miércoles, 13 de abril de 2011

SERMONES Y PREDICADORES EN EL MADRID DE LA ILUSTRACIÓN

Las formas de devoción religiosa vigentes en el siglo XVIII poco habían cambiado respecto al siglo anterior. Puede fundamentar esta afirmación lo siguiente: entre el Miércoles de Ceniza y el Lunes de Pascua de 1769 se concertaron , sólo en Madrid, 1.835 sermones. Los predicadores "dispuestos a sembrar la Divina Palabra , para utilidad de las almas" eran sacerdotes, capellanes y religiosos de diferentes órdenes. La mayoría de los que subirían al púlpito eran frailes, unos 268 frente a 65 seculares. Los más numerosos fueron los franciscanos y los capuchinos. En ambos casos contaban con una gran presencia en los medios populares. Seguían, con menos oradores, los trinitarios, carmelitas, mercedarios, escolapios, afligidos, gilitos y agonizantes, entre otros. A la Villa y Corte llegaban, además, predicadores de los pueblos cercanos e incluso de alejados reinos y territorios de la Monarquía. Así se contaba con la presencia, en dicho año, del teólogo de Nueva España don Francisco Zalvide. El que más sermones tenía comprometidos, casi medio centenar y más de una intervención al día, era el sacerdote don Agustín de Villanueva. Ya de lejos, con dos docenas cada uno, fray Plácido Fontana y fray Gregorio Pérez, este último franciscano.

El horario para los sermones, según era costumbre y según conveniencia de cada parroquia y convento, se establecía a las diez de la mañana y, ya por la tarde, a las cuatro y a las seis y media. La convocatoria de las cuatro era la que más éxito tenía. Es un dato interesante sobre las costumbres de los españoles. Los días con más sermones eran el Jueves Santo y el Viernes Santo, en concreto con 135 y 91 respectivamente.

Asistían a estos actos religiosos representantes de las más altas instituciones, así el Consejo de Castilla acudía a San Gil, los alcaldes de Casa y Corte a Santa Cruz, el Cabildo municipal al Salvador, el Consejo de Inquisición a Santo Domingo el Real, los del Consejo de Indias a los carmelitas calzados, el de Órdenes a San Felipe Neri y los de Hacienda a San Cayetano. Quizás los de este Consejo, si el predicador se alargaba demasiado, cavilarían sobre la posibilidad de inventar nuevos arbitrios y sisas, sobre la manera de cargar más la renta del aguardiente o sobre posibles remedios para hacer de efectiva cobranza los repartimientos.

Los ilustrados, de espadín y casaca, con su religiosidad poco expresiva, un tanto aguafiestas y jansenista, debían de exasperarse con tanto ir y venir de frailes que ascendían resueltos a los púlpitos, dispuestos a que retumbasen las bóvedas si era necesario, capaces de crear, a su manera, opinión y de influir más que cien memorias e informes sobre las reformas de las costumbres.

Los datos sobre predicadores y sermones están tomados del trabajo de Francisco Aguilar Piñal: "Guía cuaresmal para la Villa y Corte en 1769", Instituto de Estudios Madrileños, X, 1974.

21 comentarios:

  1. En Béjar los sermones cuaresmales y de Semana Santa eran realizados por religiosos franciscanos, que poeían un convento en la Villa, o monjes itinerantes contratados al efecto. El consistorio era quien ponía el dinero para llevar a cabo tales ejercicios de higiene. Por cierto, que lo de acudir más gente a las 4 de la tarde tiene que ver con la costumbre de comer la gente a las 12 del mediodía. De esta forma las cuatro era un hora prudente, posterior a la siesta.

    Saludos

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  2. Precisamente por eso me llamaba la atención el horario. También el evitar madrugones en los ociosos, y la imposibilidad de los menestrales y demás gente ocupada, hacía poco atractivo el acudir a las diez de la mañana. A las seis y media se saldría tarde del sermón, con los achaques que esto implicaba en una ciudad peligrosa como Madrid en la época.

    Muchas gracias doña Carmen.

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  3. Y menos mal que no se estilaba la libertad religiosa, si no, además de los sermones de los representantes de la religión oficial, habría que haber soportado las prédicas de muchos otros oradores, amenazando al personal, cada uno según su estilo, con los horrores del fuego eterno.
    Un saludo.

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  4. Con todo, la asistencia a los sermones no era obligatoria. Menos aún en una ciudad como Madrid donde era imposible controlar la propia obligación de confesar y comulgar una vez al año.

    Muchas gracias por su comentario don Cayetano.

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  5. Las últimas secuelas de estos sermones se darían ya en el s. XX, creo, por parte de esos mendigos alcoholizados e ilustrados que se los montaban en cualquier plaza o parque y que aún en los años 70 del pasado siglo se los podía ver y escuchar por Madrid.

    Saludos.

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  6. No quiero ni imaginarme lo triste de aquellos dias para los agnosticos -que a buen seguro habia, aunque callandoselo- viendo tanto fraile arriba y abajo predicando palabras para ellos seguramente triviales.
    Un saludo cordial.

