lunes, 4 de noviembre de 2013

SOBRE EL COSTE DE LA VIDA EN TIEMPOS DEL QUIJOTE



Los productos de primera necesidad, y en particular los alimentos, eran mucho más caros en el siglo XVII que ahora. Igual ocurría con el vestido, el menaje doméstico y el utillaje de trabajo. Aparecen como objetos valiosos en los inventarios y testamentos. La abundancia de la sociedad industrial y la superabundancia de la postindustrial habrían resultado inimaginables  para las gentes del tiempo de Cervantes. Un paseo por unos grandes almacenes producirían, quizás, más asombro que los más sofisticados aparatos electrónicos o los viajes en avión.
                                       
En el primer tercio del siglo XVII un campesino en Jaén percibía, por día de trabajo, unos dos reales y medio que equivalían a 85 maravedíes con los que se podía adquirir, diariamente, lo siguiente:
  • Un pan de un kilo (34 maravedíes).
  • Un cuarto de litro de vino (6 maravedíes)
  • Un cuarto de kilo de bacalao (9 maravedíes).
  • Un cuarto de litro de aceite  (10 maravedíes).
  • Medio litro de leche (6 maravedíes).
  • Un cuarto de kilo de queso (12 maravedíes)
  •  Jabón: (0,5 maravedíes).
  • Alquiler de vivienda (7 maravedíes).
Con esta frugal cesta de la compra tenía que arreglarse, cada día, una familia en la que sólo trabajase uno de sus miembros. Una vez distribuido lo adquirido -por ejemplo- entre cuatro personas, veremos que la ración que corresponde a cada una de ellas es exigua. Esto explica, en no poca medida, los elevados porcentajes de solteros entre jornaleros y demás pobres. Los gastos de vestido, muy de tarde en tarde, y los de botica no entran en estas pobres cuentas.Tampoco, cuando el frío apretaba, el consumo de leña o carbón vegetal, nunca abundantes, para hornillos y braseros. La carne se limitaba a la ocasional adquisición de despojos, despachados los sábados en los rastros, y al tocino salado. Los garbanzos eran poco menos que un lujo, rango que tenían los huevos y el azúcar.

Téngase en cuenta, además, que los jornaleros padecían, regularmente, largas temporadas de paro estacional. Una subida de los precios del cereal, como consecuencia de una sequía, de los temporales o de las plagas de langosta conducían a una situación desesperada a la gran mayoría de la gente corriente. Estas situaciones condenaban a los más desventurados al amparo de la caridad de las órdenes religiosas, de las parroquias o de los propios ayuntamientos que, en caso de penuria extrema, distribuían trigo almacenado en los pósitos. La agobiante presión fiscal -por medio de impuestos indirectos sobre productos de primera necesidad que encarecían todavía más su precio- los procesos inflacionistas provocados por el vellón, el intervencionismo económico municipal y real, además de la nula capacidad de ahorro contribuían al crónico empobrecimiento de la sociedad española de la época. 



16 comentarios:

  1. Fue difícil y dura la vida para el vulgo común de la España de los siglos de oro...por eso hubo tantos que se arrolaron en los ejércitos del Rey y otros tantos en los de Dios...la vida marcial y, sobre todo, la dedicación a la oración en conventos podía solucionar muchas vidas.

    Un saludo

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    1. Eran dos de las más frecuentes opciones, en efecto. Otra era abandonar el campo y hacerse criado e ir tirando.

      Saludos y gracias, Carolus Rex

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  2. Buenos días, Retablo:

    No hay más que hojear un poco de literatura picaresca para darnos cuenta de que la idea que más se desprende es la del hambre. Bueno, eso y los famosos remiendos de la ropa.

    Ciertamente, si Cervantes hubiera visto un supermercado, le daría para otro par de Quijotes.

    Un saludo.

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    1. La penuria era lo normal. El hartazgo en el comer, un sueño. Es verdad.

      Gracias y saludos, Anónimo Castellano.

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  3. Y nos quejamos hoy de la carestía de la vida. Aunque en aquellos tiempos se sabía ser feliz con mucho menos.
    El cuadro de la "vieja friendo huevos" del amigo Velázquez siempre me llamó la atención por los útiles empleados para tal menester. Y porque en aquellos tiempos, una persona de 60 años ya era considerada una anciana.
    Un saludo.

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  4. No conocían otra cosa. El desasosiego en el estómago era cosa habitual. Y coincido con usted, amigo Cayetano, el cuadro de Velázquez tiene un gran valor documental.

    Saludos y gracias.

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  5. Esta bien que se recuerde cómo se vivía hace unos siglos.Repasando la lista de la compra, diría que aún y con la escasez, estaban mejor nutridos que millones de personas ahora, en el primer cuarto del siglo XXI.
    La pintura, y si es Velázquez, mejor, refleja con mucha exactitud el cómo y el qué de la época.

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    1. Tiene usted razón, sin duda. Si las cosas no estaban demasiado mal se trataba sólo de escasez y no de miseria extrema. Ahora bien, siempre con la sombra de las hambrunas y de las epidemias.

      Muchas gracias, doña Amaltea, y mis saludos.

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  6. Y nos quejamos ahora... Entonces un jubón acababa convertido en harapos a base de ser cosido y recosido durante toda la vida de un individuo (unos 40 o 50 años) y aún así utilizado por algún vecino o pariente a su muerte. Es extraño entonces que en algunos testamentos aparezcan acopio de enseres (sábanas, almohadas, camisas), lo cual, evidentemente, daba cuenta de una persona de posibles.
    Por cierto, me asombra la capacidad que tenían los escribanos y albaceas de anotar cada uno de los objetos de una casa a la muerte de su propietario. Si era rico solían acudir allí durante varios días, de tal manera que nos es posible hacer "un retrato robot" de cada una d elas habitaciones y adornos (incluso los temas de los cuadros y los "países").
    Un saludo

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  7. Adorado y duro Siglo de Oro... Es un placer pasar por su retablo a aprender y aprehender.
    Mis saludos,

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  8. Dura vida,sin duda. Con razón tan sólo los ricos padecían gota.

    Saludos

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    1. Carlos V la comenzó a padecer en la veintena, si no me equivoco. Tampoco parece que tuvieran dietas muy saludables.

      Saludos y muchas gracias, doña Ambar.

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  9. Hasta el siglo XIX los pobres compraban la ropa en ropavejeros y traperías, más que usada y remendada. Y es verdad lo que usted comenta de los inventarios de los escribanos. Anotaban hasta los muebles más desvencijados y la más maltrechas cacerolas, y en casas de lustre. Es lo que daba la escasez.

    Muchas gracias por su documentado comentario, doñs Carmen.

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  10. El Siglo de Oro y la buena literatura inglesa, de la que usted tanto sabe, oxigenan la vida.

    Muchas gracias por su generosidad, doña Carmen F.

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  11. ...y el pan por las nubes. No es de extrañar que acudieran a por su ración de pan a la puerta de los conventos. Recordará que en la catedral de Toledo una de sus puerta recibe el nombre de Puerta de Molletes, por ser en la que se repartían estas piezas entre los menesterosos.
    Un saludo.

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    1. Imagino a sacristanes y fámulos administrando los molletes entre la pobretería toledana que, sin duda, debía de ser bien orgullosa.

      Saludos, amigo y señor DLT

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