domingo, 8 de mayo de 2011

AGUA DE SAN GREGORIO Y PLAGAS DE LANGOSTA

La langosta asoló los campos españoles en numerosas ocasiones. La insuficiencia de los medios humanos para combatir esta plaga obligaba a pedir la intercesión de los santos. Se recurría en estos aprietos al agua de san Gregorio Ostiense. Creo que esto se debe explicar.

En la villa de Sorlada, del Reino de Navarra, en pleno valle de Berrueza, se encuentra un santuario donde se custodia la cabeza de san Gregorio Ostiense. El agua, una vez que entraba en contacto con esta reliquia, mediante un sencillo procedimiento, se convertía en eficaz remedio contra la langosta y otras sabandijas como la oruga y el pulgón. También libraba de males al cuerpo y al alma. Tuvo el agua de san Gregorio un enorme prestigio en la España del Antiguo Régimen y, cuando las plagas apretaban, los concejos mandaban a buscar el remedio a Sorlada y allí acudían sus enviados, pasando mil trabajos y penalidades. Después volvían con unas garrafas de agua del Santo, imagino que selladas, y con los correspondientes certificados para evitar fraudes y embrollos de pícaros.

Tengo noticia de una ocasión en que la cabeza de San Gregorio recorrió España. No hay aquí prodigio ni milagro sino el efecto de una orden, dada en 14 de octubre de 1756 y emanada de la piedad de la Real Persona de Don Fernando VI. Ante una plaga generalizada de langosta, mandó el Rey que, desde el Santuario de Sorlada, cuatro cofrades de san Gregorio y un sirviente, condujesen la cabeza por distintas ciudades y pueblos, para que se pasase por la reliquia el agua que fuese menester. Un cofrade sería seglar y los tres restantes, para darle formalidad a la empresa, clérigos. El carruaje para el viaje lo pagaría la bolsa del Rey. Los gastos de alojamiento, manutención y limosnas, que debían ser moderados, quedarían a cargo de los pueblos donde parase la reliquia para alivio de los labradores. El Rey aseguraba que se compensarían estos gastos en las cuentas de propios y arbitrios. Este compromiso de reponer gastos quedaba un tanto en el aire, como era normal en estos casos. El periplo comenzaría por Teruel, para seguir por las diócesis de Valencia, Segorbe, Orihuela, Murcia, Guadix, Granada, Jaén, Málaga, Córdoba, Sevilla, provincia de Extremadura y La Mancha, para volver a Navarra por Valencia otra vez y por el camino más recto. Consideremos lo que era viajar en la España del XVIII para darnos cuenta de la naturaleza del encargo. Leguas y leguas, malas noches, jornadas largas, vadear ríos de fondos oscuros como boca de lobo y la entrada de la reliquia en los pueblos, bajo la luz de hachas y faroles. Es un suceso, además, que nos aleja de los tópicos al uso sobre el siglo de las luces. Los españoles actuaban y pensaban en estas circunstancias como sus lejanos abuelos medievales. Pero sigamos. Cuando los concejos contaban con el agua de san Gregorio se la daban a un clérigo para que desde un lugar a propósito, preferentemente un alto o una loma, bendijese los campos. Y después a esperar. Lo suyo era que la langosta desapareciese o, al menos, se mudase al pueblo de al lado y que allí se las arreglasen. Por supuesto, se guardaba una parte del agua por si volvía la plaga, lo que ocurría tarde o temprano. Como consecuencia de esta creencia se formulaban votos solemnes, con el compromiso de celebrar anualmente una fiesta por san Gregorio Ostiense, y a veces se erigían ermitas bajo su advocación, muchas de éstas todavía en pie.

Para saber más sobre plagas de langosta: Juan Antonio López Cordero y Ángel Aponte Marín, Un terror sobre Jaén: las plagas de langosta (siglos XVI-XX), Jaén 1993.

12 comentarios:

  1. Desesperante debía ser la situación de muchos campesinos cada vez que una plaga de esta envergadura asolaba los campos, devorándolo todo, condenando a muchos a pasar hambre. No me extraña que se encomendara la gente a quien fuera con tal de librarse de tamaña pesadilla. Una de las siete plagas que ya tenía unos referentes bíblicos en forma de maldición divina. No sé si la cabeza de san Gregorio Ostiense lograba desplazar la plaga hacia otra parte o era simplemente un "efecto placebo" para tanta gente necesitada de algún tipo de consuelo donde apoyarse.
    Un saludo

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  2. Curiosa entrada la de hoy. Me imagino que las langostas debian irse al pueblo de al lado cuando ya se habían comido lo que habia en los campos.
    Eso si, seguro que su marcha habría que achacarsela a la cabeza del santo. Que tiempos aquellos.
    Saludos!

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  3. Era una reacción similar a la que se tenía frente a las epidemias. Prueba de que creían en sus buenos efectos es que tales prácticas se repitieron a lo largo de los siglos, concretamente la devoción referida a san Gregorio.

    Muchas gracias por su comentario, don Cayetano. Y saludos.

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  4. Es verdad. Las intepretaciones serían variadísimas, don Lorenzo. Habría que ponerse en el lugar de un labrador del siglo XVIII para tener una idea precisa del asunto.

    Saludos don Lorenzo y gracias por su escrito.

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  5. Desde luego la razón derivada del siglo de las luces era algo de las altas esferas intelectuale, pues la plebe, el pueblo llano, seguía aferrado con fuerza a sus creencias religiosas, pues la razón poco podía hacer cuando se trataba de esta clase de milagros inexplicables pero que solucionaban los males de la gente. Fue un buen Rey don Fernando VI, un de los mejores de la historia de España, pero su reinado corto y sin descendencia ha caído en el olvido historiográfico al estar encuadrado entre dos reinados de enorme trascendencia como fueron el de Felipe V y el de Carlos III.

    Un saludo.

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  6. Muchas gracias por hablar de este Santo al que no conocía. Visto lo larguísimo del viaje que cubrió prácticamente media España, la plaga debió ser grandísima y gravísima para la economía de las zonas afectadas. Un saludo.

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  7. La verdad que me ha asombrado, recorrer España con las reliquias, los que las acompañaban debieron pasarlo bien, serían bien atendidos en los lugares a los que llegaban.

    Un saludo.

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  8. El gran cambio para los españoles, en cuestión de mentalidades, se produjo a partir de la Guerra de la Independencia. El XVIII, entre el pueblo, no supuso tantos cambios.

    Muchas gracias, Carolus REz, y gracias por su comentario.

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  9. La plaga fue, en efecto, tremenda. Debía ser un impresionante espectáculo ver las nubes de langosta abalanzarse sobre los campos.

    Saludos y gracias señor Desdelaterraza.

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  10. Después, don Eduardo, mucho tendrían ue contar los cofrades, ya de vuelta en sus casas.

    Saludos y gracias.

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  11. En Béjar también tenemos una ermita dedicada a Santa Ana en la que se daba culto a San Gregorio. Como bien dices se le sacaba en momentos en los que se producían plagas de oruga (por lo menos en el siglo XVIII), aunque todos los años se le sacaba en romería el día de su festividad, costumbre que se ha mantenido hasta casi la actualidad. Se le sacaba con roscas de pan (no sé muy bien la causa) y le acompañaban niños y niñas.

    Saludos

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  12. Es un culto muy difundido por toda España. Lo de las rocas puede ser para propiciar las buenas cosechas.

    Muchas Gracias doña Carmen y saludos.

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