miércoles, 29 de febrero de 2012

PRECURSORES DEL DANDISMO

En La dama boba de Lope de Vega se describen los utensilios que un caballero llevaba consigo para su aseo y adorno personal. Aparecen, guardados en una bolsa de piel, unas tenacillas, un alzador de copetes, otras tenacillas más para rizarse el pelo, escobilla, cepillo, peine y hormas para los zapatos. Iba también, el elegante, razonablemente provisto de ropa blanca, blanda y delgada. Estos refinamientos provocaban la indignación de los españoles de la antigua escuela.

domingo, 26 de febrero de 2012

MISAS, GENTECILLA Y ALBOROTO



En la España del siglo XVI la obligación de asistir a misa en las fiestas de guardar era incumplida,en no pocas ocasiones, por la gente de las capas populares y urbanas. No era tanto una consecuencia de la secularización de las costumbres como de la pérdida del hábito de la práctica religiosa. Una carta de san Juan de Ávila, dirigida al asistente de Sevilla, se da constancia del hecho pues "muchos mancebicos de diez y más años se quedan ordinariamente sin oir misa los domingos y fiestas, y se están  jugando ó haziendo otros pobres recaudos". Estos "pobres recaudos" eran, entre otros posibles entretenimientos, participar en los apedreaderos que tenían lugar los domingos junto a las puertas de la Macarena y de Córdoba. Por otra parte, reconocía San Juan de Ávila, "Ay mal aparejo en las iglesias, porque estan llenas de gente de más edad, y serles molesta la inquietud que tienen los mochachos cuando están juntos". Para evitar travesuras y ruidos, con la consiguiente irritación de los devotos, no siempre ejemplares en el ejercicio de virtudes como la mansedumbre y la paciencia, pensó san Juan de Ávila que sería conveniente "se deputase para esta gentezilla iglesias ó hospitales donde no fuesse otra gente". La idea no estaba mal pero otra cosa era aplicarla y encarrilar, camino de la iglesia, a una feligresía de tal pelaje, siempre más predispuesta a la travesura que a escuchar sermones. Proponía, nada menos, "que anduviessen aguaziles por las calles cogiendo los mochachos para llevarlos al lugar de la missa". No creo que fuese efectiva, si alguna vez se puso en práctica, tal diligencia. No en vano los alguaciles de la Sevilla del siglo XVI estaban entre los más atareados de la Monarquía de España.


viernes, 24 de febrero de 2012

ILUSTRADOS, ROMÁNTICOS Y ABURRIMIENTO


Rüdiger Safranski en su Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán analiza, entre otras muchas cuestiones, la relación de los románticos con el aburrimiento. Aporta precedentes al respecto. Era un estado de ánimo, según Montesquieu, unido a los poderosos: "Su grandeza les obliga a aburrirse". A esto alegaba que "Todos los príncipes se aburren: una prueba de esto es que van de caza". Rousseau, en la misma línea argumental, declaraba: "El pueblo no se aburre; lleva una vida activa [...] El azote de los ricos es el aburrimiento". Ya en pleno romanticismo Eichendorff asociaba el aburrimiento a la vida urbana. La glorificación de la pobreza y de la vida de aldea no era nada nuevo, sino una idea defendida por los que vivían en ciudades y no sin un notorio desahogo económico. La visión española del asunto es más realista y más sombría. Así Jovellanos, en su Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España, describía la "perezosa inacción", el triste silencio y la abulia que imperaban en los pueblos, rasgo "que no se puede advertir sin admiración y lástima". Se preguntaba no sin perplejidad: "¿Cómo es que la mayor parte de los pueblos de España no se divierten de manera alguna?"*. Más desconsolado es el apunte que realizó Cabarrús en una carta a Jovellanos: "¿Quién en el día vive en efecto en el campo, sino los que no pueden vivir en las ciudades". Y describía "nuestras campiñas yermas, sin frondosidad, sin gracia y sin vida, parecen desde mayo asoladas por un cierzo desolador: los lugares ofrecen todos los objetos de asco y horror, la hediondez, la miseria, la desnudez, la mendicidad y una especie de imitación grosera de la corrupción de las ciudades [...] poco o ningún trato racional, ninguna comodidad, ningún regalo, y basta salir a dos leguas de Madrid para retroceder a dos siglos". Este contraste entre modernidad y arcaísmo ha estado vigente en la vida española hasta hace pocas décadas.


martes, 21 de febrero de 2012

EL REGENERACIONISTA Y EL TREN

Lucas Mallada en Los males de la patria (1890) describe los grandes defectos de los ferrocarriles de la España de su tiempo. Da noticia de robos en maletas y baúles, de imperdonables retrasos, de la escasa limpieza de los coches, de la descortesía y la soberbia de los empleados, de las malas fondas y la frecuencia de los descarrilamientos, sin olvidar "la tosca educación, el quijotismo exagerado o las cándidas impertinencias e muchos compañeros de viaje".
            A todo esto añade una particular observación: "No hay país en el orbe donde los viajes en ferrocarril sean tan bulliciosos y divertidos, y donde más se señalen las faltas de educación y de sentido común de gran parte de los indígenas, y esto sin contar si salen al encuentro del tren cuadrillas de salvajes que lo apedrean, o que celebran su paso con muecas y ademanes de marcada deshonestidad y grosería".

