domingo, 15 de marzo de 2015

EL CLÉRIGO Y LOS LIBERALES

El escolapio don Felix Sardá y Sardany no era amigo de los liberales. Ya en 1875 había escrito ¡Te conozco, católico-liberal! y más adelante, ya avanzada la Restauración, publicó El liberalismo es pecado (1884). Sardá consideraba a los liberales como herejes y miembros de una secta. "El mundo de Luzbel" encubierto, decía. Para el clérigo catalán "ser liberal es más pecado que ser blasfemo, ladrón, adúltero u homicida, o cualquier otra cosa de las que prohíbe la ley de Dios y castiga en su justicia infinita", es decir, "el mal sobre todo mal". Los apacibles miembros del Partido Conservador o los sagastistas del círculo más cercano debían de espantarse al ser considerados peores que los más sanguinarios bandidos o que los libertinos de más incorregible y pervertido historial.

Había en opinión de Sardá, naturalmente, distintos grados de liberales como, afirmaba, distinta gradación tiene el aguardiente despachado por el tabernero. Desde los de Cádiz de 1812, considerados mojigatos por el escolapio, a los más malvados. Los dividía, de hecho, en tres categorías: liberales fieros, liberales mansos y liberales impropiamente dichos, o solamente resabiados de liberalismo. Tachaba de  repugnantes a los liberales y de borregos a los liberal-conservadores católicos, incluidos aquéllos que frecuentaban los sacramentos, tenían hijos clérigos o rezaban el Rosario. Al parecer, en opinión de González Cuevas, era muy hostil a Alejandro Pidal y Mon -un caballero católico sin tacha- por ser compañero de viaje del liberalismo conservador canovista.

El ilustre escolapio aportaba además unas orientaciones sobre cómo tratar en la vida cotidiana a los liberales y establecía tres posibles tipos de relaciones: las necesarias, las útiles y las "de pura afición o placer". Sus consideraciones sobre las relaciones útiles denotan la presencia del vástago de familia fabril pues dictaminaba que se puede tratar con liberales por "relaciones de comercio, las de empresarios y trabajadores, las del artesano con sus parroquianos". Declaraba, para no dar lugar a dudas:"la regla fundamental es no ponerse en contacto con tales gentes más que por el lado en que sea preciso engranar con ellas para el movimiento de la máquina social". Un poco oportunista parece para hombre de tan estrecha manga, pero los negocios eran los negocios y el dinero del liberal, siempre que fuese de curso legal, no tenía nada de herético. Ahora bien, nada de confianzas ni de relaciones de amistad pues "con liberales debemos abstenernos de ellas como de verdaderos peligros para nuestra salvación". Debían ser tratados como enfermos contagiosos: "¡Quién nos diese hoy poder establecer cordón sanitario absoluto entre católicos y sectarios del Liberalismo!". Algún estudioso de su obra afirma que Sardá se apaciguó con los años. No lo parece. En su opúsculo Liberalismo casero, de 1897, calificaba al liberalismo como "pestilencial enfermedad del  género humano en nuestros días".

Por lo demás, quede claro, Sardá no tenía razón al establecer esa radical oposición entre liberalismo y catolicismo. Católica era la Escuela de Salamanca, precursora del liberalismo moderno, y católicos los liberales de 1812 que invocaron a la Santísima Trinidad en la Constitución de Cádiz.Y para cerrar esta relación, católicos y liberales fueron Cánovas, Silvela, Maura o el propio Canalejas y sinceramente católicas eran las bases sociales que militaban, apoyaban o votaban a los partidos dinásticos y liberales de aquella época.
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*Felix Sardá y Salvany, El liberalismo es pecado, Librería y tipografía católica, Barcelona 1884 y Liberalismo casero, Barcelona 1897.

12 comentarios:

  1. El término liberal ha cambiado mucho en cuanto a su posible definición. Si en un primer momento se asociaba a gente reformista e incluso revolucionaria, con ideas provenientes de la Ilustración y de la Revolución Francesa, poco amigas de capillas y conventos, hoy ha quedado reducido fundamentalmente al ámbito económico por lo que no resulta chocante ver a gentes autodenominadas "liberales" compartiendo espacios públicos con gentes de determinados credos religiosos o incluso posicionándose abiertamente con ellos. Y es que las cosas cambian de significado con el tiempo.
    Un saludo.

