jueves, 30 de mayo de 2013

FELIPE II Y EL SOL DEL CORPUS

Felipe II gobernando imperios, apartado del mundo, entre memoriales y cartas. A  vueltas con el tiempo y con los grandes espacios.

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"Jamás dexó las horas de sus santos exercicios, y devotas oraciones, y andaba en las procesiones del Santísimo Sacramento la cabeza descubierta: estando en Córdova en una de ellas le suplicaron se la cubriese por el excesivo calor del Sol; y él respondió: este día no hace mal el Sol; aludiendo a lo que havía dicho el Emperador su padre, que ni el Sol del día del Corpus, ni el sereno de la noche de S. Juan ofendían a nadie".

Baltasar Porreño, Dichos y hechos del rey Don Felipe II, 1639 

lunes, 27 de mayo de 2013

MÁS RECUERDOS DEL CAPITÁN SEVILLA

El capitán Rafael Sevilla recordaba en sus memorias ciertas aventuras vividas en las selvas de Venezuela y Colombia. Allí estuvo durante las guerras coloniales que precedieron a la independencia de las posesiones americanas. Por ejemplo, el 11 de marzo de 1817, en la playa de Orichuna, "un caimán cogió a un soldado que se estaba bañando con otros; y aunque se agarró a la lancha y sus compañeros procuraron espantar a la fiera con los remos", la fiera le arrancó "un muslo entero, de resultas de lo cual falleció al cabo de una hora, en medio de insoportables tormentos".

Los soldados pasaban las horas muertas, cuando no entraban en acción, disparando a los caimanes. No faltaban imponentes ejemplares. A uno, decía el Capitán,  "le levantamos la mandíbula superior: en su boca, abierta, cabía un hombre de pie". No se trataría de un tipo muy alto, evidentemente. Refería el Capitán, además, que tras pernoctar en la ranchería de Campofrío, "país desierto y rodeado de bosques impenetrables", al despertar percibió "un cuerpo extraño en la frazada de mi hamaca: era una culebra de coral que estaba enroscada en ella y que había dormido conmigo". El militar dio un brinco, alarmado,  y lo mismo hizo la serpiente. La mató un soldado.

Una vez, entre las hierbas altas, la tropa fue atacada por culebras mapanares: "Catorce hombres cayeron al suelo dando alaridos que partían el corazón". Un coronel, ante tal panorama, dijo con energía y sin flaquear: "¡Muchachos, adelante y caiga el que caiga! ¡Viva el Rey!".

Otro apuro pasado fue el siguiente: "en las inmediaciones de Urama, una culebra alzada sobre su cola, atacó al alcalde que iba en una mula, y a poco acaba con nosotros. Era gruesa como un muslo, larga de seis varas y su dentadura como la de un perro". Comparados con las culebras bastardas y las víboras del campo español, tales ejemplares debían de causar una comprensible admiración en la tropa. Sus testimonios parecen extraídos de una crónica de Indias del siglo XVI.

Capitán Rafael Sevilla, Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campañas contra Bolívar y los separatistas de América, edición R. Blanco- Fombona, Editorial América, Madrid 1916.

martes, 21 de mayo de 2013

BENDITO SIGLO XIX



Constitución de Inglaterra, de J. L. de Lolme, fue una obra que tuvo cierta influencia en los liberales de 1812. Era conocida gracias a la traducción de don Juan de la Dehesa. Al final del ensayo se habla de los partidos existentes en el Parlamento de Londres. La descripción de la práctica parlamentaria inglesa no dejaría de asombrar a los lectores españoles de su tiempo:

"En ambas Cámaras cuidan mucho los miembros, aun en el calor de los debates, de no pasar de ciertos límites en el modo de hablar unos de otros: y seguramente le reprendería la Cámara, si se excediesen en este punto.Y así como la razón ha enseñado a los hombres a abstenerse en las guerras de todas las injurias que no se dirijan a promover el objeto de sus contiendas, así también se ha introducido una especie de derecho de gentes (si puedo explicarme de este modo) entre las personas que componen el parlamento y toman parte en los debates: han llegado a conocer que pueden muy bien ser de partidos contrarios sin aborrecerse ni perseguirse unos a otros".

Las diferencias políticas no llegaban a enturbiar las relaciones personales pues

"quando salen de la cámara, después de haber sostenido por la tarde sus debates con mucho ardor, se juntan sin repugnancia  para el comercio ordinario de la vida, y suspendiendo toda hostilidad, miran como neutral cualquiera sitio fuera del parlamento".

Este hecho, entre otros, constituirá una de las grandes aportaciones del liberalismo. También en España estos hábitos, de soportar e incluso apreciar al adversario político, se hicieron corrientes con el paso del tiempo. Algo tuvo que ver el exilio español en Inglaterra, y la vivencia directa del ejercicio cotidiano de la práctica política liberal.  Así, desde la muerte de Fernando VII,  y durante todo el siglo XIX, veremos prosperar unas sinceras relaciones de amistad y admiración entre progresistas y moderados, conservadores y liberales. Incluso entre alfonsinos, republicanos y carlistas, durante la época del gran Cánovas.

