La creencia en el Purgatorio es una de las más difundidas y populares en la tradición católica. Errantes, atormentadas y sin distinción de clases ni estados, han interrumpido los sueños de los vivos con sus lamentos y apariciones. Pedían oraciones, misas y limosnas para salir de su estado de aflicción. No desentonaban con el catolicismo español de siglos pasados, en palabras de Azorín, trágico, simple y sombrío. Las ánimas se representaban envueltas en llamas, implorantes y dolientes. Sirva de ejemplo la fotografía que acompaña a estas líneas, correspondiente a un viejo retablo. Es interesante la relación de las ánimas con el tiempo. Esta preocupación tan barroca también era de su incumbencia pues la estancia en el Purgatorio era contabilizada con criterios estrictamente temporales. La monja de Ágreda, consejera en altas cuestiones del rey Felipe IV, afirmó que la reina Isabel de Borbón estuvo allí, en el Purgatorio, un año y veintiséis días. Ni más ni menos. Se contaban incluso estancias mucho más breves, así Jerónimo de Barrionuevo, en 1654, da noticia de un aparecido que comunicó a un jesuita que por la grande misericordia de Dios, no había estado en el Purgatorio más que tres horas. Las indulgencias son también muy precisas en este aspecto. La subida del ánima al cielo, una vez en paz con Dios y saldadas las cuestiones pendientes, podía ser visible. El Venerable Domingo de Jesús vio el ascenso del alma de Felipe II, acompañada por san Luis y Santa Teresa. La Venerable madre Casilda de Valladolid dio fe de la redención del alma de Felipe III. La monja de Ágreda contempló las ánimas de la reina Isabel de Borbón y del príncipe Baltasar Carlos de jornada hacia el cielo.
(Bibliografía: Ágreda, María Jesús de Correspondencia con Felipe IV, Ed. Consolación Baranda, Madrid, 1991, pág. 94; Sánchez Lora, J.L., Mujeres, conventos y formas de religiosidad barroca, Madrid 1988. Sobre esta devoción en un pueblo de Jaén en el siglo XVIII: Aponte Marín, A., “La devoción a las ánimas del Purgatorio en Vilches en los siglos XVII y XVIII”, El Toro de Caña, 5, 1999).