jueves, 28 de octubre de 2010

ÁNIMAS DEL PURGATORIO



La creencia en el Purgatorio es una de las más difundidas y populares en la tradición católica. Errantes, atormentadas y sin distinción de clases ni estados, han interrumpido los sueños de los vivos con sus lamentos y apariciones. Pedían oraciones, misas y limosnas para salir de su estado de aflicción. No desentonaban con el catolicismo español de siglos pasados, en palabras de Azorín, trágico, simple y sombrío. Las ánimas se representaban envueltas en llamas, implorantes y dolientes. Sirva de ejemplo la fotografía que acompaña a estas líneas, correspondiente a un viejo retablo. Es interesante la relación de las ánimas con el tiempo. Esta preocupación tan barroca también era de su incumbencia pues la estancia en el Purgatorio era contabilizada con criterios estrictamente temporales. La monja de Ágreda, consejera en altas cuestiones del rey Felipe IV, afirmó que la reina Isabel de Borbón estuvo allí, en el Purgatorio, un año y veintiséis días. Ni más ni menos. Se contaban incluso estancias mucho más breves, así Jerónimo de Barrionuevo, en 1654, da noticia de un aparecido que comunicó a un jesuita que por la grande misericordia de Dios, no había estado en el Purgatorio más que tres horas. Las indulgencias son también muy precisas en este aspecto. La subida del ánima al cielo, una vez en paz con Dios y saldadas las cuestiones pendientes, podía ser visible. El Venerable Domingo de Jesús vio el ascenso del alma de Felipe II, acompañada por san Luis y Santa Teresa. La Venerable madre Casilda de Valladolid dio fe de la redención del alma de Felipe III. La monja de Ágreda contempló las ánimas de la reina Isabel de Borbón y del príncipe Baltasar Carlos de jornada hacia el cielo.
Los carmelitas fueron muy animosos en la difusión de estas devoción, relacionada con la dedicada a la Virgen del Carmen. Hubo asimismo numerosas cofradías dedicadas a las Ánimas. Tampoco faltaban pinturas, retablos, grabados y estampas que representaban al Purgatorio. Recordaban a los fieles que la vida era un soplo, pues todo pasaba en nada, y que era de buenos cristianos rezar por los que padecían por sus pecados entre llantos y llamas. Otros harían lo mismo por los orantes cuando llegase el momento.

(Bibliografía: Ágreda, María Jesús de Correspondencia con Felipe IV, Ed. Consolación Baranda, Madrid, 1991, pág. 94; Sánchez Lora, J.L., Mujeres, conventos y formas de religiosidad barroca, Madrid 1988. Sobre esta devoción en un pueblo de Jaén en el siglo XVIII: Aponte Marín, A., “La devoción a las ánimas del Purgatorio en Vilches en los siglos XVII y XVIII”, El Toro de Caña, 5, 1999).

jueves, 21 de octubre de 2010

ENTRE SAN MIGUEL Y SAN LUCAS

Por San Miguel se cerraban los tratos relacionados con el campo. También, a partir de este día, los caballeros veinticuatro de Jaén, en los siglos XVI y XVII, daban licencias a los vecinos para que llevasen sus ganados a los montes del Concejo y pudiesen varear la bellota. No antes pues aún no estaba madura. Ocasión hubo en la que no se pudo acudir a la montanera hasta el día de los Santos por estar verde el fruto. Las Ordenanzas municipales imponían a los desobedientes una multa de 600 maravedíes. No era poco pues el jornal era, más o menos, de dos reales. En esos otoños las piaras también se mantenían con escaramujos y majoletas, la baya del espino albar, muy abundante en las sierras cercanas a la ciudad. Otra fecha de primera consideración en los tiempos antiguos era el 18 de octubre, el día de San Lucas. Entre la fiesta de la Virgen del Pilar y San Lucas venían los pastores a invernar a las navas de Sierra Morena, en sus viejísimas rutas por cañadas, cordeles y veredas desde las sierras del Sistema Ibérico. Permanecían aquí hasta el día de otro evangelista, y éste amigo del toro. Me refiero a San Marcos, ya en abril. Estas noticias corresponden a las tierras de Jaén. Imagino que igual ocurría por otros pagos. Son estas jornadas de octubre buenas para la caza, para ir al monte, nostálgico del paso de los rebaños mesteños, cuando las tardes se acortan y los zumaques toman un rojo intenso en las pendientes soleadas. También en San Lucas comenzaba el curso escolar, en los tiempos del Quijote y de fray Luis de León, para acabar por san Juan de junio. Todo esto lo describe muy bien García Mercadal en un libro imprescindible para conocer la vida universitaria de los siglos XVI y XVII, me refiero a Estudiantes, sopistas y pícaros.