereses y más si se encontraban en tierras tan al sur.
    Un saludo

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    1. El medio en el que él se desenvolvió era muy proclive al carlista, en especial cuando cayó Isabel II y muchos moderados acabaron por acogerse bajo las banderas de Don Carlos, más por oponerse a los revolucionarios y republicanos del 73 que por fidelidades dinásticas. Saludos, doña Carmen.

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  4. Monescillo fue luego arzobispo de Valencia, creado cardenal, y muy activo en su actividad. A decir de Azorín fue muy querido en su sede valentina.
    Un saludo.

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    1. Aquí en Jaén fue un obispo de mucha importancia. Y muy polémico durante los días del Sexenio a Revolucionario.

      Un saludo, señor de la Terraza.

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  5. Acercando el personaje a la actualidad vemos que su perfil se repite.
    Hoy podemos ver a colegas suyos subidos en el púlpito o en el Congreso, que por su tono y verbo consiguen halagos en los medios. Pero cuando te acercas a su obra escrita descubres que el discurso es farragoso y deja de interesar.
    Saludos, señor del Retablo

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  6. Pero de dónde le venía tanto capital, tenía una situación acomodada pero de ninguna de las maneras podría aguantar el dispendio que se le atribuye, además de innumerables obras benéficas. De dónde sacaba usted liquidez Don Manuel, allá donde esté.

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    1. Interesante cuestión. Buenas relaciones, desde luego, no le faltaron. Saludos, señor Chamorro.

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