miércoles, 25 de febrero de 2015

PULGAS PALACIEGAS


Pulgas, chinches, piojos, ratas y ratones -de los de verdad y no de los de Beatrix Potter- acompañaban la vida de nuestros tatarabuelos. Insectos, animalillos y demás sabandijas circulaban con impunidad y desvergüenza por palacios, casas burguesas y cuartos proletarios. El Diario de Madrid, de 14 de marzo de 1825, anunciaba la venta de una "estampa nueva que representa la caza del piojo, manifestada en varias figuras de diferentes edades, y forman un triángulo, todas en la actitud de espulgarse". Se aseguraba, para animar al potencial comprador: "este capricho es sumamente gracioso por estar todos a un mismo tiempo en la misma operación".  Humor de otro tiempo. Podía adquirirse en el almacén de estampas de la calle Mayor de Madrid, "frente a la casa de Oñate", a dos reales en blanco y negro y a seis en color.

En la primavera de 1851 hubo en Palacio una plaga de pulgas. Éstas no respetaban a nadie. Ni a la Reina que, como recoge Isabel Burdiel en su espléndida biografía de Isabel II, pasó verdaderos apuros con el atrevimiento de tales insectos. En una carta, la Reina daba cuenta, con moderado alivio, a Doña María Cristina:

 "Aquí hace bastante calor, pero por las noches refresca, lo que hay es una cantidad de pulgas espantosa, pero yo he encontrado una mano de marfil con un palo muy largo y muy delgado que rasca perfectamente y lo usé el otro día en el Consejo que fue espantosamente largo. He mandado hacer una igual para ti pues conozco que te ha de servir mucho, no creas que es broma, tiene uñas que rascan muy bien".

Creo yo que los sufridos próceres moderados -presididos por don Juan Bravo Murillo- presenciarían, no sin cierto embarazo, las desenfadadas maniobras de Isabel II con tan ingenioso y elemental remedio. Además, Doña María Cristina, sin duda, agradecería el envío de otra mano de marfil pues, tras visitar asilos y casas de beneficencia, volvía a sus reales aposentos infestada de pulgas. Un castigo duro de llevar con tantos encajes, rasos y terciopelos. Si las pulgas mandaban, nos preguntamos, cómo soportarían los palaciegos de 1851 sus acometidas. Ellos, siempre tan derechos y solemnes, sin perder la debida compostura. Servidumbres de la vida cortesana.

*Los datos sobre Isabel II en: Burdiel, I., Isabel II, una biografía, Taurus, 2011.

10 comentarios:

  1. Con las picaduras más de una vez perderían los modales. De ahí debe venir el dicho de "tiene malas pulgas". Muy normal en aquellos tiempos donde la salubridad no era moneda corriente.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Felices tiempos para pulgas y piojos aquéllos en los que se desconocían los insecticidas!

    Saludos, don Cayetano.

    ResponderEliminar
  3. Estarían acostumbrados en aquella época. Solo de pensar en la compañía de tales criaturas, me sale sarpullido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es de destacar la naturalidad con la que Isabel II habla de los citados parásitos. Debían de ser una compañía cotidiana.

      Saludos, doña Amaltea.

      Eliminar
  4. Imagino que existiendo tal cantidad de piojos, pulgas y demás insectos en los palacios tampoco debían ser muy sorprendentes esas maniobras desenfadadas y probablemente también desenfrenadas de Isabel II para aliviar los picores. Ya dice nuestro refranero: "que en el rascar, todo es empezar"

    Saludos

    ResponderEliminar
  5. Mucha pulga y poco aseo predominaba en la corte de los Milagros, aunque más bien tan molestos insectos picaban a otros seres de dos piernas que vivían de chupar la sangre a otros semejantes desde la jerarquía de sus posiciones.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  6. Mire usted qué democráticos son estos bichos, que habitaban por igual el más lujoso palacio y la más humilde covacha.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  7. No debía de ser, por cierto, muy comedida Doña Isabel en tales trances.

    Saludos, doña Ambar.

    ResponderEliminar
  8. Respecto a los negocios y apaños turbios pocos ejemplos más adecuados que el de la Corte de Isabel II. Y no digamos el de la Regente y Riánsares.

    Saludos, doña Carmen.

    ResponderEliminar
  9. Eso no se les puede negar a pulgas, chiches y piojos: sus sentimientos igualitarios.

    Saludos, señor DLT.

    ResponderEliminar