jueves, 27 de septiembre de 2012

COMPETITIVIDAD

Los problemas de la economía española no son nuevos. La necesidad de mejorar la productividad y la capacidad de competir eran cuestiones que, desde antiguo, no pasaban desapercibidas a los más brillantes ingenios españoles. Escribía, al respecto, el ilustrado Larruga con áspera claridad, con sequedad dieciochesca: "No se puede negar que hay cerrageros en Madrid que hacen piezas tan curiosas, como las que vienen de Inglaterra, pero no hay dinero para pagarlas, ni paciencia para aguardar que las hagan".

Eugenio Larruga, Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, IV, 1789

lunes, 24 de septiembre de 2012

PAN Y AGUA DE LOS CABALLEROS

Don Pedro Messía Ponce de León era caballero de Santiago y venticuatro de Jaén. En 1627 participó en las pertinentes pruebas, encomendadas por su Orden, para acreditar la nobleza de don Juan de Jaúregui que pretendía un hábito. Era, el aspirante, hombre de muchas letras y caballerizo de la Reina. Como había que preguntar a testigos de diferentes lugares tuvo don Pedro que viajar por Castilla, Vizcaya y Sevilla. Comenzó su ruta el dos de marzo y acabó el viaje el 17 de mayo. Era tarea enojosa y había que preguntar a unos y a otros sobre la nobleza del que pretendía lucir venera. Habría días que acabaría fatigado don Pedro tras escuchar, una y otra vez, las calidades de los abuelos lejanos del pretendiente. Tiempo antes había intervenido en la elección de la abadesa de la Asunción de Almagro.

En 1622, don Pedro, otorgó un poder al solicitador Bartolomé Álvarez de Prado para que, ante los Reales Consejos, reclamase los 12.000 maravedíes "que me están librados en la Mesa Maestral por el mantenimiento de pan y agua". Se refería al real diario que los miembros de las Órdenes Militares tenían derecho a percibir para su sustento, conocido como "el pan y agua de los caballeros". Si bien había sido un gaje para tener muy en cuenta, pasados los años, era ya un modesto y simbólico estipendio. La mitad, o menos, de un jornal de la época. Cosa de la carestía de los tiempos. La Corona, siempre alcanzada en sus cuentas, lo pagaba con demoras y a regañadientes, hasta que al final, en 1661, cerró la bolsa y decidió emplear esta partida en gastos militares.

Pan y agua de los caballeros. Contrasta la sencillez de estas palabras con la grandeza de aquellos hidalgos envueltos en sus mantos capitulares que, algún día, serían mortaja y pastizal de gusanos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

SOLES DE SEPTIEMBRE EN 1807



"En la provincia de Madrid está el tiempo revuelto; en la de Toledo, Granada, Sevilla y Cuenca está caluroso; en la de Ciudad Real se experimentan soles picantes; en la de Extremadura está sentado; y ultimamente en las de Murcia y Córdoba está vario", (Correo Mercantil de España y sus Indias, jueves 17 de septiembre de 1807).

No tenía septiembre buena fama en el pasado. Así lo confirma el refranero, siempre tan agorero. "Por septiembre, se tiemble", decían, a la espera de la sequía continuada, de la tormenta, del granizo y, ya perdidos, de la ruina de los frutales. También nuestros antepasados aguantaron, con seguro estoicismo, días calurosos durante dicho mes. Como en aquel septiembre de 1807. No es por tanto cosa nueva y que conste para que nos sirva de consuelo, a los que reverenciamos el pasado, saber que los antiguos padecieron lo mismo. Soles picantes sobre La Mancha, sobre toda España. Resoplar de la gente goyesca y palabras fuertes en plazas y caminos. Veranos que no se acababan ni se acaban. Días robados a la silenciosa y muy nostálgica cofradía del otoño.

domingo, 16 de septiembre de 2012

SOBRE MONOS Y GATOS

Los conquistadores llamaban gatos a los monos. "Los gatos estaban dando gritos sobre los árboles" escribió Cabeza de Vaca en sus comentarios. Como gatos monillos aparecen citados por Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias. En el siglo XVII se daba el nombre de gatos a los ladrones. Así aparecen mencionados en El Vergonzoso en Palacio (Acto I, escena XIII).  Quizás por su tendencia a trepar para entrar en las casas con no buenos fines, habilidad que compartían con los primates. O por la poca alzada de los monos que vieron los españoles en América. Pronto se trajeron de allí como animal curioso y exótico. Y no era raro que tales monillos formasen parte de los animales de compañía de las casas de empaque. Barrionuevo, en 1655, cita un mono que el duque de Uceda regaló al de Eliche. Era de pelaje negro como el azabache, andaba sobre sus dos pies y "Viene en hábito de soldado, vestido de grana, guarnición de plata, con botas y espuelas, tahalí y espada, y montera de lo mismo, con plumas y otro vestido de gala". Se lo presentaron al Rey y con hábito de cortesano se quitó la gorra  "como si fuera persona".

