sábado, 8 de junio de 2013

VOTOS Y TAUROMAQUIA EN EL SIGLO XVII



Determinados santos eran invocados para obtener protección contra  plagas, epidemias y todo tipo de desastres. Cuando se había pasado un mal trago con alguno de estos males, como prueba de agradecimiento por los favores recibidos, tanto individuos como instituciones se comprometían a realizar oficios y fiestas anuales en honor a sus valedores. También, al mismo tiempo, se renovaba la demanda de protección ante lo que pudiera venir y se hacían méritos para que ésta, en caso de necesidad, fuese rápida y efectiva. Era una forma de religiosidad contractual, feudovasallática incluso, como hizo ver en su momento Claudio Sánchez Albornoz.

Los votos de los particulares podían mantenerse a lo largo del tiempo, por medio de mandas testamentarias que establecían la fundación de fiestas, altares y obras piadosas. Los votos acordados por los concejos obligaban a generaciones enteras. Muchas fiestas patronales y romerías celebradas en estos días, tienen su origen en tales promesas. Eran jornadas grandes que se solemnizaban con los correspondientes actos religiosos. También con festejos taurinos. Una costumbre inmemorial  que no siempre contaba con el beneplácito de las autoridades eclesiásticas. Se podía perder el alma, en caso de recibir una cornada mortal sin estar en estado de gracia. Además no eran motivaciones piadosas las que conducían a un hidalgo, a un labrador o a un menestral a la plaza del pueblo o al encierro. Los que criticaban estas costumbres, desde criterios religiosos, sostenían que la emulación, el alarde o la búsqueda de emociones intensas tenían poco que ver con la devoción. También intuían los clérigos más observantes  -no todos- el tono paganizante, poco cristiano en el fondo, de estas celebraciones. Esta relación de los españoles con el toro -sagrada, marcial y festiva- venía de muy lejos.

Estas razones explican lo dispuesto, en 1624, en las Constituciones Sinodales del Obispado de Jaén:

 "Los votos han se de hacer de cosa agradable a Dios, y es muy grave pecado votar materia que á Su Divina Magestad ofende, y porque en algunos lugares suelen en honor, y reverencia de los Santos hacer votos de correr toros, y otros regocijos vanos, en que suelen hallarse muchas ofensas a Dios [...] mandamos de aquí adelante no se hagan votos de correr toros en reverencia de los Santos, ni en otra manera, y los hasta aquí hechos no valgan, ni obliguen a los que lo hicieron y ninguno los competa a cumplirlos".

Poco caso se hizo a estos mandatos. Y el toro, arcaico y totémico, siguió formando parte de los días sagrados y festivos.

10 comentarios:

  1. Y ya para muchos aficionados es inseparable la festividad local del acontecimiento taurino, de tal manera que no se entendería una cosa sin la otra.
    Un saludo.

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  2. Buenas tardes.

    Es muy curiosa la entrada que nos presentas en esta ocasión.

    Me has hecho recordar a las livaciones que hacían los griegos arcaicos también para agradecer a los dioses su buena fortuna por algún motivo.

    Se ve que aquí lo asociamos a realizar corridas de toros, lo cual seguro que a los que lo propusieron no les pareció en absoluto mala idea, aunque bien es cierto que como ofrenda religiosa genera muchas dudas.

    Que disfrutes de la tarde. Un saludo.

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  3. LO que nos comentas y expones en esta entrada solía ocurrir en Béjar, y era extraño que por cualquie suceso (nacimiento o muerte dentro de la familia real o ducal de Béjar, cese de epidemias, fiestas anuales o por otras excusas) no se hicieran festejos taurinos.
    Un saludo

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  4. Me ha parecido una entrada muy interesante.

    Sin duda, la fiesta de toros fue una constante en los regocijos celebrados para realzar y honrar todo tipo de solemnidades, tanto profanas como religiosas, en la España de la Edad Moderna, aunque a la jerarquía religiosa no le agradaran este tipo de festividades (Las bulas papales prohibiendo esta celebración fueron numerosas). La religiosidad popular se imponía a la doctrina oficial, permitiendo que el pueblo pudiera escapar a las rigurosas y sufridas condiciones de vida que soportaba.

    En Ávila no tenemos una norma prohibiendo la fiesta de toros, pero sí se ordena en las Constituciones Sinodales del Obispado de Ávila de 1557: “Por experiencia havemos sabido q algunos clérigos fazen guardar a su voluntad muchas fiestas q no son de guardar, de lo qual se sigue grande daño a la república y Dios no es servido, q se muestran los homes a estar ociosos, y dispónense a muchas disoluciones y juegos deshonestos, de lo qual se engendran muchos escándalos y daños en los pueblos. Por ende mandamos, so pena de suspensión, q ninguno ni algunos no sean osados de mandar guardar otras fiestas, salvo las de yuso scriptas” (Título I, Capítulo III. Grafía original).

    En las Constituciones Sinodales del Obispado de Málaga de 1671 sí aparece una constitución similar a la ofrecida en la entrada: “El voto, o votos que para servicio de Dios N.S. se hizieren, no han de contener promessa de hazer fiestas de toros, ni de representaciones de comedias, y los que la contuvieren son en quanto a ello irritos, y nulos por ser de cosa desagradable a Dios N.S. y no de su mayor servicio y religión” (Libro Tercero, Título 19. Grafía original).

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  5. Así es y así ha sido siempre. Por mucho que se quiera negar. Es una costumbre viejísima.

    Saludos, don Cayetano.

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  6. Precedentes paganos no faltan. Desde luego no es celebración de origen cristiano, aunque sí cristianizada por su inclusión en el calendario sagrado.

    Saludos, mis buenos amigos de Anónimo Castellano

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  7. Y también con motivo de los doctorados en la Salamanca universitaria de siglos pasados.

    Saludos, doña Carmen.

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  8. Sin duda los datos aportados por usted, don Juan Carlos, confirman el fondo de mi entrada.
    La desconfianza hacia romerías, formas extravagantes de religiosidad y tradiciones de ortodoxia más que dudosa, confluyen en las constituciones sinodales y en las disposiciones de las visitas episcopales. En estas cuestiones, el espíritu derivado de Trento acabó enlazando con la mentalidad ilustrada.

    Su comentario es de una gran riqueza. Quiero, asimismo, decirle que tengo en muy alta estima sus entradas, dedicadas a nuestros siglos XVI y XVII y que leo en su blog.

    Mis saludos.

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  9. *Queríamos decir libaciones.

    Que pases un buen día.

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