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    1. Tanto el liberalismo como la Iglesia han cambiado ciertos criterios. Y yo creo que afortunadamente. Creo también que el antiliberalismo sigue, de alguna manera, muy vivo en ciertos sectores clericales que condenan, siempre que tienen ocasión, el llamado "neoliberalismo" que, francamente, no sé muy bien qué es.

      Saludos, don Cayetano.

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  2. De todo había en la viña del Señor, y curas liberales haberlos los había, pero estaba bien arraigado el pensamiento contrario como el de este escolapio tan acérrimo antiliberal. Y es que no solo aquí, en el mismo Vaticano, por ese tiempo, el inicialmente conciliador Pío nono ya sin Estados acabó renegando de ellos, y estos muy anticlericales también a punto en sus funerales de echar sus ataúd al río. A ver si me animo y lo cuento un día de estos.
    Un saludo, señor del Retablo.

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    1. La aceptación del liberalismo por parte de Roma fue tardío y por parte de clero de nivel medio y bajo más tardío todavía. Las simpatías de estos clérigos con el integrismo nocedalista es una prueba. A pesar de todo, la Jerarquía eclesiástica no apoyó de manera oficial al carlismo. Lo de las desamortizaciones fue un abuso en perjuicio de la Iglesia y fuente de negocios turbios.

      Saludos señor de la Terraza.

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  3. A D. Félix Sardá parece que le producía un sarpullido la sola mención a los liberales excepto, claro está, cuando se trataba de actividades económicas. En esos casos tanto daba que los liberales fueran fieros, mansos, o solamente resabiados del liberalismo como usted nos explica, porque los dineros son los dineros y es demasiado serio ese asunto como para andarse con remilgos.

    Saludos

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    1. Sardá era tremendo. No es fácil precisar si su actitud era minoritaria o si, en cambio, representaba el sentir general de parte del clero. No era obligatorio, desde luego, ser liberal pero la descripción que hace de los de esta tendencia es un tanto disparatada. Su rigorismo, por otra parte, contrasta con su pragmatismo para los negocios.

      Saludos, doña Ambar.

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  4. Caray, se adivina el mal genio que gastaba. Y esa tipología que inventó revela que algo emocional más que ideológico escondía su inquina. En fin, que debió de ser un tipo muy antipático.

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  5. Sí que parece un hombre con mal humor. No da cuartel a los liberales salvo en lo dicho. Y muy poco caritativo en sus calificativos. Debía de ser hombre de arrebatos bíblicos.

    Saludos, doña Amaltea.

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  6. Curioso que un fraile fuera descaradamente utilitarista, un credo fundamental de la Ilustración, cuyo fruto más conocido es la revolución francesa.
    Hacia el final de De Officiis Cicerón
    discute en el caso de inminente naufragio la moralidad de arrojar por la borda a un espléndido caballo o a un siervo inútil Dice Cicerón que la primera opción sería la más útil pero la segunda sería una ofensa a la humanidad.

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  7. Este ilustre escolapio de ideas tan particulares parecía proclamar sus doctrinas allá por el reinado de Fernando VII, cuando los liberales eran una amenaza que había que estirpar de raíz (aunque luego esta postura se atenuó por la amenaza del bando contrario, la de los absolutistas de Carlos María Isidro).
    Un saludo

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  8. Sentido práctico no le faltaba a Sardá, aunque de bajo vuelo.

    Saludos, señor Anónimo.

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  9. La cuestión es que Sardá escribe esto en la Restauración. Era más comprensible en un realista de 1814 pero, en la Europa del último cuarto del XIX, sus posiciones eran un tanto cerriles. Además, la cuestión no es que discrepe o abomine de los principios liberales sino que condenaba a las personas que los sostenían como malvadas o estúpidas.

    Saludos, doña Carmen.

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