lunes, 28 de abril de 2014

NAVAJAS PIADOSAS


A finales del siglo XVIII el inquisidor general, don Agustín Rubín de Ceballos, prohibió y mandó recoger aquellas "navajas y cuchillos, que en los cabos tengan grabadas las imágenes de Nuestro Señor Jesuchristo ó insignias de su Pasión, o las imágenes de Nuestra Señora, o de otros Santos". No se consideraba respetuoso, al parecer, que se cortaran hogazas o se desollasen corderos con cuchillería tan piadosa. Menos aún que se resolviesen cuestiones y pesadumbres con una ferralla tan devota. No faltaban -es verdad- precedentes de espadas antiguas que albergaron en sus empuñaduras y pomos huesecillos de santos, fragmentos de hábitos y otras reliquias. Sin embargo no era lo mismo, es justo reconocerlo, la espada de un caballero que la navaja de un jayán. Ni daba igual combatir en las Navas o en Lepanto que participar en una pelea tabernaria. El Santo Oficio, ya a finales del setecientos, daba ya poco miedo y se dedicaba, más que nada, a rastrear papeles jacobinos y librepensadores de forma que estos mondadientes de Albacete -como las llamaban con desgarro los chisperos- circularían, sin mayores impedimentos y  estarían a buen recaudo en bolsillos y faltriqueras de la gente goyesca. Saldrían a relucir en aquel terrible mayo, de muerte y gloria, de 1808.

Se recoge la prohibición en el Índice último de los libros prohibidos y mandados expurgar para todos los Reynoso y señoríos del católico Rey de las Españas, el Señor Don Carlos IV, Imprenta de don Antonio de Sancha, Madrid 1790. Por orden de don Agustín Rubín de Ceballos, Inquisidor General.


8 comentarios:

  1. Sin duda no era lo mismo una pelea de borrachos en cualquier taberna de Madrid que matar moros o turcos con tan santa imagen empuñada por algún noble señor.

    Un saludo

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    1. Buenas espadas se batieron, en uno y otro campo, en las grandes jornadas de 1212 y 1571.

      Saludos, Carolus Rex.

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  2. No, las cachicuernas de los habituales de tabernas, prostíbulos y sitios de peor cariz y menor honor no se podían comparar con las nobles espadas de los linajes de limpieza de sangre. Pero, seamos justos, servían para lo mismo: para mandar al otro barrio al más pintado, bien fuese enemigo de Su Majestad, hereje o mancillador de nuestro honor y honra. Sólo que a los de abajo, como siempre, no se les permitía llevar noble acero.
    Un saludo

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  3. Piadoso podría no parecer pero qué mejor muerte para el bellaco o malandrín que llevar la bendición en la estocada...
    Le envío mis respetuosos saludos,

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  4. Tiene usted razón, doña Carmen, aunque hasta muy entrado el siglo XVIII el pueblo era muy aficionado a portar espada aquí y allá.

    Mis saludos.

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  5. Desde ese punto de vista, señora de Forján, el lance quedaba muy presentable hasta para los más estrictos devotos.

    Reciba usted toda mi consideración.

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  6. Hoy diríamos que se trata de un reclamo publicitario, como poner a bebidas alcohólicas nombres de santos, como aquellas Quina Santa Catalina o Quina San Clemente... Navajas y vino harían así menos daño.
    Un saludo.

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    1. Estas imágenes tendrían una función protectora. No muy distinta a las imágenes que se ponían, y se ponen, en los coches y en las puertas de las casas. Creo que la Inquisición no sólo censuraba el uso inapropiado de dichas imágenes sino las representaciones poco ortodoxas de las distintas advocaciones.

      Muchas gracias y saludos, don Cayetano.

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