martes, 24 de mayo de 2011

UNA BULA CONTRA EL TABACO EN 1642

Tras la lectura de la última y espléndida entrada de Pinceladas de Historia Bejarana, he recordado la obra del jesuita Alonso de Quintadueñas dedicada a explicar una bula, concedida por Urbano VIII a petición del Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla en 1642, que trataba de prohibir el consumo de tabaco en las iglesias, patios y otras áreas dependientes de su jurisdicción. Motivó tal documento pontificio "la grave indecencia con que assi eclesiasticos, como seglares profanaban las Iglesias, Sacristias, Coros, y otros lugares sagrados con el uso del tabaco". Se tomaba por la nariz, se mascaba, se fumaba o se bebía disuelto en agua. Circulaba en el coro y habia constancia de "averse algunas veces visto a algunos tomar tabaco de humo en las Capillas de las Iglesias y aun llegar a encender el instrumento a las velas de los altares, y en estos celebrando o siendo Diaconos o subdiaconos". Se daba tambien fe de los malos hábitos de los dados al tabaco ensuciando altares, manteles, purificadores y vestiduras sagradas "haziendo en publico tan indezente accion". Perdidas estaban las paredes y en los suelos, por las inmundicias, "no ay donde hincarse de rodillas".

Por si fuera poco, el padre Quintadueñas arremetía sin piedad contra los habituados al tabaco asiduos de "lugares profanos e indignos" y de "corrillos de gente perdida" aunque, ¡ay!, reconocía que su uso se introducía poco a poco entre "alguna gente principal, y a sitios de autoridad, policia y religion". Otro inexcusable efecto del tabaco era el de los ruidos también indecentes provocados por sus adictos. Y además, por la bula en cuestión, los infractores pecaban mortalmente, expuestos a ir de cabeza a las calderas de Pedro Botero en un mal trance, o podían ser objeto de excomunión mayor, lo que suponía no poder impartir ni recibir los sacramentos. Observe el lector que no era cosa para reirse. A pesar de todo, la severidad de la disposición papal quedaba un tanto atenuada y se podía sacar la petaca u obsequiarse con rapé en oratorios privados, capillas de hospitales y cárceles, dependencias de sacerdotes , celdas de ermitaños, cámaras de sacristanes, ciertos campanarios y cementerios. Después, en algunos casos, se eximía de responsabilidad a los que usaban del tabaco en ciertas circunstancias. La casuística era muy variada. Por último piense el lector en las apasionadas deliberaciones que llevaron a pedir la bula a Roma, en las diferencias y pesadumbres previas, en los fumadores ocultos, semiclandestinos en escaleras de caracol, osarios y covachuelas.

16 comentarios:

  1. Madre mía, y luego decimos de las actuales prohibiciones! En aquel tiempo el fumador tenía que esconderse más que un contrabandista.
    Pero es que el asunto había llegado muy lejos. Yo pensaba que las iglesias inspiraban más respeto entonces, pero me está pareciendo que no.

    Buenas noches

    Bisous

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  2. ¡Que barbaridad! Ya en aquella época el tabaco daba peleas y rencillas entre los que lo fumaban y los que no. Y asombrado quedo al saber que en aquellos dias se fumaba por la nariz o se bebia el tabaco.... ¡Que cosas nos descubre usted!

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  3. Hay problemas para comentar como cuenta de Google en algunos blogs, no en todos, en los que al redireccionar el comentario sale como anónimo hay que enviarlo como nombre/url.
    Digo:
    Pues sí, de los lugares donde ocultarse de los que habla usted al final, no hay lugar más discreto que un confesionario, y no solo para el penitente. Un saludo.

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  4. En "corrillos de gente perdida" vamos acabando en estos tiempos los fumadores, sin llegar a tanto como la Bula, digo yo que con unas simples prohibiciones podían acabar con el tema, aunque bien mirado creo que no, los fumadores somos gente tenaz y tienen que darnos duro.

    Un saludo.

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  5. Vamos, que la cosa viene ya de lejos. De todas formas eran un poco guarros los fumadores de entonces, porque mira que encender los cigarros con las velas del altar. Ya es el colmo de la desfachatez.
    Un saludo.

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  6. Pues sí que fumaban los clérigos. Las descripciones nos indican que demasiado. ¿Puede ser que el documento exagerara ciertas actitudes para obtener la prohibición? Creo que sí, porque decir que la gente no podía arrodillarse porque estaba lleno de ceniza de tabaco me parece excesivo. En todo caso el producto llegado desde las Indias y que tanta controversia suscitaba había calado en la sociedad española de la época.

    Saludos

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  7. Cierto es, Dame Masquée, así las constituciones sinodales, por ejemplo, recogen unas advertencias que producen, a veces, estupor.

    Muchas gracias y saludos.

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  8. Y el brebaje de hoja de tabaco en remojo debía de saber a demonios.

    Muchas gracias por su comentario don Lorenzo. Y saludos.

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  9. Los fumadores clandestinos serían numerosísimos en aquellos amplísimos templos.

    Saludos y gracias señor Desdelaterraza.

    Y confío en que, sea como sea, siga usten enviando sus comentarios.

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  10. Creo yo, don Eduardo, que lo escrito estará creando cierta solidaridad entre fumadores de todos los tiempos.

    Saludos y gracias.

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  11. Es un dato, don Cayetano,que me ha llamado mucho la atención. Y en plena época del Santo Oficio que, por cierto, se encargaba de otras cuestiones.

    Saludos y gracias por su escrito.

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  12. Los suelos estaban muy sucios no por las colillas y la ceniza sino, según deduzco, por el tabaco ya mascado que era, naturalmente, lanzado a distancia con mayor o menor destreza.

    Muchas gracias doña Carmen y saludos.

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  13. Joya de literatura contra el tabaco; en todo tiempo cuecen habas y los fumadores ya lo tenía mal en aquel entonces, tal como ahora. Los motivos para prohibirlos eran otros, ya no es el daño que hace al organismo ni a las demás personas, sino el ruido, lo sucio y lo mal visto que era, más egoísmo pero más de lo mismo. Me gustó especialmente esta entrada. Un cordial saludo.

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  14. Desconocían los efectos del tabaco sobre la salud. Lo interesante del texto del XVII es todo lo que hay alrededor del concepto que se tiene sobre el tabaco: ¿alimento?, ¿medicina?, ¿hábito deplorable?.

    Muchas gracias y saludos señor Hidalgo.

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  15. Juraría haber dejado un comentario...cosas de blogger...decía que S.M. Católica don Carlos II supo mucho de sangrías y purgas que, sobre todo al final de su vida, le dejaron en una estado sumamente débil.

    Un regio saludo.

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  16. Aparece el comentario en la entrada siguiente que es la que corresponde, según creo.

    Saludos Carolus II.

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