domingo, 30 de noviembre de 2014

PAN DE CONVENTO

La España del siglo XVI no sabía de refinamientos gastronómicos. Carnero y vaca, despojos, bacalao, cecial, una panilla de aceite, sardinas, pan y poco más. Más pobre todavía era la escudilla de los conventos reformados por santa Teresa. En sus cartas, avisos y admoniciones dio cuenta de algunas cuestiones relativas a alimentos, refectorios y cocina. Causa admiración que con condumios tan pobres se reformaran órdenes religiosas y se ganaran imperios. Sobre esto escribo en https://neupic.com/articles/la-cocina-de-santa-teresa

lunes, 24 de noviembre de 2014

LAS LLUVIAS DE 1626

Llovió con furia en España durante aquel invierno de 1626. En Sevilla comenzaron las aguas a arreciar por el día de san Antonio Abad y no pararon hasta el veinte de febrero. Se desbordó el Guadalquivir y anegó casas, atarazanas, templos y conventos. Causaron espanto el bramido de la corriente, las voces de alarma y el doblar de las campanas. Las calles parecían canales a lo veneciano. Gatos y ratones se refugiaron en los tejados dejando para mejor ocasión viejas desconfianzas y porfías. Se pronunciaron exorcismos contra los temporales. Fueron días de rogativas, plegarias y penitencias. También de muchas muertes y desgracias.

Escribo sobre el Año del Diluvio en https://neupic.com/articles/el-ano-del-diluvio

jueves, 13 de noviembre de 2014

LOBOS, CHOZOS Y CORRALES

El universo de pastores y serreños está repleto de matices, usos y detalles perdidos en el tiempo. Éstos dan fe de un mundo extinguido o del que apenas quedan algunas reliquias, arcaísmos que, azarosamente, han sobrevivido. Corrales, chozos y tinados erigidos en el monte son un buen exponente de lo anterior. Las ordenanzas municipales de Baños de la Encina en 1742* autorizaban la construcción de corrales de monte "no haviendo en la Sierra Morena otras defensas para defender los ganados menores de la imbasion de los lobos que continuamente los persiguen, y espezialmente en el tiempo de parideras". Se construían con "lentiscos, jaras, juagarzos, estepas, labiernagos, madroños". No debía de ser tarea ligera enfrentarse a los lobos, en corto y por derecho, con barreras tan modestas. De tales tragos proceden los romances de lobas pardas y perros valerosos, protegidos con hierros o carlancas. Para conservar el extenso patrimonio forestal del Concejo de Baños las Ordenanzas, con toda sensatez, ordenaban que la madera de los chaparros se cortase dejando "olivados y apostados los pies más principales de ellas". Olivar era una labor consistente en podar las ramas bajas de una mata -o "matocada" como dicen las citadas Ordenanzas- de encina o coscoja para que ésta adquiriese un porte arbóreo y una buena copa. También se daba licencia para labrar horcones de la misma madera para erigir chozos y tinados "para el recojimiento y albergue de los ganaderos y ganados".

*Tomo la cita de las Ordenanzas municipales de Baños de la Encina, estudiadas por Araque  y Gallego Simón. Fechadas en 1742.

jueves, 6 de noviembre de 2014

COCHES DEL MADRID ISABELINO



A finales del siglo XVIII Antonio Ponz admiraba la abundancia de coches de punto en Londres y París. No dudaba de la excelente acogida que tendría en Madrid la existencia de este transporte público que ahorraría grandes caminatas, incomodidades y penalidades de toda suerte a vecinos y transeúntes. A mediados del XIX había ya unos trescientos coches de uso público, de distintas características*. El viandante del Madrid isabelino los podía encontrar estacionados en la Puerta del Sol -desde la calle Carretas hasta la de Espoz y Mina- y en las plazas del Progreso, Santo Domingo, del Rey y de Isabel II. También en las calles de Alcalá y Fuencarral. En horario de espectáculos los coches de punto estaban situados en las inmediaciones de los teatros y en horas del paseo en las calles de Alcalá y Carrera de San Jerónimo, entradas del muy concurrido y mundano Salón del Prado. La carrera en un carruaje de un caballo, para una o dos personas, costaba cuatro reales durante el día, seis entre el anochecer y media noche y diez reales de las doce en adelante. Los coches también se podían alquilar por horas, de manera que durante el día la tarifa era, en los de hasta dos pasajeros, de ocho reales la primera hora y seis a partir de la segunda. Desde el anochecer al alba se encarecía el servicio hasta los 14 reales por hora. Los carruajes con dos caballos y cuatro asientos se acogían a los mismos criterios de tiempo y condiciones del servicio oscilando su tarifa entre los seis y los 16 reales. Estos vehículos no podían prestar sus servicios sin las oportunas licencias del corregidor de Madrid y estaban identificados con un número pintado en el testero y los faroles. En el interior debía estar expuesta, en lugar bien visible, la relación de precios y servicios así como los bandos vigentes que reglamentaban el transporte urbano. Para los más refinados o, sencillamente, para los que querían dar más empaque a sus desplazamientos había una amplia relación de coches de lujo, de uso también público, que se podían alquilar en distintos establecimientos de las calles Cedaceros, del Lobo, de los Trujillos, de los Negros y en la Plazuela del Rey. Había muchos tipos de carruajes: landós, tílburis, carretelas, berlinas, góndolas, calesas, omnibús y tartanas.

*Los datos en: Apéndice al manual de la Provincia de Madrid, noticia de los carruajes para el servicio interior de la capital, y tarifa de sus precios; trasportes para todas las carreras; entradas y salidas de diligencias, é itinerario de las mismas. Madrid, 1849