lunes, 26 de noviembre de 2012

EL VALOR DE UN MARINERO RUSO DE 1815



El 23 de marzo de 1815, El capitán Sevilla viajaba a Indias a bordo de la fragata La Providencia. Formaba parte de las fuerzas destinadas a sofocar la rebelión general que contra España se extendía por todo el Imperio en América. Recordaba nuestro oficial como en dicha travesía una ola lanzó al mar a un hombre. Un marinero se lanzó a salvarlo en medio de un espantoso oleaje. Causaba horror presenciar el trance. Con grandes riesgos y trabajos el marinero -de nación rusa- consiguió subir a cubierta al capitán Pereira, que así se llamaba el caído al mar. El capitán del buque mandó que, con premura, suspendieran a Pereira, agarrándolo por los pies para que -a fuerza de sacudidas- expulsara el agua que había tragado. Acudió, con este fin, un tripulante, fuerte como un toro pero corto de talla por lo que los vapuleos propinados al medio ahogado capitán no fueron efectivos. Decidió entonces asumir esta tarea el marinero que antes se había jugado la vida. El ruso -recordaba el capitán Sevilla- era "un gigante de atlética musculatura [...] de talla colosal y fuerzas hercúleas, de ancho pecho y de muñecas tan anchas y nervudas, que a su lado habrían parecido de dama las mías". Tanta era su fortaleza que, según escribe Sevilla con ingenua, desgarrada y cuartelera expresividad, el infortunado Pereira fue levantado "en el aire como un pollo" y "el agua salió a borbotones de la boca del náufrago". Y así salvó su vida por segunda vez. Tras superar un intervalo de estupor toda esta gente endurecida rezó con sincera devoción, dio gracias a Dios y organizó una gran comida. Consta que el anónimo y decidido marinero ruso presidió la mesa en premio a su coraje.


Capitán Rafael Sevilla, Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campañas contra Bolívar y los separatistas de América, edición R. Blanco- Fombona, Editorial América, Madrid 1916.

8 comentarios:

  1. Queda uno con las ganas de saber más del ruso, como llegaría a formar parte de la armada española y cual sería su destino. Realmente de horror ver a esos dos hombres en el agua con ese temporal.

    Saludos.

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  2. Entre las tripulaciones de los barcos españoles había gente de diversa nacionalidad. Los rusos no faltaban. Incluso entre los oficiales. Y el personaje de la historia tuvo que ser hombre de pundonor.

    Saludos don Eduardo.

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  3. Como dice Eduardo, dan ganas de saber más del ruso, o de inventarle una vida para redactar un microrelato heroico.

    Saludos.

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  4. Nada más conozco del marino ruso pero su valerosa acción justifica una vida entera.

    Saludos señor de Dissortat.

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  5. Que magnífica entrada por partida doble, por su relato pleno de maestría y por el fondo del mismo: el de la existencia de hombres desprendidos, capaces de arriesgarse, con desprecio de la vida propia, por salvar al prójimo, sin más recompensa que la de compartir su alegría con los demás. De aquel ruso no se conocerá el nombre de su persona, pero no parece que esa fuera su pretensión, le bastó con salvar una vida.
    Un saludo.

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  6. Gracias señor de la Terraza. Es usted un caballero. Como lo fue nuestro personaje, el intrépido marino de la historia. No es, además, el primer héroe anónimo o casi desconocido que aparece por aquí. Quede su ejemplo para las generaciones venideras.

    Saludos.

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  7. Estos lances marineros me transportan directamente a la batalla de Trafalgar y a las penurias que se pasaban a bordo de esos cascarones de madera, lanzados a merced de las olas y de las tormentas. Para poder vivirlo en primera persona recomiendo la lectura de las novelas de Patrick O´Brian.
    Saludos

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  8. En su aparente fragilidad eran auténticas obras de ingeniería. Y desde luego la serie de O' Brian es espléndida en cada uno de sus libros.

    Saludos doña Carmen.

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