viernes, 12 de julio de 2013

LA MAJESTAD Y LA QUIETUD

La majestad no reside en la riqueza, ni en los palacios. Tampoco en el boato. No es fácil saberlo por ser la majestad un misterio. Y los misterios, de acuerdo con su naturaleza, se resisten a ser desvelados. La majestad es, además, un don que la sangre real no siempre depara. Quizás una de sus moradas sea la quietud. Es la sencillez hermanada con la grandeza
Recordemos a Felipe IV, vestido con la ropilla negra y, sobre el pecho, el Toisón. Sostiene el gobierno de la Monarquía sin cetros ni armiños, a solas con su grandeza y su quebrantada conciencia.
Sobre estas cuestiones escribo en Suma Cultural

8 comentarios:

  1. Sí, muy digno y sencillo en esa pintura don Felipe, en contraposición a las recargadas obras que se pueden ver de su contemporáneo francés, Luis XIII.

    Saludos.

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  2. Me ha encantado el artículo. Dado que la realeza humana es pura analogía de la Divina, me quedo con esta última. Que al Rey del mundo no hay que pedirle audiencia, ni esperar a que nos dirija la palabra. Y la proximidad a Él da algo más que lustre.
    Buen fin de semana y gracias por la enriquecedora lección de historia.

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  3. Un extraordinario artículo el suyo publicado en Suma Cultural, que he leído con sumo placer. Leyéndolo, he recordado el caso en el que el rígido protocolo derivado de tanta "majestad" llevó a la tumba a Felipe III, cuando sentado ante una estufa, en exceso cercana al monarca, parece que se sofocó. Ausente el duque de Uceda, único encargado de asistir al rey, el duque de Tovar que advirtió la incomodidad del rey no se atrevió a intervenir, como tampoco el de Alba, avisado por Tovar. Cuando avisado, precipitadamente llego Uceda, el rey medio consumido, con fiebre, contrajo una erisipela, que dío paso al reinado de Felipe IV, del que nos ha hablado hoy.
    Un saludo

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  4. Y en los retratos de Luis XIV. Dos conceptos de la majestad real: Rigaud y Velázquez. Desde luego es mucho más profundo y más complejo el del español.

    Saludos señor de Dissortat

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  5. Ante Él palidecen todas las coronas, los cetros, las grandes potencias, las ínfimas, las repúblicas y las monarquías de este mundo.

    Muchas gracias Ars Vitae.

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  6. El episodio que usted cita con tan buen criterio, confirma lo que trato de exponer en mi escrito. En otro orden de cosas, y teniendo muy en cuenta las diferencias abismales, recuerda dicho suceso a la muerte de Stalin. Nadie de los que lo rodeaban reaccionó ante su agonía, por miedo o por odio. Ahora bien, Felipe III fue un monarca cristiano y el otro un malvado.

    Saludos y muchas gracias señor DLT

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  7. La concepción de la majestad en la Casa de Austria se puede observar, como bien nos indicas, en los retratos aúlicos de Felipe II o Felipe IV, por poner dos ejemplos. La austeridad y la grandeza priman en ellos, al igual que la impasibilidad y la distancia.
    Un saludo

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  8. No murió la elegancia española con la desaparición de Felipe IV y de Velázquez. Ahí está para confirmarlo el retrato del Duque de Pastrana del pintor Carreño de Miranda.

    Mi enhorabuena por tan sugestivo blog.

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