domingo, 19 de febrero de 2012

PAVOS PERDIDOS EN LA CORTE

En el Diario de Madrid de 29 de enero de 1788 se publicó la siguiente noticia: "El 26 se extraviaron 4 pavos cebados en las inmediaciones de los Caños del Peral. Se entregarán al sargento de Inválidos que está a la puerta del coliseo de la Ópera". Cuatro pavos cebados sueltos en Madrid, o en cualquier ciudad de la época, cuando la escasez era la norma, tenían escasas posibilidades de ser devueltos a su legítimo propietario.Causa cierto asombro la ingenuidad y el optimismo del anunciante. Por algo era el siglo XVIII.

viernes, 17 de febrero de 2012

EL MIEDO AL LOBO

Es uno de los miedos más atávicos. Viene de muy lejos y ha formado parte de la vida de pastores, arrieros, cazadores de oficio y caminantes hasta hace pocas décadas. Manuel Amezcua, etnólogo de tierras giennenses, ha recogido algunas creencias al respecto:
1. "El pastor puede ser consciente de la presencia cercana del lobo sin necesidad de descubrirlo o percibir su humo. Si así ocurre, un pelo frío recorrerá su cuerpo y hará que le baile la gorra encima de la cabeza, ya sabe que el lobo anda cerca".
2. Si el pastor está en la tienda o en la majada y se ve acosado por lobos hará lumbre abundante y trazará un círculo de fuego lanzando, a discreción, tizones de fuego.
3. Si el pastor tiene la mala fortuna de verse sorprendido por un  lobo, fuera de cualquier amparo, desanudará su faja y la arrastrará por el suelo mientras camina de manera que el animal seguirá el extremo de la prenda, un tanto sumiso y anonadado, debiendo mantenerse este recurso hasta encontrar lugar a propósito para guarecerse.
4. Si el pastor tiene la mala  fortuna de no tener faja tendrá que recurrir al mechero de pedernal y producir, constantemente y con determinación, chispas ante la cara del lobo que quedará entretenido o sorprendido por esta maniobra. Mientras la potencial víctima tendrá que discurrir algún recurso para salir del apuro.

El recurso de la faja es asimismo citado por González Ripoll, autor del imprescindible libro Los hornilleros. Da cuenta de un aserrador de los Campos de Hernan Perea, en la Sierra de Cazorla, que salvó así la vida aunque pasó tanto miedo que enfermó de un sudor frío persistente y perdió el habla. Fue curado por una saludadora conocida como la tía Telesfora. El aserrador, llamado Julián Leiva fue conocido desde ese momento como "el de los lobos".

Véase: Amezcua, M., "El lobo en la cultura popular giennense", en Revista de Folklore, núm. 104, 1989, págs. 39-45.

lunes, 13 de febrero de 2012

SERVILONES

En 1818 la Junta General del Honrado Concejo de la Mesta recibió la visita de Fernando VII y de su hermano Don Carlos. En la Gaceta de Madrid del 13 de mayo de dicho año se da cuenta del suceso y se describe como el gozo "brillaba en el semblante de los leales vasallos de la junta". Discurseó el "sumiso Presidente" de la Mesta, así se le describe en la Gaceta, ante el Soberano que escuchó la pieza oratoria con "la dulzura y afabilidad que le son características". No se equivoca el lector, se refiere el texto a Fernando VII.  Taimado como nadie, además, Don Fernando disimularía en el semblante su fastidio, añorando la más amena compañía de su camarilla. Al fin, que ya era tarde, "entre vivas y aclamaciones se ausentaron los dos augustos hermanos". Hasta más ver señores. Después, para corresponder, acudió la Junta en pleno a Palacio para devolver la visita al Monarca pues "era forzoso que se apresurasen a renovar a los pies del mejor y más envidiable Soberano sus indelebles votos de lealtad y gratitud". Mientras España en ruinas, el Imperio perdido, el garrote a toda máquina, Labrador bostezando y el Santo Oficio a lo suyo.  Pasó a continuación  la sumisa comitiva al cuarto de Don Carlos donde, con mil previsibles zalemas,  se le cumplimentó con merecidas muestras de adhesión incondicional. El despotismo tiene estas cosas. Por algo los liberales tildaban a todos estos de serviles. Ni en los tiempos de mayor esplendor y poder,cuando se decía que eran vicedioses en la Tierra, recibieron los reyes en España una coba tan escandalosa. Desconocidos se dirigían a ellos con respetuosa sequedad cuando solicitaban mercedes y presentaban memoriales, algunos les decían verdades como puños, asperezas y amargas admoniciones. Hasta les advertían de la pérdida del alma si no cumplían como buenos. Y no por eso faltaban a su fidelidad. Pero eran otros vasallos y eran otros reyes.

