lunes, 24 de noviembre de 2014

LAS LLUVIAS DE 1626

Llovió con furia en España durante aquel invierno de 1626. En Sevilla comenzaron las aguas a arreciar por el día de san Antonio Abad y no pararon hasta el veinte de febrero. Se desbordó el Guadalquivir y anegó casas, atarazanas, templos y conventos. Causaron espanto el bramido de la corriente, las voces de alarma y el doblar de las campanas. Las calles parecían canales a lo veneciano. Gatos y ratones se refugiaron en los tejados dejando para mejor ocasión viejas desconfianzas y porfías. Se pronunciaron exorcismos contra los temporales. Fueron días de rogativas, plegarias y penitencias. También de muchas muertes y desgracias.

Escribo sobre el Año del Diluvio en https://neupic.com/articles/el-ano-del-diluvio

18 comentarios:

  1. Época de plegarias ante una catástrofe que cuadraba con ese mesianismo y visiones apocalípticas de la Monarquía de los Austrias. Me puedo imaginar las palabras apocalípticas de los prelados desde los altares de las iglesias y parroquias sevillanas y los sentimientos de culpa y arrepentimiento de la población ante sus pecados terrenos. Un saludo

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    1. El cuadro descrito por usted es perfecto. Siempre, tras cada calamidad, se intuía la existencia de una ofensa a Dios previa. Los pecados públicos eran, frecuentemente, considerados la causa de estos azotes de la cólera divina.

      Saludos, Carolus Rex.

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    1. Y poderosas son cuando deciden ir por sus fueros.

      Saludos, señor de Dissortat.

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  3. Alguno pensaría que aquella era una nueva edición del diluvio universal y rezaría para que parara de llover.
    Por motivos ajenos a mi voluntad han desaparecido algunos comentarios a mi última entrada. Me he puesto en contacto con el foro de ayuda de blogger para ver si logro recuperarlos.
    Mis disculpas.
    Un saludo.

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    1. El espíritu casi milenarista del Barroco estaba siempre muy presente para interpretar todo tipo de mal trago.
      Y espero que se arregle sin problema lo de los comentarios.

      Saludos, don Cayetano,

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  4. Mientras leía me imaginaba las calles oscuras, el ruido del agua, los gritos de la gente, el doblar de las campanas, los llantos, los rezos y me he estremecido. Una buena descripción del "año del diluvio".

    Saludos.

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    1. Lo de las campanas doblando y las voces debía de ser para encoger al más valiente.

      Gracias por sus palabras, doña Ambar.

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  5. Las fuerzas de la naturaleza no servían sino a la cólera de Dios para purgar nuestros pecados. ¡Pobre gente! En aquellos tiempos no tenían servicio meteorológico que pudiera adverirles de que el cielo se les venía encima.
    Un saludo

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    1. Lo único que tenían eran las cabañuelas y los pronósticos que imprimían. Lo demás: mirar al cielo y esperar.

      Saludos y gracias, doña Carmen,

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  6. De eso por estas tierras mías se sabe bastante. Las riadas han sido siempre devastadoras.
    Un saludo.

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    1. Recuerdo la tragedia de 1982, aunque no fuese exactamente una riada.
      Saludos, señor de la Terraza.

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  7. Las aguas sorprenden y destrozan por donde pasan, lo malo de la tragedia que duró buenos días.
    Un abrazo.

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  8. Lo pasaron mal, sin duda. Hasta el 20 de febrero no paró y, después, las penalidades producidas por los daños y las desgracias. Tremendo.

    Muchas gracias por su escrito doña Mari-Pi-R.

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  9. De lluvias torrenciales andamos más duchos por aquí que por Sevilla. Por fortuna no de tal magnitud.
    Saludos,

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  10. Hola, Ángel:

    Un fuerte saludo desde "Gaceta de los Modernos". Siguiendo las fuentes de las visitas que llegan a mi blog he visto que Ud. me tiene entre sus "enlaces selectos". No sé si la calidad de mi bitácora será selecta pero me ha hecho mucha ilusión su inclusión. Por cierto, una página muy interesante y amena. Le sigo desde mis páginas amigas. :)

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  11. Ustedes, en la Galicia de mis antepasados, son voz autorizada para sentar doctrina sobre lluvias.

    Saludos cordiales, doña Carmen.

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  12. Su blog es excelente, Alberto, y debo decirle que me interesa mucho su contenido y campo de trabajo. Yo también soy modernista y sobre esa época he escrito la mayor parte de mi modesta producción.

    Reciba usted un cordial saludo de su lector.

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