jueves, 6 de septiembre de 2012

CAOS EN EL RUEDO

Indignado estaba Sánchez de Neira cuando en 1892 denunciaba "la maldita costumbre" que, desde tiempo inmemorial, tenía parte del público de Madrid. Consistía tan deplorable hábito en invadir el ruedo cuando el espada estaba matando el último toro del festejo. Esta gente, ansiosa por lanzarse a albero y adueñarse del redondel, era considerada por Sánchez de Neira, que no se andaba por las ramas en sus calificaciones, como gentuza, chusma, salvajes, bigardos y bandidos. Los guardias, obligados y no muy convencidos, perseguían infructuosamente a los infractores que, al parecer, contaban con mejor forma física y dejaban, a la fuerza pública, en muy desairada situación.  El casco, el sable, los correajes y el natural miedo al toro, que podía arrancarse hacia ellos, hacían muy trabajosa la operación. Cabe pensar que el lance sería animado por las burlas, carcajadas y lanzamiento de naranjas por el sector del público con más manga ancha en todo lo referido a virtudes cívicas.

Ganas no le faltaban a Sánchez de Neira, espantado por estas encanalladas escenas,  para proponer una solución muy severa. Decía: "Pudiera autorizarse a media docena de monos sabios que, a caballo y con buenas varas en la mano, emprendieran a garrotazo limpio, la persecución de los gandules inobedientes a lo mandado" aunque consideraba, pensándolo mejor, que tal recurso sería "indigno de un pueblo civilizado" y de una dudosa eficacia. Más razonable, continuaba, sería que se dejase acceder al ruedo a los infractores para, acto seguido, retirarse las cuadrillas, proceder al arrastre del toro o devolverlo al corral con los cabestros, para después detener a toda la truhanería que atada, "codo con codo", iría a parar a la cárcel entre veinte o treinta bayonetas. Y de aquí al juzgado para que se les impusiesen unas fuertes multas como reos de desacato o de incumplimiento del reglamento.

 Puede consultarse el artículo de Sánchez de Neira, titulado "Contra el abuso",  en La Lidia del 20 de mayo de 1892.

6 comentarios:

  1. Es que no tenemos remedio.
    Lo curioso es que en aquellos tiempos, con la severidad para los revoltosos que había, ya hubiese espontáneos.
    Un saludo.

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  2. No conocía la práctica de esa incívica costumbre, desluciendo el culmen de la última suerte.

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  3. Hasta cierto punto es una muestra de que en la Restauración no existía un miedo tan grande a la autoridad. Al menos en las ciudades grandes donde era más fácil escapar entre la gente, en medio de tales confusiones y jolgorios.

    Saludos don Cayetano.

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  4. Es lo que debía de sacar de quicio a Sánchez de Neira. Quería alejar, de algo tan serio como el tercio de muerte, todo lo que supusiera chabacanería y plebeyismo.

    Saludos señor DLT

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  5. Siempre hay personas dispuestas a lanzarse al ruedo y a veces en condiciones muy lamentables.
    Un saludo.

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  6. No eran realmente aficionados sino gente que buscaba alboroto.

    Saludos señor de Valverde.

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