miércoles, 1 de junio de 2011

HABLAR DE POLÍTICA EN EL SIGLO XVII


En unas cartas de jesuitas se da cuenta de un labrador que se plantó ante Felipe IV, en el desastroso año de 1640, y le dijo: "Señor, esta monarquía se va acabando y quien no lo remedia arderá en los infiernos". Felipe Ruiz Martín cita un caso, unos años antes, a inicios de dicho reinado, en el que dos operarios de un telar de Salamanca tuvieron una conversación sobre los asuntos de la república y acabaron a palos. Céspedes y Meneses, contemporáneo de estos hechos, describe en una obra a ciertos "caballeros mozos y paseantes de barrio" que en portales y escaños de parroquia hablaban sobre la expansión de los turcos, los asuntos de Hungría y los problemas de los estados italianos. Quizás era uno de esos corrillos que tanto disgustaban al padre Quintadueñas, en los que corría la conversación y el tabaco. También se hablaba de política desde los púlpitos y no sin desgarro. Bien fastidiaban a corregidores y alcaldes mayores estas libertades tomadas, a las bravas, por frailes que decían verdades como puños. Tenían, sin embargo, que aguantar pues no era fácil callar al clero de aquel tiempo. En los memoriales enviados al Rey y a los Reales Consejos se pergeñaban soluciones a los males de España, se restauraba la reputación de la Monarquía y se buscaban arbitrios para sanear las cuentas. A veces la opinión de los leales vasallos se reflejaba en libelos y pasquines colocados en puertas, con notorio anonimato, en letrillas satíricas, en las conversaciones a la luz del velón, junto al brasero de diciembre y en las largas jornadas de viaje. Cada cual tenía sus fuentes: el primo soldado, el sobrino canónigo, el escribano que estuvo de comisión en la Corte o el pariente oidor. Y, alguna vez,  la carta o la gacetilla. La sociedad que conocieron Cervantes y Velázquez estaba muy politizada. Es algo real, nada exagerado, que frecuentemente escapa al conocedor de nuestro pasado. Era normal entre los naturales de una gran potencia, estragada, gastada, quebrantada en su hacienda, con su tierra despoblada, harta de pagar, y más pagar, millones, alcabalas, sisas, arbitrios, más harta todavía de cobrar con moneda envilecida, resellada, recortada pero, y aquí está el enigma de España, capaz todavía de empuñar la pica y tomar el camino de Rocroi.

14 comentarios:

  1. Sí, es curioso que cada cual pudiese opinar lo que le venía en gana de política sin consecuencias. Otra cosa era hablar de religión...

    Saludos

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  2. Veo que ya en la antiguedad daban palos por hablar o hacer politica. Comparado con los ultimos dias en esta España parecíera que casí nada ha cambiado.
    Y al final le ha quedado una entrada muy poética.

    Saludos afectuosos.

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  3. Un texto que aunque corresponda al siglo XVII recuerda el presente en muchos puntos. A alguien habría que recordarle hoy las palabras del labrador, me temo.

    Feliz tarde

    Bisous

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  4. Así es, no se dice mucho sobre los temas de conversación del pueblo en esos siglos, pero no resulta descabellado pensar, como ocurre ahora en cualquier bar, peluquería o banco de plaza, que buena parte de las conversaciones consistirían en despotricar contra el gobierno, criticándolo e indagando en que misiones se gastaban los dineros recaudados en impuestos, sobre todo en épocas de penuria, cuando más se quiere sacar de donde menos hay. Un saludo cordial.

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  5. Los eapañoles siempre hemos sido proclives a arreglar el mundo desde cualquier rincón, iglesia o taberna.
    Un saludo.

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  6. No es que hubiera libertad de expresión pero, es indudable, que se hablaba del gobierno de la Monarquía y no siempre bien.

    Gracias doña Carmen y saludos.

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  7. En efecto, existían las pasiones políticas. Y los sucesos más relevantes tenían, naturalmente, repercusión en la gente. Se formaba ya cierta oponión pública.

    Saludos don Lorenzo. Y gracias.

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  8. Todos deben estudiar las lecciones de la Historia. Y también, naturalmente, los políticos.

    Saludos y gracias Dame Masquée.

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  9. Con toda razón la presión fiscal sacaba de quicio al más discreto. También, señor DLT, se preguntarían qué demonios hacían los ejércitos del Rey, pongamos, combatiendo a los suecos.

    Gracias por su comentario y saludos.

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  10. Es posible que esto no sea privativo de España. Aunque,junto a la preocupación por las cosas públicas, estaba la afición por ir a la calle y a hablar.

    Saludos y gracias don Cayetano.

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  11. Que valor el de ese labrador que se atrevió a esputarle en la casa al mismísimo Rey Planeta los errores y las miserias de su reinado. Queda claro que los españoles eran grandes aficionados a la poítica tanto nacional como internacional. Era lo propio de la gran potencia del momento, sumida en tantas guerras y misiones diplomáticas, una Castilla hundida y asfixiada por los impuestos...el Conde-Duque se convirtió sin duda, en el mayor foco de los ataques del pueblo.

    Un regio abrazo.

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  12. Muchas gracias por su amable dedicatoria, amigo del Retablo. Es honor que Vd. me hace.
    Cordiales saludos.

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  13. El labrador era, en verdad, hombre de arrestos. La caída de los validos era un acontecimiento como usted tan bien ha estudiado.

    Saludos y gracias Carolus II.

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  14. Gracias a usted, don José Miguel.

    Reciba mis saludos.

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