lunes, 24 de septiembre de 2012

PAN Y AGUA DE LOS CABALLEROS

Don Pedro Messía Ponce de León era caballero de Santiago y venticuatro de Jaén. En 1627 participó en las pertinentes pruebas, encomendadas por su Orden, para acreditar la nobleza de don Juan de Jaúregui que pretendía un hábito. Era, el aspirante, hombre de muchas letras y caballerizo de la Reina. Como había que preguntar a testigos de diferentes lugares tuvo don Pedro que viajar por Castilla, Vizcaya y Sevilla. Comenzó su ruta el dos de marzo y acabó el viaje el 17 de mayo. Era tarea enojosa y había que preguntar a unos y a otros sobre la nobleza del que pretendía lucir venera. Habría días que acabaría fatigado don Pedro tras escuchar, una y otra vez, las calidades de los abuelos lejanos del pretendiente. Tiempo antes había intervenido en la elección de la abadesa de la Asunción de Almagro.

En 1622, don Pedro, otorgó un poder al solicitador Bartolomé Álvarez de Prado para que, ante los Reales Consejos, reclamase los 12.000 maravedíes "que me están librados en la Mesa Maestral por el mantenimiento de pan y agua". Se refería al real diario que los miembros de las Órdenes Militares tenían derecho a percibir para su sustento, conocido como "el pan y agua de los caballeros". Si bien había sido un gaje para tener muy en cuenta, pasados los años, era ya un modesto y simbólico estipendio. La mitad, o menos, de un jornal de la época. Cosa de la carestía de los tiempos. La Corona, siempre alcanzada en sus cuentas, lo pagaba con demoras y a regañadientes, hasta que al final, en 1661, cerró la bolsa y decidió emplear esta partida en gastos militares.

Pan y agua de los caballeros. Contrasta la sencillez de estas palabras con la grandeza de aquellos hidalgos envueltos en sus mantos capitulares que, algún día, serían mortaja y pastizal de gusanos.

15 comentarios:

  1. "El pan y el agua de los caballeros" que ocupan cargos hoy en esta piel de toro asciende a mucho más que 12 mil maravedíes y no creo que por causa de la crisis se reduzca a menos "de un jornal de la época".
    Un saludo.

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  2. Igual creo yo don Cayetano. Los salarios de los oficios públicos en el siglo XVII, incluidos algunos de los más relevantes como las regidurías de ciudades con voto en Cortes, eran muy modestos.No es el caso de los tiempos actuales.

    Saludos y gracias por sus siempre bien recibidas palabras.

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  3. Es que la sobriedad no está reñida con la grandeza; antes bien, todo lo contrario.
    Saludos.

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  4. Llevaba tiempo alejado, por unas u otras razones, de los blogs amigos. Hoy, día de la Merced, festivo en mi pueblo, he podido dedicar un rato al suyo, disfrutando con las últimas entradas. Hubiera dejado comentarios en cada una de ellas, pero lo haré sólo en ésta, la más reciente, y tan oportuna en los tiempos que corren... ¡Siempre excelente, amigo mío!

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  5. Debía estar España llena de este tipo de personas que investigaban la limpieza de sangre.
    Saludos.

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  6. Lo que usted comenta, Ars Vitae, con admirable certeza, es la esencia del asunto.

    Reciba usted mis saludos y muchas gracias.

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  7. Jubilosamente lo saludamos desde esta tertulia don Francisco. Ingenios tan ilustrados como el suyo siempre son bienvenidos.

    Quedo muy obligado por sus palabras.

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  8. Pues así era.No sólo por los que pretendían hábito. Eso de escudriñar las genealogías era asunto general.Recordemos,como usted bien sabe,a los que pleiteaban por su hidalguía,querían ingresar en colegios mayores o acceder a una prebenda eclesiástica en cabildos que exigían la limpieza de sangre.Fue una de las obsesiones de la España de los siglos XVI y XVII y, funesta especialmente la relativa a la limpieza de sangre.

    Saludos don Eduardo y quedo agradecido por su escrito.

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  9. Estoy con Ars Vitae. La grandeza y la sobriedad iban y van parejas. Como siempre muy interesante. No sabe lo que me acordé de Vd. este verano leyendo a Jiménez Lozano.

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  10. Esto de reducir el pago o los salarios por parte del estado me suena ligeramente, sólo que ahora no se utiliza para las guerras y el prestigio exterior (en esto estamos de capa caída), sino para agrandar las ganancias de los gobernantes. Pero, ahora que recuerdo, entonces también se estilaban la corrupción, el nepotismo, el favoritismo y el trato de favor.
    Saludos

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  11. Y yo le he agradecido cada página leída de "Las cosas del campo" de Muñoz Rojas, una obra maestra que he conocido gracias a su consejo.

    Las palabras de Ars Vitae son muy ciertas.

    Es un privilegio,una vez más, leer su gentil comentario.

    Saludos.

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  12. Por supuesto doña Carmen. Pero, si se mira bien, las ganancias en metálico obtenidas por los propietarios de oficios públicos eran muy modestas. Incluso la propia nobleza perdía grandes sumas en el ejercicio de determinados cargos. Otra cosa eran sus rentas patrimoniales que, además, tampoco les garantizaban la disponibilidad de dinero en metálico suficiente para afrontar sus enormes gastos. Mi impresión es que los honores y, en no pocos casos la simple vanidad, se valoraban más que el dinero.

    Saludos y muchas gracias por su observación.

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  13. Desgraciadamente, no son los caballeros, sino los asalariados de hoy los que, de no arreglarse las cosas pronto, verán cómo sus salarios no dan más que para pan y agua.
    Un saludo.

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  14. Si bien comprendo el sentido de su acertado comentario, estaremos de acuerdo,señor de la Terraza, en que un asalariado puede ser un perfecto caballero.

    Mis saludos.

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  15. Coincido con los comentarios anteriores en que no están reñidas la sobriedad con la caballerosidad. Además sorprende constatar que ya entonces la administración se demoraba en los pagos, aunque era escasa la paga.
    Un saludo.

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