miércoles, 13 de junio de 2012

EL GUARDAVÍAS


Ruinas del apeadero de San Julián cerca de Despeñaperros (Vilches, Jaén) 


El ferrocarril o la aparición de nuevos oficios. Uno de éstos era el de guardavías. Dickens escribió un relato de fantasmas titulado así, El guardavías. Precisamente una reciente entrada del excelente y muy erudito blog Obiter Dicta se centra en el accidente ferroviario sufrido por el autor inglés y que, probablemente, dio lugar a la inquietante desolación del citado cuento. El guardavías de este relato tenía su caseta en un lugar lóbrego, batido por el aire helado, donde siempre olía a tierra, muy adecuado para las apariciones de un espectro atormentado y agorero. Es muy recomendable lectura, más propia de noviembre o diciembre que de estos días de junio. Quizás para que no se dejasen impresionar por noches oscuras como boca de lobo o almas en pena, el oficio de guardavías era muy adecuado para tipos bragados y fogueados, como los soldados licenciados, según recomendaba don Mariano Matallana, experto en la materia del siglo XIX. Según Matallana el guardavías debía ser ágil, decidido y diligente. Su equipo debía constar de carabina y bayoneta, canana con pistones, petardos para señales, banderín encarnado con su funda, martillo, llave de dos bocas, aceitera, mechas variadas, tijeras, farol con cristales blanco y rojo, espuerta, pala, reglamento y partes, cartera y tintero. Para los avisos tenía que soplar con energía, pulmones y resistentes carrillos una trompa que, junto a todo lo enumerado, llevaría colgada de un cordón. Si no se utilizaba la trompa había que optar por el uso de la bocina. No tenían que acarrear toda esta impedimenta en sus rondas pues, de ser así más parecerían sherpas que modestos operarios del ferrocarril. Sí eran imprescindibles, en cualquier circunstancia, el martillo, la trompa, la carabina, los petardos, el banderín y el recado de escribir. Los petardos se colocaban en los rieles para avisar a los maquinistas de algún peligro o incidencia de consideración. El uniforme del guardavías podía ser de invierno o de verano. Sólo un detalle al respecto: en invierno llevaban gorra de gutapercha o cuero y en verano hongo de fieltro gris. El hongo combinado con todo el utillaje, la carabina y la bayoneta calada aportaría a estos operarios un curioso aspecto. Se les debía facilitar una vivienda en la que no podían despachar bebidas para evitar que montasen cantinas y timbas. Tampoco se les permitía criar reses aunque si cultivar una huerta y tener aves de corral.

Mariano Matallana, Cartilla de los guardavías en los ferro-carriles, Barcelona 1866

14 comentarios:

  1. ¿Y del sueldo qué?, bueno al menos el trabajo podía ser libre y entretenido.

    Un saludo.

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    1. La verdad es que Matallana no dice nada de la paga. No debía de ser gran cosa.
      Saludos don Eduardo.

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  2. Oficio monótono y solitario como el de farero. Gente especial.
    Un saludo.

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  3. Era tarea no exenta de responsabilidad. El reglamento consultado plantea no pocas situaciones posibles.
    Saludos don Cayetano.

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  4. El relato del guardavía he vuelto a leerlo, aunque lo tenía con otro título. El blog de Jorge Ordaz y su comentario tuvieron la culpa.
    Los guardavías tenían cierto empaque y autoridad; ahora se antoja una figura romántica, muy apropiada para relatos decimonónicos.

    Saludos.

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  5. No dejaba de ser, además, una aparición espectral en un contexto absolutamente moderno. Nada de castillos sombríos o de fantasmas arrastrando cadenas. Esto es bastante interesante bajo mi punto de vista.

    Saludos.

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  6. Tenían que ser hombres hechos y derechos, aptos para estos menesteres por permanecer siempre solos es su puesto, sin casi vida privada, y en soledad.
    Saludos

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  7. Mi abuelo materno era guardavías. De bragado y valeroso no sé, porque las historias que circulan sobre él son más bien todo lo contrario. Eso sí: escopetilla llevaba, y cornetín -mi padre, enganchador, también tuvo uno, qué recuerdos.
    Ya colocaré alguna de esas historias en mi blogo, que me han llegado vaias, jugosillas en todolocontrarios, aunque a mi abuelo, directamente, le apodaban "el Tío Matalobos". Eso: crió a siete hijos (cinco en la posguerra) en aquellos tiempos bravíos y desvencijados.

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  8. Cuando era niño solía ir a jugar en las inmediaciones de la estación ferroviaria del Clot, en el barrio barcelonés donde vivían mis abuelos. Recuerdo que había un paso a nivel, con una castea con guardavías.
    Magnífica y evocadora entrada.
    Saludos.

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  9. Y además en despoblado durante gran parte de su tiempo. No estaba exento de riesgos el oficio.

    Saludos doña Carmen.

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  10. Pocas personas mejor que usted para valorar el oficio de guardavías en el pasado. Lo del apodo de su abuelo denota, creo yo, cierta presencia de ánimo en su carácter. A no ser que viniese, el apodo, de algún ascendiente pues, ya sabe usted, que había cazadores dedicados al lobo en aquellos tiempos.
    Y espero que escriba usted al respecto pues será de indudable interés.

    Reciba usted mis saludos Mujerárbol.

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  11. Quedo agradecido por sus palabras don Jorge. Y doblemente pues su escrito motivó estas desmañadas líneas que yo he publicado.

    Mis saludos.

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  12. Otro de esos oficios de los que usted nos habla tan a menudo, sino desaparecido, a punto de hacerlo. La fotografía que ha puesto de la caseta me ha recordado mucho otra que hice yo, hace ya más de quince años, de otra bien conservada y en uso, pero ya desaparecida. Y salió en ella el guardavías, que había echado la barrera y estaba junto a la vía a la espera. Eso sí su impedimenta era bien distinta a aquella de otros tiempos.
    Un saludo

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  13. Las estaciones y,en general, el mundo del ferrocarril tienen siempre algo del siglo XIX. Estaríamos todos interesados en una entrada suya al respecto.

    reciba usted,señor DLT, otro saludo.

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