Tiempos gloriosos en los que las diferencias ideológicas y de partido no impedían el ejercicio de la buena educación, en los que todos -desde los Grandes de España a los menestrales- saludaban con el sombrero y los amigos de toda la vida se hablaban de usted. Hasta los duelistas más puntillosos e incorregibles cerraban sus diferencias con un abrazo y, acto seguido, se dirigían a un restaurante de razonable calidad acompañados de los padrinos.  Después -ya se sabe- llegó el siglo XX, el espanto y  todo lo demás.

jueves, 16 de mayo de 2013

PACÍFICA GENTE ANTIGUA



Steven Pinker en su obra Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones (2012) niega que en el pasado la vida fuese más pacífica que ahora. Sostiene, en cambio, que en siglos pasados había entre cuatro y diez veces más posibilidades de perecer violentamente que en nuestro tiempo. Creo, desde mi modestos conocimientos, que está en lo cierto. Un repaso a la documentación notarial de los siglos XVII y XVIII, de cualquier pueblo o ciudad modesta, aporta innumerables noticias sobre casos de lesiones, muertes violentas y reyertas. No todo lo antiguo fue mejor, ni las gentes del campo han sido mejores -ni peores-que las de las grandes ciudades.
                               
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Hace ya más de dos años, publiqué unas líneas sobre unas trifulcas por el agua de riego, en 1780.  Unos cien años más tarde, las cosas habían cambiado muy poco, más o menos por los mismos pagos. Así, La Iberia, de 25 de septiembre de 1890, daba cuenta de lo siguiente: "Un guarda jurado del Puente de la Sierra (Jaén), a consecuencia de una cuestión que tuvo con un hortelano y un hijo de éste, enarboló su carabina, cogiéndola por el cañón, y blandiéndola a manera de maza, rompió la culata sobre las cabezas de aquéllos dejando a ambos heridos y al hijo en gravísimo estado".
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Los hortelanos eran, al parecer, tipos irritables. Que estos individuos, dedicados al cultivo de hortalizas y árboles frutales, en lugares amenos -aunque a veces un tanto embarrados- fuesen capaces de padecer tales arranques de ira, no deja de producir cierta estupefacción. Distinto es que hubiesen sido, en esa época, marineros, soldados, mineros o matarifes. Los guardas del campo, por su parte, no debían de ser ejemplos de mansedumbre.

domingo, 12 de mayo de 2013

RAYOS



Es certeza antigua que el laurel protege del rayo y así lo hacía constar Plinio en su Historia Natural. Es posible que la costumbre de plantar laureles cerca de las casas proceda, remotamente, de este hecho. Robert Graves afirma lo mismo del fresno silvestre.  Además, se pensaba que los útiles prehistóricos de silex eran piedras dejadas por los rayos tras impactar en la tierra. Se les atribuían poderes protectores y curativos. En la revista Don Lope de Sosa, enero de 1919, Manuel Acedo dice: "El origen y el respeto misterioso que muchos arqueólogos atribuyen al hacha, es debido sin duda al lugar en que se encuentran en las cavernas, y el sitio que ocupan en ellas, así como también la denominación dada, de piedras de rayo, de relámpago o piedras de fuego". Incluso hace menos de treinta años tuve yo noticia de esta creencia tan arcaica en la Sierra de Segura. Es sabido, además, que los lugares tocados por el rayo inspiraban temor reverencial. Fustel de Coulanges escribió que los romanos se cubrían la cabeza al pasar ante tales puntos.

Una noticia que recogí hace años en unos libros parroquiales: el 8 de septiembre de 1829 enterraron en la Iglesia de San Miguel, de Vilches, en Jaén,  a Fermín Poveda "el que murió de un rayo o centella" a los 32 años. No debió de estar cerca de un laurel o de un fresno silvestre, árboles por cierto, nada raros en los ríos de Sierra Morena.

martes, 7 de mayo de 2013

LOS NOMBRES DE LA SERPIENTE



Es superstición acreditada el no llamar a las culebras por su nombre. En Andalucía, por ejemplo, se le daban estas denominaciones hasta hace unos sesenta años: conejo, "arrastrá", beata, silbador, la larga, la lisa, el rastril, señora y señorita. Todo para evitar el nombre funesto. Así lo recogíeron Manuel Alvar, Gregorio Salvador y Antonio Llorente en su Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía. Las serpientes han sido siempre causa de funestos presagios. No podía faltar esta aversión en los medios taurinos, donde las supersticiones era moneda corriente. López Pinillos en Lo que confiesan los toreros, da cuenta de lo que, al respecto, le decía Rafael Gómez Ortega, El Gallo:

-Bien. Pero Y lo otro? Las" bichas".
-Nómbrelas por zu nombre, zin miedo, que no me importan.

Sus enemigos, con la peor intención, se las lanzaban a los ruedos o se las enviaban a los hoteles donde se alojaba. Decía el gran torero: en toa Ezpaña me laz han tirao.
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jueves, 2 de mayo de 2013

LA ESPERANZA



"Más no por ello moría el enfermo: España tenía fibra y agallas para resistir tanta calamidad; su sobriedad de mendigo le garantizaba la existencia; su pasividad fatalista le permitía seguir arrastrándose y dando tumbos, hasta que vinieran hombres y tiempos mejores, los cuales...!ay! también podía suceder que no vinieran".

Benito Pérez Galdós, De Oñate a La Granja, 1898