domingo, 23 de enero de 2011

TAUROMAQUIA Y ASCÉTICA

Recuerdo hoy lo escrito por el conde de las Navas. Describía los quebraderos de cabeza padecidos por Felipe II. No los causaban, en este caso, las revueltas en Flandes o el recuerdo de las pesadumbres causadas por Don Carlos. Tampoco la falta de paga para los tercios. Le daba vueltas el Rey, ensimismado y a un lado los papeles, a la manera de explicar a Pío V las dificultades que se presentaban para prohibir los festejos taurinos.

Se justificaba Su Majestad:
"Que la bula no surtía sus efectos, por ser las corridas de toros una costumbre tan antigua que parecía estar en la sangre de los españoles, que no podían privarse de ella sin gran violencia".

Estas palabras del Rey me hacen recordar a san Juan de Ávila. No era, precisamente, partidario de tales festejos pues pensaba que correr toros podía ser hasta pecado mortal. Esta afirmación no le impedía recurrir a ciertos ejemplos inspirados en la tauromaquia para fundamentar sus escritos. Ahí estaba lo atávico, bien apalancado en los entresijos del Santo. Describía el alma cristiana como "herrada con la señal de Jesu Cristo" frente a las asechanzas del "lobo infernal". Excelente argumento, por comprensible, en un reino con tantos pastores. Además, avisaba a quien quisiera oirle, que era "costumbre del Señor, poner á los suyos en los cuernos del toro y esconderse Él" y que no había que desesperar en los aprietos.

También pedía el Beato fortaleza y bravura en la vida pues "agarrochados salen los buenos toros del cosso, que los floxos sanos se van. E assí el buen cristiano que de todas partes ha de tener garrochas". Así habla aquél que ha visto toros en la plaza y en el campo. Y muchos debió de ver Juan de Ávila pues fue hombre andariego.

Buen abecedario espiritual para todas las criaturas puestas ahí, en el mundo,"como una flaca ceniza delante de un viento".



8 comentarios:

  1. Lo que no se es si Felipe II era o no partidario de estas fiestas. Hasta lo que yo se, aborrecía la violencia de la guerra, de hecho sólo vistió armadura una vez en su vida con motivo de la victoria de San Quintín, pero nunca más. En este aspecto no se debió parecer al guerrero Carlos V.
    Lo que si sabemos es que presionó posteriormente con la bula Encíclica Exponi nobis: levanta a los laicos la prohibición de asistencia a las corridas, pero ordena que tales festejos no se celebren en días festivos, y mantiene la prohibición de asistencia a los clérigos.
    Gracias por su entrada, muy interesante amigo.

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  2. De los dichos toreros aplicables a cualquier otra cosa se podría hacer un libro.
    Lo de la "flaca ceniza", por el contexto, me suena a "vaca delgada".
    Un saludo.

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  3. Tambien los toros podian ser pecado mortal, monsieur? Uf, qué lista tan larga de pecados. No creo que un cristiano pudiera recordarlos todos!

    Buenas noches

    Bisous

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  4. O sea que la polémica de las corridas ya viene de lejos. Un abrazo.

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  5. Señor de Mingo, una buena parte de los hechos fundamentales de la vida de Felipe II están acompañados de festejos taurinos. Cita usted acertadamente la bula, dada en San Pedro de Roma a 25 de agosto de 1575.

    Saludos cordiales.

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  6. Como usted afirma, don José Eduardo, la tauromauia ha dado, da y dará para libros y libros. La adopción de conceptos y giros taurómacos está muy presente en nuestra manera de hablar y de explicar situaciones. Hasta en el beato Juan de Ávila.

    Saludos cordiales.

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  7. Madame Minuet: La Iglesia consideraba que se debían prohibir los festejos taurinos debido a que podían causar muertes. Y, además, era posible que las víctimas muriesen en pecado y, de esa forma, condenar sus almas.

    Saludos cordiales.

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  8. En España casi todo viene desde lejos.

    Saludos cordiales señor Desdelaterraza.

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