jueves, 13 de septiembre de 2012

LA VIDA HEROICA


Patrick Leigh Fermor, en su obra El tiempo de los regalos, describe las cruces de los caminos de Alemania. Esta referencia me hacer recordar un pasaje del Comentario de la Guerra de Alemania de don Luis de Ávila y Zúñiga donde se narra el siguiente suceso: "El Emperador, con mayor trote que podía sufrir gente de armas, seguía el camino que los enemigos llevaban, en el cual halló un crucifijo puesto, como suelen poner en los caminos, con un arcabuzazo en medio de los pechos. Esta fue una vista para el Emperador tan aborrecible, que no pudo disimular la ira que de una cosa tan fea se debía recibir y mirando al cielo dijo: <<Señor, si vos queréis, poderoso sois para vengar vuestras injurias>>". Sigue así: "y dichas estas palabras prosiguió su camino por aquella campaña tan ancha y tan rasa: y porque el polvo de nuestra vanguardia era muy grande, y el aire le traía a darnos en los ojos". 

Campaña ancha y rasa, el polvo levantado por la caballería. O el recuerdo de un viejo soldado de Carlos V que se adelantó cuatro siglos a la épica de John Ford

lunes, 10 de septiembre de 2012

SOBRE GERARD MANLEY HOPKINS Y LAS TAREAS DEL CAMPO

Gerard Manley Hopkins (1844-1889) escribió un poema cuya lectura es especialmente apropiada para esta época del año. Me refiero a Hurras por la cosecha cuyo inicio es "Summer ends now; now barbarous in beauty". Cita el poeta las gavillas que bien pudo ver en las cercanías de Oxford y esto me recuerda una faena agrícola ya olvidada y desconocida en este mundo alejado del campo. Barcinar es cargar las gavillas, colocarlas en el carro y enviarlas a la era. Una barcina es una red de esparto para recoger la paja y transportarla. José Antonio Muñoz Rojas, conocedor de estos trabajos y, además, primer traductor de los poemas de Hopkins al español, hacia 1936, nos dice en Las cosas del campo que el tiempo adecuado para barcinar es al alba. Son términos viejos. Leo en unos papeles también viejos que en Jaén, en 1627, se pagaban 18 ducados al año "un pensador con calidad de arar y barcinar el Agosto" más "dos fanegas de pegujar costeado". Este pensador, citado en el documento, no era hombre dado a filosofías y profundas meditaciones, por otra parte no incompatibles con los grandes silencios del campo, sino que se refiere a un mozo encargado de dar pienso a las reses, entre otras labores. El velador se ocupaba de los animales de labor durante la noche. El pegujar, o pegujal, era una pequeña parcela cedida a un campesino para que la cultivase para provecho propio a modo de salario indirecto. Los pegujaleros eran muy numerosos entre el campesinado español del siglo XVIII y quitaban el sueño a ilustrados y regeneracionistas.

He consultado la traducción de los poemas de G. M. Hopkins realizada por José Julio Cabanillas y editada por Renacimiento (Sevilla, 2001)

jueves, 6 de septiembre de 2012

CAOS EN EL RUEDO

Indignado estaba Sánchez de Neira cuando en 1892 denunciaba "la maldita costumbre" que, desde tiempo inmemorial, tenía parte del público de Madrid. Consistía tan deplorable hábito en invadir el ruedo cuando el espada estaba matando el último toro del festejo. Esta gente, ansiosa por lanzarse a albero y adueñarse del redondel, era considerada por Sánchez de Neira, que no se andaba por las ramas en sus calificaciones, como gentuza, chusma, salvajes, bigardos y bandidos. Los guardias, obligados y no muy convencidos, perseguían infructuosamente a los infractores que, al parecer, contaban con mejor forma física y dejaban, a la fuerza pública, en muy desairada situación.  El casco, el sable, los correajes y el natural miedo al toro, que podía arrancarse hacia ellos, hacían muy trabajosa la operación. Cabe pensar que el lance sería animado por las burlas, carcajadas y lanzamiento de naranjas por el sector del público con más manga ancha en todo lo referido a virtudes cívicas.

Ganas no le faltaban a Sánchez de Neira, espantado por estas encanalladas escenas,  para proponer una solución muy severa. Decía: "Pudiera autorizarse a media docena de monos sabios que, a caballo y con buenas varas en la mano, emprendieran a garrotazo limpio, la persecución de los gandules inobedientes a lo mandado" aunque consideraba, pensándolo mejor, que tal recurso sería "indigno de un pueblo civilizado" y de una dudosa eficacia. Más razonable, continuaba, sería que se dejase acceder al ruedo a los infractores para, acto seguido, retirarse las cuadrillas, proceder al arrastre del toro o devolverlo al corral con los cabestros, para después detener a toda la truhanería que atada, "codo con codo", iría a parar a la cárcel entre veinte o treinta bayonetas. Y de aquí al juzgado para que se les impusiesen unas fuertes multas como reos de desacato o de incumplimiento del reglamento.

 Puede consultarse el artículo de Sánchez de Neira, titulado "Contra el abuso",  en La Lidia del 20 de mayo de 1892.