miércoles, 24 de abril de 2013

LAS DISCIPLINAS DE SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

Vivió en el siglo XVI, nació en Mayorga, buena parte de su vida transcurrió en Lima, donde fue obispo. Dedicaba a la meditación siete horas diarias. Cuando iba de camino se retiraba un tanto para poder rezar. Se recogía al anochecer. Pasaba, frecuentemente, noches en vela. Cuando dormía lo hacía en una tabla. Se sometía a severas disciplinas. Para que no fuesen de todos conocidas las disimulaba, según decían los cirujanos que lo asistieron. Cenaba pan y agua. Nunca se le vio comer aves, huevos, manteca, leche, tortas o dulces. Ayunaba con frecuencia y los días de abstinencia sólo comía un pescado llamado machete, de poca sustancia y con muchas espinas, cocido en agua y sal. En Cuaresma y Semana Santa sólo pan seco. Ricardo Palma lo describe, en las calles de Lima, llevando moribundos sobre sus espaldas.

16 comentarios:

  1. Solo por la última frase ya me parece un santo varón.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. No conocía nada de todo lo que nos ha contado. Pero me parece imposible llevar esa disciplina de vida y seguir teniendo fuerzas.
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Debía de ser, señor de Dissortat, tremendo. Allí, en la noche del siglo XVI, cargando agonizantes sobre su castigada espalda.

    Muchas gracias por su escrito.

    ResponderEliminar
  4. Corriente no sería en la época, pero no del todo extraño en la religiosidad de aquel tiempo. Qué lejos nos queda todo esto.

    Reciba usted mis saludos y muchas gracias por su reflexión.

    ResponderEliminar
  5. Es un relato que impacta muchísimo. Se lo daría a leer a la gente que tiene tanto de qué presumir.

    Gracias por descubrirnos a este personaje tan interesante.

    Muy buenas noches. Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Hay gente que de la sobriedad y de la entrega al prójimo hacen profesión. No es lo corriente.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Son cosas de otro tiempo y, sin embargo, no deja uno de añorarlas. Incluso sin haberlas vivido.

    Muchas gracias por su escrito, castellanos anónimos.

    ResponderEliminar
  8. Y son de admirar, es verdad, don Cayetano.

    Mis saludos y mi agradecimiento.

    ResponderEliminar
  9. Quedo impresionado.
    El otro día decía usted en mi blog que ya no había tipos así, refiriéndose al capitán Ripoll. Así puede ser, pero como este Santo Toribio, tampoco encontrará muchos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  10. La entrada que usted dedicó al capitán Ripoll fue magistral. La mano de hierro sugiere una épica terrible y absolutamente guerrera.

    Mis saludos y muchas gracias.

    ResponderEliminar
  11. Malos tiempos para la ascética (voluntaria)...

    ResponderEliminar
  12. No hay nada más que decir. Es verdad. La renuncia comienza a ser el tema de nuestro tiempo.

    Mis saludos y mi agradecimiento, doña Olga.

    ResponderEliminar
  13. Así no me extraña que tuvieran visiones de tipo mísitico. La ascética mezclada con lecturas piadosas hacían que el "milagro" se produjese.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  14. En los siglos XVI y XVII n faltaron impostores o personas desequilibradas que decían tener visiones y experiencias místicas. El Santo Oficio no se andaba con ligerezas al respecto. Eso no quita, creo yo, que en otros casos determinadas vivencias espirituales tuviesen un fondo real y alejado de novelerías.

    Muchas gracias por su escrito y mis saludos, doña Carmen

    ResponderEliminar
  15. San Toribio es un personaje interesante y sin embargo no excesivamente conocido ni como hombre ni como santo. Un santo varón tal como lo describen las fuentes.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  16. Desde luego. Su biografía refleja a la perfección el espíritu del tiempo que le tocó vivir. A mí me impresionó su personalidad, ese estar y no estar en el mundo.

    Saludos y muchas gracias, doña Allegra.

    ResponderEliminar