viernes, 8 de febrero de 2013

FAROLES EN LA NOCHE

Una diferencia entre el pasado y los tiempos actuales reside en la iluminación de las estancias y las calles. La noche en las ciudades era sobrecogedora y peligrosa. Imaginemos las calles a finales del siglo XVIII. E incluso en el siglo siguiente. Resplandores difusos tras los vidrios y lienzos encerados, las brasas de cigarros y poco más. Por todos los lados postigos cerrados y premura para resguardarse en sitio seguro. En la calle sólo matones, gente atribulada y tipos temerarios. Terreno incierto de valientes, valentones y desgraciados. La descripción que hace Galdós del Madrid nocturno, en La Fontana de Oro, es pavorosa. También escribió Mesonero Romanos al respecto.

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Antonio Ponz, de prosa tan antipática como ilustrada, estuvo en Londres en tiempos de Carlos III. Observó que las vía públicas se iluminaban por la noche con faroles de dos mecheros. No alumbraban más que los de Madrid que tenían sólo un pabilo. Quizás, pensaba Ponz, el aceite español, de oliva, daba más claridad que las grasas utilizadas por los ingleses.O era por la humedad. Nada escapaba a su curiosidad rayana en la impertinencia. Muchos faroles de la Corte, bueno es recordarlo, fueron destruidos a pedradas cuando lo del motín de Esquilache. Extraña alianza entre el sombrero de ala ancha, la capa larga y la predilección por las calles oscuras como boca de lobo. No es raro. La noche iluminada iba contra la naturaleza de las cosas. Desde que el mundo es mundo. Así pensarían los individuos de querencia casticista. También hizo constar Ponz que había guardias nocturnos en Londres, similares a los serenos, los watchmen. A voces informaban de la hora y del tiempo. En invierno comenzaban su tarea a las nueve y en verano a las diez de la noche. En España había ya serenos en Valencia y en Toledo pero, durante aquellos años, todavía no en Madrid. Sí existían, por supuesto, las rondas de alguaciles. Era costumbre antigua ésta pues los romanos tuvieron, para fines similares, a los vigiles que recorrían la ciudad, durante la noche, enarbolando garrotes para deslomar maleantes y desafortunados noctámbulos.

8 comentarios:

  1. Algún apagón he vivido y es como trasladarse a tiempos pasados. Hasta lo reconocible por su silueta vista cientos de veces, toma formas diferentes.

    Saludos.

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  2. Al reconstruir el pasado olvidamos siempre que también la luz y las sombras forman parte de éste. La luz eléctrica fue tan revolucionaria,o más, que el ferrocarril.

    Saludos y muchas gracias señor de Dissortat.

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  3. Los ampones y los que gustan de lo ajeno prefieren el amparo de la oscuridad que la claridad del día, pues, si se terciaba, más fácil era así para librarse de la patrulla.
    Un saludo y feliz sábado

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  4. De niño, en casa de mis padres, recuerdo haber visto como de noche aún el sereno acudían a abrir la puerta del portal. Eran Una magnífica institución desaparecida, que hablan de restaurar, pero que en los tiempos inseguros que corren veo difícil suceda, pese a estar las calles bien iluminadas.
    Un saludo.

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  5. No son en este siglo menos peligrosas las calles durante la noche a pesar de la "contaminación lumínica" que suele existir en ellas.Tu relato me ha resultado muy conmovedor.
    Saludos

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  6. Así eran las cosas,doña Carmen. Ir por las noches por las calles no era para cualquier tipo de gente.

    Saludos.

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  7. También recuerdo yo a los serenos de Jaén en los años sesenta. Empuñaban un chuzo como medio de defensa, vestían un tres cuartos gris de paño basto y lucían gorra de plato.

    Saludos señor DLT.

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  8. Es verdad doña Ambar. Que peligros no faltan. Sin embargo,lo de antes tampoco era para tomarlo a broma.

    Muchas gracias por su generosa apreciación.

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