domingo, 24 de febrero de 2013

LOS MENDIGOS DEL MOTÍN



"La chusma por sí sola no pudo conducir este motín". Es lo que dijo Campomanes cuando lo de Esquilache. No creía en las revueltas espontáneas. Tras meditar con frialdad ilustrada, ésta era su conclusión. El tono y la calidad de las sátiras y pasquines, la organización de la revuelta, la ausencia de violencia sobre los particulares y el estallido de alteraciones similares en Toledo, Ocaña y Segovia demostraban la certeza de sus sospechas. Se decía que había mucho trasiego de dinero y que en las tabernas, donde corría con alegría  el vino por cuartillos y azumbres, no cabía un alma. Todos invitados. Allí, decían, se reclutaron mendigos y muchachos sin oficio ni beneficio. Resultó muy extraña la poca capacidad de persuasión de los predicadores, tan eficaces, normalmente, en apaciguar a las gentes enfurecidas.También era inaudito que heridos y moribundos, con evidente riesgo de condenarse eternamente, se negasen a confesar. Las sospechas recayeron - como era habitual- sobre los jesuitas. Cuando remitió la revuelta hubo redada de mendigos y vagabundos en Madrid. Los que no pudieron salir de la Villa y Corte pasaron una buena temporada,a buen recaudo, en un hospicio improvisado en San Fernando de Henares.

7 comentarios:

  1. Había en España mucha inquina contra los ministros ilustrados extranjeros de Carlos III. A Pablo de Olavide le pasó otro tanto. Y es que la política reformista no gustaba a todos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Es difícil imaginar un motín que se genere de manera espontanea. Antes eran las tabernas, ahora las redes sociales pero los hilos siempre los mueve alguien.
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Los ilustrados, admirables por tantas razones, no dejaban de resultar antipáticos cuando trataban de reglamentar ámbitos que pertenecían a la sociedad y no al Estado. Su distancia respecto al pueblo- que no podían dejar de desdeñar por su formación y origen- era manifiesta.

    Saludos, don Cayetano.

    ResponderEliminar
  4. Campomanes no tenía nada de ingenuo. Desde luego. Por otra parte, la prevención que tenían hacia las algaradas y alteraciones callejeras era enorme.

    Saludos doña Ambar.

    ResponderEliminar
  5. ¿Y los de la Compañía de Jesús cargando con todo, como siempre?

    Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Veían a los jesuitas en todos los lugares, implicados en todas las intrigas. Sobrevaloraban su influencia y su poder. Así ha sido hasta los años treinta.

    Saludos señor de Dissortat.

    ResponderEliminar