jueves, 9 de febrero de 2012

GENTE DE COLETA

Gente de coleta se llamaba a los toreros. Sánchez de Neira en su Diccionario taurómaco (1896) define la coleta como una trenza de pelo que el torero se dejaba crecer y que se cubría con redecillas o cofias, sustituidas a inicios del XIX, por moñas de seda negra o lazos. Luis Coloma describe en Pilatillo, no sin abierta hostilidad, a un personaje de ambiente taurino: "traía la cara afeitada, enormes chuletas en ambas sienes, y coleta hecha trenza bajo el sombrero". Era un adorno extendido también entre militares y marinos de guerra. Recuerdo haber leído algo al respecto en las espléndidas novelas de Patrick O´Brian sobre la Armada Británica.  Los miembros de las Reales Guardias Españolas estaban obligados, según refiere Alcalá Galiano en sus recuerdos, a "tener el pelo cortado a raíz, por la frente, formando lo que se llama cepillo, a llevar por detrás coleta más o menos larga, y usar chupa, calzón corto y espada ceñida". Era obligación fastidiosa para los más cuidadosos con los nuevos usos pues la moda imponía, en aquellos años cercanos a Trafalgar, otros criterios para mantener el buen tono, así los guardias llevaban el pelo cortado por detrás, flequillo sobre la frente, pantalones y sable colgado con estudiada indolencia, siempre y cuando no estuviesen de servicio. Si había que cumplir con las obligaciones debidas, o asistir a alguna solemnidad, se recurría a las coletas postizas. La nueva estética, revolucionaria y romántica, se imponía en España. Calzones cortos, pelucas y chupas se asociaban al Antiguo Régimen y se consideraban ya hábito de reaccionarios.

domingo, 5 de febrero de 2012

PERROS RABIOSOS DEL SIGLO XVIII

Días atrás, en el siempre esclarecido blog En Compostela, se trataba sobre saludadores. Se daba además cumplida cuenta del mal trago padecido por el padre Jerónimo Gracián cuando fue atacado por perros en Olivenza. Me hizo recordar este lance lo escrito por don Gregorio Arias González, cirujano de la Real Armada, en un tratado de mediados del siglo XVIII, donde describía los padecimientos de dos personas que fueron atacadas por perros rabiosos. Al parecer no contrajeron la rabia pero el miedo que pasaron no lo olvidaron en mucho tiempo y tuvo consecuencias traumáticas. En un caso una mujer al beber de una alcarraza vio reflejada en el agua la espantosa imagen del perro rabioso que, nada menos que veinte años antes, la había atacado. Cuando decidió recurrir al cirujano, a los tres días del suceso, presentaba rasgos de hidrofobia y pudo explicar,descompuesta, lo sucedido "con dislocadas e inconsiguientes razones". Tres días hacía también que no bebía agua. En el segundo caso se menciona al criado de un marqués de Sevilla que acudió a nuestro cirujano a causa del dolor producido por una mordedura ya antigua. La lesión, al parecer, estaba ya más que curada pero el criado malvivía con el recuerdo "con casi perpetuidad del perro, del modo y furia como le embistió y mordió; que no hablaba de otra cosa, ni ninguna conversación le divertía la especie, ni le alegraba cosa alguna, aunque fuera jocosa". En ambos casos tuvo don Gregorio, "con razones de desengaño", que demostrar a sus pacientes que todo procedía del amargo trance padecido, que era cosa del ánimo y no de heridas reabiertas o de perros aparecidos en alcarrazas. Tuvo capacidad de persuasión con los dos pacientes y, en particular, el criado del título de Castilla, "quedó sin el dicho dolor y restituido a alegre, pacífica y racional quietud".

Los dos sucesos están tomados de la obra del citado cirujano: Opusculo historial anathomico, physico-mechanico, chirurgico, práctico de heridas peligrosas, con modo breve de curarlas (1750)

jueves, 2 de febrero de 2012

FELIPE II, MADRID Y EL PATINAJE



El 22 de febrero escribía Felipe II a su hija la Infanta Doña Catalina Micaela, casada con el duque de Saboya, y le daba cuenta del tiempo en Madrid . Decía el Rey: "ha helado y nebado aquí tanto, que no lo podríades creer; mas ha sido de manera el hielo, que en los estanques de la casa del campo se ha andado en patines un mes entero muy bien, y dos vezes  los fuymos así como esto y otras cosas os deve aver escrito vuestra hermana". Un panorama que más parece de Flandes o de Alemania que de la España interior.
Además no deja de producir extrañeza toda esta gente patinando en Madrid, alborozada quizás y dada a realizar piruetas más o menos descompuestas. Sería, claro está, juego de muchachos que no de gente principal. Es asimismo de admirar que el Rey, dejando a un lado los asuntos de Flandes, las estrecheces de la Real Hacienda o el mal recuerdo de la Jornada de Inglaterra, dedicase unos minutos a describir el ambiente  festivo de aquellos inviernos. Bien está que así fuese.