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  7. Creo todo lo que describo, con torpe estilo, está ya acabado. Y, estará usted de acuerdo conmigo, don Eduardo, que no faltarían oradores sagrados que llegarían al corazón y moverían a convertirse a pecadores redomados. Tampoco faltaría, claro está, los fray gerundios.

    Muchas gracias don Eduardo.

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  9. Pues quedo muy agradecido por su comentario señora Recomenzar. Saludos.

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  10. Naturalmente que había agnósticos en el XVIII, jansenistas, deístas, etc. A pesar de todo no eran ya los tiempos en los que el Santo Oficio actuaba con el mismo rigor. Incluso los críticos con las formas de piedad tradicionales tenían aliados en los niveles más altos del gobierno de la Monarquía.

    Saludos cordiales y muchas gracias don Lorenzo.

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  11. Muy oportuna en los tiempos que llegan tratar sobre este asunto de las predicaciones. Me sorprende que los padres predicadores por antonomasia, los dominicos, no encabecen la lista de los frailes más activos. Un saludo cordial.

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  12. La verdad es que una buena homilia se agradece y, a la vez, casi es lo de menos, no sé cómo explicar esto... En aquellos tiempos, y en otros no muy lejanos, los partidarios de un predicador y de otro hacían bandos ¿no? Martín Descalzo en Valladolid arrasaba en los años 50, pero había detractores que no le soportaban al parecer...
    Libro interesante: "Manual de la perfecta homilia" de un cura que ahora no recuerdo, mexicano, creo...

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  13. Los ilustrados debían estar que trinaban, por muchas ideas afrancesadas que quisiesen imponer, era aquella España religiosa y devota hasta los huesos. La ciencia y el conocimiento estaban bien, pero todo debía contar con el benplácito del altísimo y los frailes y demás hombres de la Santa Romana Iglesia seguían teniendo un poder enorme y más tras los duros años de enfrentamiento con el regalismo de S.M. Católica don Felipe V y la firma por parte de don Fernando VI del Conconrdato con la Santa Sede de 1753 que volvía a normalizar las relaciones entre Roma y Madrid.

    Un regio saludo.

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  14. Es muy interesante su observación señor Desdelaterraza. Me da la impresión de que franciscanos y capuchinos tenían un enorme tirón popular sobre el resto de las órdenes. A pesar de todo, en la guía citada se menciona a dos dominicos con veinte o más sermones a pronunciar: fray Gregorio Brizuela, de la comunidad de la calle de Atocha, y el dominico de la Pasión fray Miguel Angulo y Pobes.

    Muchas gracias por su comentario y saludos cordiales.

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  15. Había afición hacia los sermones, creo que es cierto. Movían conciencias, allanaban antiguas enemistades y enderezaban a tipos descarriados. Las buenas homilías hablaban de la vida, de la muerte, de la salvación del alma y de la condenación y no daban unos consejillos de tipo general. También los predicadores tenían cierta inmunidad para exponer opiniones con más libertad. Eran capaces de aplacar motines y criticaban la política fiscal y los abusos de la propia nobleza.

    Ahora es muy dificil escuchar a alguien, sea del estado que sea, que sea capaz de hablar bien. La oratoria, política o sagrada, no está ya de moda y se nota.

    Lo de Martín Descalzo, como tantas cosas, lo desconocía. La verdad es que en los años 50 hubo una gran movilización católica en España.

    En fin, son temas interesantísimos.

    Muchas gracias doña Aurora. Saludos.

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  16. En el fondo las cosas no cambiaron nada hasta la Guerra de la Independencia en la que, por cierto, la capacidad movilizadora de las órdenes religiosas, escasamente estudiada que yo sepa, debió de ser fortísima.

    Muchas gracias Carolus II Rex. Reciba VM. mis saludos.

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  17. En aquella España ultracatólica no iban a faltar ni frailes, ni sermones ni personas dispuestas a escucharlos. Lo que más me llama la atención es que el de más éxito fuera el de las cuatro de la tarde, porque la siesta siempre fue sagrada, incluso en la Edad Moderna. En fin, cosas de la historia. Un cordial saludo.

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  18. Sería, sin duda, un espectáculo digno de ver, extraño a nuestro ojos, pero no a los de las personas que vivieron en esos siglos.
    Y es que... ¿qué sería de la Edad Moderna sin esos sermones? Es un tema interesante y es que un sermón no sólo estaba cargado de contenido religioso, lo político estaba también muy presente. Muchas mentalidades han sido modificadas con estos sermones y más en esas fechas tan señaladas en el calendario religioso. Un espectáculo digno de ver, como digo.

    Un saludo!

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  19. Como bien indica doña Carmen Béjar la hora de comer era más temprana que ahora. Después tampoco invitaba mucho el Madrid del XVIII a salir con la noche ya cerrada, luego las cuatro podía ser una hora razonable para escuchar el sermón.

    Muchas gracias, señor Hidalgo, y saludos.

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  20. Estoy de acuerdo con usted señor Aparicio. Los predicadores enérgicos creaban corrientes de opinión, en especial para los ue carecían de informaciones, tertulias y correspondencia.

    Paso a ver su blog. Un saludo cordial y muchas gracias.

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