domingo, 26 de febrero de 2012

MISAS, GENTECILLA Y ALBOROTO



En la España del siglo XVI la obligación de asistir a misa en las fiestas de guardar era incumplida,en no pocas ocasiones, por la gente de las capas populares y urbanas. No era tanto una consecuencia de la secularización de las costumbres como de la pérdida del hábito de la práctica religiosa. Una carta de san Juan de Ávila, dirigida al asistente de Sevilla, se da constancia del hecho pues "muchos mancebicos de diez y más años se quedan ordinariamente sin oir misa los domingos y fiestas, y se están  jugando ó haziendo otros pobres recaudos". Estos "pobres recaudos" eran, entre otros posibles entretenimientos, participar en los apedreaderos que tenían lugar los domingos junto a las puertas de la Macarena y de Córdoba. Por otra parte, reconocía San Juan de Ávila, "Ay mal aparejo en las iglesias, porque estan llenas de gente de más edad, y serles molesta la inquietud que tienen los mochachos cuando están juntos". Para evitar travesuras y ruidos, con la consiguiente irritación de los devotos, no siempre ejemplares en el ejercicio de virtudes como la mansedumbre y la paciencia, pensó san Juan de Ávila que sería conveniente "se deputase para esta gentezilla iglesias ó hospitales donde no fuesse otra gente". La idea no estaba mal pero otra cosa era aplicarla y encarrilar, camino de la iglesia, a una feligresía de tal pelaje, siempre más predispuesta a la travesura que a escuchar sermones. Proponía, nada menos, "que anduviessen aguaziles por las calles cogiendo los mochachos para llevarlos al lugar de la missa". No creo que fuese efectiva, si alguna vez se puso en práctica, tal diligencia. No en vano los alguaciles de la Sevilla del siglo XVI estaban entre los más atareados de la Monarquía de España.


17 comentarios:

  1. Mire que eran drásticos. Nada menos que ser conducidos a la iglesia por un alguacil! Espero que no llegase a ponerse en práctica, porque de todos modos no creo que tuviese mucho valor ir a la fuerza, y además esos alguaciles tendrían mejores cosas que hacer.

    Feliz domingo

    Bisous

    ResponderEliminar
  2. Esa costumbre de la autoridad de llevarse a los mozalbetes a la fuerza la puso en práctica Fidel Castro en Cuba hace ya tiempo, según relato de un exiliado cubano. Jóvenes que estuvieran holgazaneando por la calle en horario escolar o laboral eran llevados a la zafra a cortar caña.
    Aunque en principio la idea es disparatada por lo que tiene de secuestro y de conculcación de libertades, a muchos no les parece mala idea para acabar con ciertos comportamientos incívicos como por ejemplo el botellón.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. "Apedreaderos", no viene en el diccionario, palabra del castellano antiguo que seguramente se perdió y que vendría a significar algo así como lugar donde se practicaban las dreas batallas campales a pedradas. Muy aficionados la muchachada de esa época a esta forma de divertirse. Todavía en los sesenta del pasado siglo eran muy comunes estas riñas entre losdiferentes barrios de una ciudad.

    Menuda la Sevilla de aquel siglo.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. ¿Llevados a la fuerza? Que mal ejemplo, se supone que cuando se va misa debe ser por agrado, además como dice Dame Masquée, los alguaciles seguramente tenían mejores cosas que hacer que ir acarreando jóvenes a misa. Pero bueno, otras épocas otras creencias jajaja.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Tal medida era inviable dado el corto número de alguaciles que tenían los gobiernos municipales.
    Saludos Dame Masquée.

    ResponderEliminar
  6. Eran tiempos en los que no se concebía todavía la tolerancia religiosa, no digamos ya la libertad de cultos. Es de indicar que con la difusión de las ideas ilustradas también se trató de encerrar a los mendigos.
    Espero, además, que pronto llegue la hora de la libertad para Cuba.
    Saludos don Cayetano.

    ResponderEliminar
  7. Había apedreaderos los domingos , entre bandos contrarios, y la gente acudía a presenciarlos desde las murallas.
    Saludos don Eduardo.

    ResponderEliminar
  8. Desde luego, doña Karla, pero eran otros tiempos. A pesar de todo, de las disposiciones eclesiásticas y del Santo Oficio, a efectos prácticos, la libertad efectiva era mayor de lo que a veces parece. La prueba es que muchos no iban misa y santas pascuas.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  9. Debo suprimir el "pero" pues bien lo indica usted.
    Saludos otra vez.

    ResponderEliminar
  10. Pues sí, también a mí me llama la atención la acción de los alguaciles llevando a la muchachada de la oreja a la puerta de la iglesia.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  11. La chavalería de entonces como la de hoy, cosas de la edad.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  12. Esa ocurrencia pasaba de castaño oscuro, propia de talibanes que conciben la religión como una obligada practica en vez de lo que es: una elección libre y soberana de cada cual.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. En realidad lo único que quería Juan de Ávila era que fueran a misa, no condenarlos a galeras o a las minas de Almadén. Claro está que no sería de recibo, en estos tiempos, movilizar a los guardias municipales para proceder a la captura de pícaros poco devotos.

    Saludos doña Amaltea.

    ResponderEliminar
  14. Imagino que torearían a los alguaciles con gran maestría.Tampoco ellos tendrían un enorme empeño al respecto.

    Mis saludos señor de la Terraza.

    ResponderEliminar
  15. Éstos estaban, creo, más curtidos en las penurias.

    Saludos Carolus Rex.

    ResponderEliminar
  16. Lo de hacer batidas para tomar a los niños por las orejas y obligarles a asistir a tal o cual sitio, me recuerda a las prácticas realizadas no hace tanto tiempo para escolarizar a los niños de la calle. Lo que me recuerda que, como se tomasen las mismas precauciones hoy día, me temo que no habría guardias suficientes para ponerlo en práctica... con niños y mayores.
    Saludos

    ResponderEliminar
  17. Así es doña Carmen. El número de alguaciles que había era siempre muy corto para tantas obligaciones. A lo mejor ni san Juan de Ávila se creía mucho la eficacia de su propia propuesta.

    Saludos.

    ResponderEliminar