jueves, 21 de octubre de 2010

ENTRE SAN MIGUEL Y SAN LUCAS

Por San Miguel se cerraban los tratos relacionados con el campo. También, a partir de este día, los caballeros veinticuatro de Jaén, en los siglos XVI y XVII, daban licencias a los vecinos para que llevasen sus ganados a los montes del Concejo y pudiesen varear la bellota. No antes pues aún no estaba madura. Ocasión hubo en la que no se pudo acudir a la montanera hasta el día de los Santos por estar verde el fruto. Las Ordenanzas municipales imponían a los desobedientes una multa de 600 maravedíes. No era poco pues el jornal era, más o menos, de dos reales. En esos otoños las piaras también se mantenían con escaramujos y majoletas, la baya del espino albar, muy abundante en las sierras cercanas a la ciudad. Otra fecha de primera consideración en los tiempos antiguos era el 18 de octubre, el día de San Lucas. Entre la fiesta de la Virgen del Pilar y San Lucas venían los pastores a invernar a las navas de Sierra Morena, en sus viejísimas rutas por cañadas, cordeles y veredas desde las sierras del Sistema Ibérico. Permanecían aquí hasta el día de otro evangelista, y éste amigo del toro. Me refiero a San Marcos, ya en abril. Estas noticias corresponden a las tierras de Jaén. Imagino que igual ocurría por otros pagos. Son estas jornadas de octubre buenas para la caza, para ir al monte, nostálgico del paso de los rebaños mesteños, cuando las tardes se acortan y los zumaques toman un rojo intenso en las pendientes soleadas. También en San Lucas comenzaba el curso escolar, en los tiempos del Quijote y de fray Luis de León, para acabar por san Juan de junio. Todo esto lo describe muy bien García Mercadal en un libro imprescindible para conocer la vida universitaria de los siglos XVI y XVII, me refiero a Estudiantes, sopistas y pícaros.

2 comentarios:

  1. Qué fortuna y qué maravilla haber encontrado su web, que rebosa sensibilidad y finura. Le quedo agradecido y más que aficionado.

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  2. El afortunado soy yo por contar con su cortés y generoso comentario. Y quiero agradecerle, además, su obra El gran libro de los hombres, a la que recurro con asiduidad. Está escrita con excelente estilo y es de gran utilidad.

    Reciba usted mis saludos don Ignacio.

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